Presentación de "Curro Romero, la esencia" por Enrique Montiel
Enrique Montiel, junto a Antonio Burgos, durante
sus palabras de presentación del libro. Les acompañaban en el estrado el doctor Julio
Mendoza, cirujano-jefe de las plazas de Jerez y El Puerto, y José Antonio López Esteras,
presidente del Hotel Monasterio San Miguel, cuya Aula Cultural organizó el acto. Texto completo de la presentación de Enrique Montiel
Excelentísimas e Ilustrísimas autoridades, señores cirujanos taurinos, Maestro
Burgos, señoras y señores, curristas en general: a la paz de Dios y buenas noches.
Me recordaba Curro Romero una tarde inolvidable en la casa de don Álvaro Domecq,
señorío y hospitalidad como lema y divisa, por los predios de Medina, que Camarón, su
querido amigo José Monje, solía "agarrarse" siempre de su brazo. Un poco como
adoptándolo como hermano mayor, un mucho por la admiración tan grande que el cantaor
tenía al torero. Así me gustaría salir en esta foto portuense con mi admirado Antonio
Burgos, agarrado de su brazo de biógrafo de un torero que trasciende de su esencia para
alcanzar el mito de un cíclope de la fiesta, de un hombre que es resumen exponencial de
la humanidad, de un andaluz tranquilo, de Camas, de Sevilla, un andaluz sin estridencias,
todo lo contrario al andaluz "profesional", ese andaluz de exportación que
tanto daño nos ha hecho...
Ya sabía yo mucho antes de que se supiera, que Antonio Burgos andaba escribiendo no una
biografía de Curro Romero sino la biografía del Faraón. Por la amistad generosa que me
profesa Antonio, incluso conocí los primeros borradores de los primeros capítulos.
Quedé fascinado por contagio de la fascinación que el biógrafo sentía desde siempre
por
Curro Romero. Mas percibí igualmente las dificultades con las que se iba a encontrar en
el empeño.
Hacer la biografía de una persona de personalidad tan compleja, de vida tan rica, es
empresa en la que desisten los aventureros al primer contratiempo. Pero Antonio Burgos no
es un aventurero de las palabras,
es un consumado maestro, uno de los escritores totales de las Andalucías, Desde hace
mucho. Porque hace -ha hecho siempre- del escribir bien, del escribir con arte, una norma,
a la que ha añadido el conjunto de señas de identidad de esta tierra milenaria.
No me detengo, pues, en resumir una obra anterior, ni siquiera en hacer un recorrido
intelectural y artístico de Antonio Burgos. Un hombre que lleva años y años -desde El
Recuadro del ABC de Sevilla hasta ElRecuadro de El Mundo de Andalucía-, siendo uno de los
periodistas, uno de los escritores más leídos, con mayor capacidad para deleitar,
convencer,
disuadir, denunciar, o enojar de España, comprenderán que no se merece que yo dé
lectura a la ringla de méritos, títulos, premios y demás gracias. Porque seguro estoy
de que muchos de ustedes, por no decir todos, mantienen con él el diálogo diario de su
artículo, de su comentario de Protagonistas, de sus libros anteriores. Es algo así como
si me detuviera en ilustrarles a ustedes sobre la gaditanía de nuestro sevillano, que por
ser de Cádiz nació donde le dio
la gana, que es en donde nacen los gaditanos de los cuatro puntos cardinales de Cádiz. Ni
de su sevillanía, la otra cara de la moneda que resume el mundo y en donde están
escritas las palabras que parafrasean
las más repetidas de los partidarios de Camarón: De Sevilla. Y punto, como diría don
Manuel Fraga.
Pues, bien, este es el hombre, gaditano-sevillano de la Viña de la calle Bami, por cerca
de La Palmera, y de la calle Gradas, por cerca de la Catedral, que se enfrentó a la faena
-en la Maestranza de la Editorial Planeta, que es como decir en la Monumental de México
con mariachis, con todo su silencio y su puerta del Príncipe- de poner en palabras -el
mezquino idioma del que hablaba su paisano Gustavo Adolfo Bécquer- a la Esencia, o sea, a
lo inefable de un hombre que, vestido de luces, resume el Arte, el Sentimiento y el
Misterio. Y vestido de persona humana, la Inocencia, lo Conmovedor y Auténtico de la
Vida.
Hay varios modos de abordar el género biográfico, y el autobiográfico. Podríamos
hablar del género "alemán", así con comillas, que es una especie de On Line
retrospectivo, algo exhaustivo, descriptivo, incluso acrítico. Otro podría ser el
género hagiográfico, que si Antonio Burgos hubiera aplicado a Curro Romero habría
devenido el torero con aureola de santidad. También podía haber empleado el método
literario puro, o mixto. Esto es, digo lo que me parece y lo que no sé lo invento con
mayor o menor verosimilitud. Más que nada mezclando tardes de gloria con otras de siesta,
todo con mucho arte, en la línea del Tiempo de Guerras Perdidas de José Manuel
Caballero Bonald. Otros procedimientos
biográficos serían la biografía autorizada y la no autorizada, como si de personajes de
la Corte de Saint James se tratase, con Lady Di, su hermano el Conde de Spencer, la
mangoleta de la isleta de lago
artificial y el té de las cinco. O Clok.
La biografía acometida por Antonio Burgos es de las más difíciles de hacer. Como el
toreo de verdad, el toreo de Curro, la biografía que fue alumbrando el maestro Burgos
tenía que tener, antes que nada, el
consentimiento de Curro Romero, su acuerdo, y su colaboración. Esto es, que Curro le
concediera su confianza, pusiera su historia en las manos de Antonio Burgos. Sabía Curro
de sobra que Antonio era "partidario" suyo, que es la forma de la modestia de
Curro para llamar a los curristas, los hombres y mujeres que participan en la religión
del Currismo, como acreditan incluso sentencias de tribunales, jurisprudencia puntera y ya
inevitable, se habían creído. Mas ser partidario no podía ser condición última sin la
que..., sino la primera y principal, que debía ser acompañada por oficio sobrado: de
arte, de
oído, de Sevilla, de compás, de músicas y de palabras. Y de corazón. Así que de un
"bueno" de Curro, se pasó al trabajo arduo de tres años que hoy presentamos en
esta querida ciuda de El Puerto de Santa María.
La cosecha -en imagen de vinos- es este libro de 407 páginas. Endiabladamente coherente,
indesmayable y conmovedor. Que Antonio Burgos ha parcelado en tres territorios, o tercios,
como la corrida, que llama
Primer tercio: Hay ahí en Camas uno que le dicen Curro...; Segundo tercio: El Tarro de
las Esencias; y Último tercio: El Faraón. Además de, para que no quede duda de lo que
se trata, de los Apéndices, esto es, Cronología, Las Puertas del Príncipe en Sevilla,
las Puertas Grandes de Madrid, las Corridas como único espada, los Toros al corral, las
Cornadas graves, las Alternativas concedidas, Curro Romero en Internet, las 46 temporadas
de Curro como novillero y como matador de toros (han oído bien, las 46 temporadas), y el
Índice onomástico. Los tres tercios, las 407 páginas de Curro Romero, La Esencia,
llevan
un hilván por dentro de difícil detección, una suerte de Guadiana secreto que discurre
por debajo de la piel, un hilván extraordinario de 231 puntadas de hilos de oro y
misterio (sin contar los apéndices), que nos conducen a los infinitos pasos de la gloria,
del mito y de la leyenda de un torero que empezó siendo "Hay ahí en Camas uno que
le dicen Curro..." para habitar el espacio de respeto, de afecto y de admiración
universales de los verdaderos aficionados a la fiesta de toros.
"En esas tardecitas de viento escuchaba yo a lo lejos los oles de una tarde de toros
de Sevilla. Y, claro, me entusiasmaba, me quedaba allí, con la oreja pegada para donde
estaba Sevilla, y donde venía el viento,
detrás de Triana, por el río. Escuchando, escuchando..." Antonio Burgos fecha
aquí, en esos años duros de la infancia de Curro, en Gambogaz, y en el oído de los oles
de las tardes de gloria de La
Maestranza, la vocación torera del que sería leyenda desde el principio, uno que le
dicen Curro, de Camas. Es el principio de una historia escrita en primera persona por tres
años de amistad y palabras, y toda
una vida de admiración sin fisuras, de afecto y de respeto por un torero al que el
tiempo, verdadero juez, ha puesto en el sitio que tiene y que siempre debió haber tenido,
el lugar de la verdad y del arte. Pero decía de las 231 puntadas de oro del hilván
único con el que se han cerrado las costuras de este traje de luces y esclarecedor que ha
hecho Antonio Burgos a la medida del Faraón. Son 231 puntadas, 231 paradas, sobremesas,
recuerdos concentrados en los que una primera persona que habla, que no un magnetófono
que reproduce una conversación con obscena fidelidad, traza las líneas, funde los
colores, de una vida impresionante que se transmutó en el cortijo de Gambogaz, en donde
se oían los oles de las tardes de toro de la Maestranza, y fue creciendo en Camas, en
Sevilla y en los escenarios de las plazas de España, llenas de oles, o de
incomprensiones, en donde se fue fraguando la ilusión y el sentimiento de un niño que
quiso ser torero para dormir por la mañana, no levantarse temprano, entre las últimas
sombras, quitar de trabajar a su madre y a su padre y enseñar que la fiesta está hecha
de sentimiento, autenticidad y verdad.
Antonio Burgos en La Esencia ha pintado un cuadro impresionista, quiero decir que los
trazos, las pequeñas historias aparentemente deslabazadas,
configuran una imagen del esplendor de Curro Romero, de su humanidad llana y rica, de su
vida en ocasiones asombrada, de su mundo. Permitanme que lea una de las puntadas. Antonio
Burgos la llama "Mi
madre en la frutería". Es posterior a otra puntada definitoria de una noche en
Madrid, con Caracol el del Bulto, en el teatro, una noche en la que cantaba Pepe Pinto y
que le dedicó un cante al novillero de Camas, que avergonzado, se escondía casi en el
suelo del patio de butacas hasta que se vio obligado a saludar a los aplausos del
público.
Habla Curro, escribe Antonio:
"Esta timidez mía debe de venir de mi madre, que también era así.Cuando mi madre
vivía ensu casa de Los Remedios, la casa que yo le compré con los primeros dineros que
junté del toro, un día llego a la
casa y me la encuentro como muy tristona. Me dice mi madre:
- Tengo un disgusto más grande, Curro...
- ¿Qué te pasa?
- Nada, que después de vivir aquí tantísimos años, había una señora el puesto donde
voy a comprar la fruta, y le dice al frutero: "¿Usted no conoce a esta señora? Esta
señora es la madre de Curro Romero..."
- Y el frutero:
- ¡Coño, Curro Romero! Pues ahora mismo la despacho a usted, señora,
para que no tenga que esperar...
Claro, como mi madre no salió nunca en un periódico, ni ella alardeaba nunca de decir
quién era su hijo, pues no la conocía nadie en el barrio de Los Remedios como la madre
de Curro Romero. Mi madre como no decía quién era su hijo, si era torero o dejaba de
serlo, no le gustó aquello que la conocieran todos los que estaban allí en el puesto de
la fruta.
Y dejó de ir a comprar. Me dijo:
- Ea, Curro, ya me voy a tener que buscar otra frutería donde no me conozcan...
Yo en eso he salido a mi madre.
A mí tampoco me gusta que me conozca el del puesto de la fruta.
Y mucho menos que salten la vez porque sea yo." (pág. 132)
"HABLA CURRO, ESCRIBE ANTONIO" puede ser la clave de este libro tan
aparentemente claro, tan sencillamente escrito, tan rico de noticias, tan rotundo de
doctrina -de toros, de la vida-, friso de una larga época que a trazos se esfuma en esta
posmodernidad en cierto modo inconsistente. Y todo esto porque Curro Romero, aquel niño
de Camas, jamás ha olvidado su origen aunque Franco lo tratara de Curro frente al usted
de Queipo de Llano, y al currismo de la Condesa de Barcelona y de nuestro Rey, que Dios
guarde.
Curro Romero. La Esencia., es la biografía de un torero y Antonio Burgos no lo ha
olvidado nunca, en ningún momento. Las cosas de gracia y de arte que el libro contiene,
que contiene un montón (geniales el reloj de pared que Curro le regaló a Picoco, el tren
de las balas, las cosas de Caracol padre, lo del Beni...) van junto a la verdad de la vida
de un joven que quería ser torero, que quería -en palabras de Curro, en
palabras de Antonio- ir "del fango al barro de la Maestranza". Como felizmente
ocurrió, para la fiesta y para la literatura.
Ya digo, este libro es la biografía de un torero. Los aficionados, los seguidores
-partidarios o detractores de Curro- de la fiesta encontrarán en sus 407 páginas no
sólo la vida en palabras de verdad de un torero
sino la propia historia de la fiesta en el largo período de torero en activo de Curro.
Quiero decir que cuando Curro habla, cuando Antonio escribe las historias de tangentes
vitales de Curro -con Rafael el Gallo, con Juan Belmonte, con Salomón Vargas, con
Ordoñez, Luis Miguel, Antonio Márquez, Gitanillo de Triana, qué sé yo, todos los
toreros a los que de alguna manera la vida, la nuda biografía elemental de Curro hizo
roce, se está escribiendo la otra historia de la fiesta. Es lo mismo, también, cuando
Curro desvela como el que levanta levemente el paño que cubre una fuente la cocina de la
fiesta: los empresarios taurinos, los ganaderos, los apoderados, los hombres de plata, los
aficionados -partidarios y detractores inevitablemente-, los adosados al torero, a los
toreros, de los que Curro -siempre tan sensato, siempre en la medida de la distancia-
siempre supo separarse (yéndose a Madrid, haciendo mutis, quitándose de en medio). Un
biografía es eso inevitablemente porque un hombre es siempre el referente, el nódulo, el
centro del círculo de las cosas de su vida, de su época. Con la carga de las ideas, los
sucesos, las vivencias. Y las palabras. Hay, deliberadamente, en esta biografía
-permitanme que la califique con la palabra que se la resumí a su autor, al maestro
Burgos-, en esta biografía con-mo-ve-do-ra, como otro hilván secreto que a mí,
particularmente, me ha encantado, eso que podríamos llamar Curro Romero y el flamenco
pero que también podríamos llamar el flamenco y Curro Romero. Antonio Burgos pone en
palabras de Curro aquella letra que le cantó su amigo Camarón:
En un pueblo de Sevilla
ha nacío Curro Romero
condición noble y sencilla
de Camas este torero
Tiene arte y majestad
cuando abre su capote
nadie lo puede aguantar.
Toa la afición te persigue
por donde quiera que vas
y siempre está contigo
estés bien o estés mal.
Con verte un quite me sobra
de lo que tú sabes hacer,
como el toro te embista
ya tienes, ya tienes, alas en tus pies.
Que el Gran Poder te proteja
y te dé su bendición
y que sigas toreando
por el bien de la afición.
Curro Romero, Curro Romero
eres la esencia
de los toreros.
El flamenco entero, no sólo Camarón, también Turronero, Caracol, Lola, Mairena, La
Paquera, Pepe Pinto (ya aludimos antes brevemente a la anécdota de Madrid), Rancapino,
qué sé yo, todo el escalafón flamenco del medio siglo, ha sido currista. Y Curro ha
sido flamencófilo, dicho con cierta delicadeza. Quiero decir que Curro sabe de flamenco
casi tanto como de toros, del flamenco de arte quiero decir. Hay otra cosa de la que sabe
un montón este torero, que no lo sabe la gente: de dominó. Es un jugador temible. Un
poco como con los toros le ocurre con el dominó: en los toros, como cantaba Camarón, si
los toros le embisten ya tiene alas en los pies. En el dominó, si las fichas le entran,
ya se acabó el papel.
Ha sido larga y estrecha la relación de Curro con el cante flamenco, con los cantaores.
Es un ejemplo de lo bien que el biógrafo ha rematado esta faceta de la personalidad
poliédrica de Curro Romero. En una reciente entrevista realizada por Jesús Quintero a
Curro y Antonio en el Vagamundo, dijo Curro que había comprobado que Antonio Burgos se
daba cuenta de cosas -en la plaza- de las que muy poca gente se daba cuenta. Lo hacía en
clave taurina, no sé, quizá pensando en aspectos del toro, de la lidia, de la plaza, de
la fiesta en su conjunto, tan rica de matices pese a ser tan poblada de tópicos. Este
libro lo confirma. Es un corpus currista de primer nivel, y de lo que aquel niño que
escuchaba los oles de la Maestranza desde el cortijo de Gambogaz, estaba llamado a
representar en lo mitología y realidad de Andalucía y de España.
En este auditorio del Monasterio de San Miguel hay una nutrida representanción de la
cirugía taurina mundial. Los eminentísimos doctores conocen como nadie la anatomía, la
traumatología, las patologías del torero en cuanto tal. Antonio Burgos no ha hecho esta
biografía con un escalpelo de cirujano, ni siquiera con la cámara feliz de Benito
Zambrano, el galardonado autor de Solas. No ha sido psiquiatra, ni psicólogo, ni Chaves
Nogales, ni Cossío. Ha sido Antonio
Burgos simplemente, el Antonio Burgos que dialoga con nosotros cada día en El Mundo, en
Onda Cero. Ese hombre que se da cuenta de todo, partidario acérrimo del torero, amigo
generoso del hombre Curro Romero.
Y uno de los más grandes escritores de esta tierra. La verdad, no encuentro mejor tarjeta
de visita para recomendarles de todo corazón que lean esta Esencia que es quintaesencia
del trabajo bien hecho, aunque
sea a favor, y de lo que es hacer una biografía de un torero que es al mismo tiempo
película de cincuenta años, música de la lengua fresca, rica de jugos, de los andaluces
y orfebrería, espejo fiel, literatura. Con mayúsculas. Yo estoy muy contento, Antonio,
por lo que has conseguido.No sé si se me ha notado. Muchas gracias.