Hoy, en un Salón Colón hermosamente isabelino que alteraron con muebles de Ikea sin que la tiquismiquis Comisión del Patrimonio dijera esta boca es mía, don José Luis Sanz Ruiz será elegido alcalde. Con la mayor solemnidad, y los aplausos de los sevillanos, empuñará la vara de mando de la capital del antiguo Reino de Sevilla. La del asistente Olavide, de don Pedro Rodríguez de la Borbolla, del Conde de Halcón, el alcalde Palanqueta; de don Isacio Contreras, del alcalde Horacio Hermoso, de Eduardo Luca de Tena, del duque de Alcalá, del marqués del Contadero, de Fernando Parias, de Luis Uruñuela, de Manuel del Valle, de Rojas Marcos, de Soledad Becerril. Una vara con la que simbólicamente se han tomado las decisiones que han ido transformando a Sevilla de provinciana capital agraria y ganadera en la ciudad de las dos Exposiciones en un siglo, en gran urbe del Sur de Europa.
La responsabilidad del alcalde de Sevilla es, pues, grande. Sólo saber estar a la altura de algunos de los que le antecedieron con ese bastón de salir en el Corpus y en el Santo Entierro, y que dejaron su impronta en la ciudad ya es un laureado mérito. Sanz es más sevillano que el NO8DO, hermano de San Isidoro y de La Candelaria, aunque alguno lo tomaron por nacido en Tomares, que puso de dulce como alcalde cuando tantos dejaron la ciudad para irse a vivir al Aljarafe. Yo ahora me acuerdo de su idea del teleférico desde Tomares hasta el Metro, que la Junta del Régimen del PSOE ni miró siquiera, e imagino que es como si ese teleférico hubiera existido para traerlo desde la alcaldía aljarafeña al despacho de la Plaza Nueva.
Por las trazas, parece que la transmisión de poderes entre Muñoz y Sanz va a ser modélica. Ojalá. Porque mucho trabajo le queda por delante al nuevo alcalde, empezando por la limpieza, terminar con la ciudad más sucia de Occidente; ojalá se gane pronto el mote que le ha puesto Navarro Antolín: LipaSanz. Tiene que gobernar importantes empresas municipales, quizá enfrentarse a un racionamiento de agua por la sequía, para lo que debe rodearse de los más capaces directivos profesionales, no de agradadores. Tiene un problema de transporte público, de movilidad y de aparcamientos para el que va a necesitar mucha imaginación y decisión. Reforestar una Sevilla verde y cuidar los parques. Le alabo haber derogado el descabellado Plan Respira, que hubiera sido la puntilla para el comercio del centro, que debe revitalizar. Aumentar las conexiones aéreas. Dotar a la Policía Municipal para hacer de toda Sevilla una ciudad segura. Encauzar un turismo que, aparte de primera industria, se ha convertido en primera pesadilla de la ciudad. Debe restablecer la duración de la Feria y devolver su fiesta a San Fernando. Solucionar los problemas de los barrios más pobres de España, la degradación de la ciudad. Ojalá salga vuecencia, señor alcalde, triunfante en todo. Le deseo mucha suerte y que gobierne para todos, para los que le votaron y los que no. Y le pido al Santo Rey y a la Virgen de los Reyes que lo asistan, porque falta le va a hacer.
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