ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  1 de abril  de 2023
                               
 

Curro vuelve a La Algaba

Desde 2001, el publicista y diseñador Antonio Esquivias edita un cartel de la temporada taurina que remata con una genial forma de poner el año. Por ejemplo, 2022 fue "Año 22 d.C.". Este "d.C." no es "después de Cristo", como en las excavaciones arqueológicas, sino "después de Curro". Y ese "después de Curro" nos hace pensar siempre en La Algaba, donde mató Romero en el festival de Andex su último toro y se retiró sin decir que se había despedido aquella tarde. Lo más currista de Romero fue su forma de retirarse en La Algaba. Quienes presenciaron su última faena aquel 22 de octubre del 2000 no sabían que habían visto al Faraón matar su último toro. Hasta en eso fue único Romero, porque no supimos que se había retirado hasta ya por la noche, en "Clarín" de Radio Nacional, cuando le dijo a Fernando Fernández Román, como lo más natural del mundo, que ya se había ido del toreo, que el festival de La Algaba había sido su última actuación. En los más puros cánones de la estética currista, sin anuncio previo, sin publicidad, sin cuartos al pregonero. Al final de aquel toro, cogió los avíos de matar que por última vez había llenado de arte, se los entregó a Gonzalito y tampoco le dijo nada a nadie de que ya había decidido irse para siempre. No en Sevilla, ni en Madrid, ni en las plazas cuyas puertas grandes tantas veces abrió, sino en La Algaba, en el coso que recuerda los carros con los que se cerraban las calles para correr toros. Empezó en La Pañoleta y se retiró en La Algaba. Fue como un cerco de llegada y de despedida de su Camas, que es ciudad dormitorio porque allí soñó Sevilla que la iba a nacer un torero en forma de mito, un mito en forma de torero.

El recuerdo de aquellas declaraciones sorprendentes a Radio Nacional o los carteles anuales de Esquivias con el "d. C." se van a hacer a partir de hoy bronce de estatua en La Algaba. Tendremos al Curro de luces yéndose de la cara de "Flautino" en el monumento de la plaza de toros de Sevilla y tendremos a este otro Curro de bronce no vestido de luces, sino con el traje corto, lanceando a la verónica por última vez en aquel festival, yéndose del mundo del toro. Que son dos formas de quedar en la memoria: en el bronce de la esquina de Antonia Díaz y en la escultura de Miguel Ángel Domínguez Velázquez en La Algaba, con el traje de corto de aquella retirada nunca anunciada.

La estatua de La Algaba será como la pirámide del Faraón de Camas, la eternidad de su memoria en el mismo lugar donde nos dijo adiós sin decirlo, sintiéndolo. Muchos que en el año 2000 no habían nacido y que nunca lo vieron en una plaza lo siguen venerando como ese mito y símbolo del toreo según Sevilla que es, como la gracia y la sabiduría de la cultura agraria del veterano matador, creador de una filosofía, el currismo, de una forma de ver la vida, despacio, siempre despacio, templando al tiempo y venciéndolo. Desde hoy, Curro en bronce en La Algaba, donde se fue sin anunciar que se iba, en una pirámide faraónica que habrá que fechar como las estatuas de los dioses romanos de la Bética: "Anno XXIII d.C."

 

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