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Suenen
las campanas, vuelen las palomas, atruenen el aire los cohetes.
Loor y gloria a Hugo Chávez. Todo honor para Hugo Chávez,
porque ha sido el primer dictador que en la rebullasca del
autogolpe y del contragolpe ha tomado el poder en chándal. Como
suena. Podría decirse que se necesita ser hortera para tomar el
poder en chándal, pero lo de Chávez es completamente
comprensible. En las caraqueñas turbias horas de los
disturbios, tanto había oído hablar del ejercicio del poder,
que se presentó a tomarlo en atuendo de deporte. El poder es
siempre ejercicio de corredor de fondo, y nada mejor que el
chándal para sudar el cargo. Aventaja en esto Chávez a los
presidentes norteamericanos, que sólo se ponen el chándal para
corretear por las mañanas. Cuando vienen de visita a España,
de tal guisa se les ve salir del Hotel Ritz, rodeados de siete
mil guardaespaldas con el mismo atuendo, para hacer "footing"
por el Retiro. Chávez no quiso ser menos que los americanos y
se presentó a tomar el poder en chándal. Los que lo vieron se
dijeron:
-- ¿Pero este tío a qué viene? ¿A tomar otra vez la
presidencia o a hacer una barbacoa en la parcelita?
Vestía así Chávez el uniforme del cuerpo al que pertenece.
No al cuerpo de los dictadores, sino al cuerpo de los cursis. Me
interesa mucho Chávez, y me oigo todos sus discursos enteritos,
porque en la fauna hispánica de esa especie protegida a veces
por la Casa Blanca que es el dictador sudamericano representa la
parte de la cursilería. La herencia hispánica da dictadores
cursis. ¿Habría algo más cursi que la gomina de Videla, que
parecía que se iba a arrancar cantando por Gardel? Pero desde
el tinte a lo Manolo Escobar de Juan Domingo Perón no había
nada tan cursi en las dictaduras sudamericanas como Hugo
Chávez. ¿Lo han oído hablar? Es una mezcla del Padre Mundina
y de Julio Anguita. No pronuncia las palabras: las chupa. Y no
se pierdan el escenario, con el cuadro de Simón Bolívar al
fondo. Pero un Bolívar según Hollywood. Bolívar está pintado
en ese cuadro como los retratos de la señora de la casa que hay
en todas las chimeneas de todas las películas de teléfonos
blancos de Hollywood. Las palabras de Chávez tienen ese regusto
relamido de fonética sagrada de los portavoces de la
Conferencia Episcopal. Ya no hay oratoria sagrada, pero hay
fonética sagrada. Los obispos cursis, que los hay a manojitos,
hablan como Chávez. Oyes el discurso en el que anuncia que no
convoca elecciones porque lo apoya todo el pueblo, óle, y lo
pronuncia con tanta afectación que te dices como cuando oyes a
Anguita:
-- Seguro que este tío ha estado en el seminario...
Así que en punto a dictadores sudamericanos, ¿qué quieren
que les diga? Me quedo con Castro. Será un asesino, pero por lo
menos no es cursi.
Sobre la estética del chándal, en
El RedCuadro
El chandal de Urdangarín
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