abrán
visto muchas veces, y más ayer, en su velatorio mediático, la
noble cabeza de ojos achinados de Juanito Valderrama. Con su
perenne sombrero de ala ancha. ¿Saben qué guardaba Valderrama
debajo de ese sombrero andaluz? Pues la enciclopedia Espasa del
cante y de la canción, los cancioneros completos de todos los
palos del flamenco, la memoria fotográfica de los olores, los
sabores, los colores, los personajes, las situaciones, las
anécdotas, las hambres, las alegrías de las dos España que le
tocó vivir y a las que su voz le puso una indeleble banda sonora
que habrá de sonar por muchos años.Tuve
el honor de que Juan Valderrama me revelara ese Espasa, ese
Larousse, ese Google y ese Yahoo que llevaba guardado bajo el
sombrero de ala ancha que han sido las botas puestas con las que
el mito ha muerto. La tarde que Arturo Pérez Reverte y don
Alvaro Domecq presentaban mi biografía de Curro Romero, Juanito
se me acercó, con la humildad que tienen los grandes mitos, sin
creerse nunca nada, y con el sombrero en la mano, como persona
de diplomacia, se me abrió de capa:
-- A mí me gustaría que usted me hiciera a mí
un libro como el que le ha hecho a Curro Romero...
-- Pues lo vamos a hacer, don Juan...
Y lo hicimos. Tarde a tarde. Junto a mi
escritorio, con una maquinilla grabadora que Juan se trajo de su
casa, la que le servía para tomar apuntes y ensayos de los
cantes nuevos que con la ilusión de un chiquillo seguía
haciendo. Era ya verano y don Juan venía a casa cada tarde con
la fresquita: a las 5 de la tarde. Llegaba un taxi a la puerta y
se bajaba aquel gran hombre del sombrero de ala ancha, con los
recuerdos de España metidos dentro de su alma. Con la mayor
puntualidad que nunca conocí. Si la puntualidad es la cortesía
de los reyes, lo era ciertamente de este rey de la carretera del
cante y de los caminos de la copla. Eso que dicen que Valderrama
estaba en los camerinos de los teatros hora y media antes de que
empezara la función lo vi yo cada tarde mientras preparábamos el
libro. He dicho a las 5. A las 5 habíamos quedado, pero a las 5
no llegaba nunca, sino muchísimo antes. Isabel mi mujer decía
cada tarde:
-- Deben de ser ya las cuatro y media, porque
están llamando a la puerta y seguro que es Juanito Valderrama.
Este hombre cumplidor y puntual, que en su
vida llegó tarde a ningún sitio, lo que son las cosas, llegó
ayer tarde a su propio entierro. La capilla ardiente en una
iglesia barroca y sevillana, al lado de Aquella Que Está en San
Gil, iba a abrirse a las doce de la mañana y Valderrama, por
primera vez en su vida, por primera vez en su muerte, llegó
tarde. Me explicaron la causa de la tardanza: no podían sacar la
caja de la casa, porque se había perdido la llave de la cancela.
Yo sé que no eran las llaves de la cancela las que no
encontraban. Eran las llaves del cante las que abrían esa
cancela que ayer no podían franquear. Y no las encontraban
porque esas llaves, las llaves del cante, se las ha llevado don
Juan Valderrama dentro de una caja que hoy, entre olivares,
recibirá la levedad de su romana tierra andaluza.
ABEL INFANZON/LA ESE 30, El
Mundo de Andalucía, 14/3/2004
Hocicar
Como Jesucristo dijo a su discípulo que vendiera
todo cuanto tuviese y lo siguiese, así hizo. La única diferencia
es que fue Sevilla la que se lo dijo a Juanito Valderrama,
cuando estaba en Madrid, rico, triunfante, poderoso. Quería
vivir en Sevilla, cuna del cante, volver a la Alameda donde
había aprendido tanto en la Casa de los Pavón con Pastora, con
Tomás y con El Pinto. Volver a la ciudad de los sueños. Vendió
todo cuanto tenía en Madrid. Hasta por cuatro perras gordas unas
plazas de aparcamientos por las que ahora le hubieran dado
millones. Y se vino a Sevilla. Ay, a Sevilla. Juanito
Valderrama, que esperaba encontrar una ciudad con los brazos
abiertos, halló una tierra cruel y esquiva, que lo ignoraba, que
lo despreciaba. Una Sevilla cerrada que no le abrió sus puertas.
El pueblo llano, que se sabía sus coplas de memoria, sí que se
las abrió, como le llenaba los teatros y llenaba de dedicatorias
los programas de discos del oyente en la radio. Pero esa Sevilla
que usted sabe, ésa nunca la pudo conquistar Juanito Valderrama,
arrojado del paraíso al olvido de una casa en el Aljarafe. Ayer,
en esta Sevilla en la que hasta que no te has muerto no eres
nadie, los mismos puristas, los mismos pontífices, los mismos
intelectuales, los mismos satrapillas que le negaban el pan y la
sal y decían que era un cancionero que hacía gorgoritos y
prostituía el cante, esos mismos, que yo los vi y yo los
escuché, tuvieron que hocicar ante Valderrama. Cuando ya estaban
completamente seguros de que el hombre estaba muerto, pero que
tenían que guarecerse ante la avalancha del mito que se les
viene ahora encima.
Aquella España de Juanito Valderrama, (fragmento de sus memorias, por Antonio
Burgos)
Juanito Valderrama, una
vida de copla
Juanito Valderrama "Mi España querida"
Juanito Valderrama, verdadero viento del pueblo andaluz
Juanito Valderrama, cante y coplas
Don Juan Valderrama