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El Recuadro   

 Antonio Burgos
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El Mundo, miércoles 14 de abril del 2004

  ¿QUIÉN HACE ESTO?    Abel Infanzón de hoynewchico.gif (899 bytes)          


ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Las llaves del cante

Habrán visto muchas veces, y más ayer, en su velatorio mediático, la noble cabeza de ojos achinados de Juanito Valderrama. Con su perenne sombrero de ala ancha. ¿Saben qué guardaba Valderrama debajo de ese sombrero andaluz? Pues la enciclopedia Espasa del cante y de la canción, los cancioneros completos de todos los palos del flamenco, la memoria fotográfica de los olores, los sabores, los colores, los personajes, las situaciones, las anécdotas, las hambres, las alegrías de las dos España que le tocó vivir y a las que su voz le puso una indeleble banda sonora que habrá de sonar por muchos años.

Tuve el honor de que Juan Valderrama me revelara ese Espasa, ese Larousse, ese Google y ese Yahoo que llevaba guardado bajo el sombrero de ala ancha que han sido las botas puestas con las que el mito ha muerto. La tarde que Arturo Pérez Reverte y don Alvaro Domecq presentaban mi biografía de Curro Romero, Juanito se me acercó, con la humildad que tienen los grandes mitos, sin creerse nunca nada, y con el sombrero en la mano, como persona de diplomacia, se me abrió de capa:

-- A mí me gustaría que usted me hiciera a mí un libro como el que le ha hecho a Curro Romero...

-- Pues lo vamos a hacer, don Juan...

Y lo hicimos. Tarde a tarde. Junto a mi escritorio, con una maquinilla grabadora que Juan se trajo de su casa, la que le servía para tomar apuntes y ensayos de los cantes nuevos que con la ilusión de un chiquillo seguía haciendo. Era ya verano y don Juan venía a casa cada tarde con la fresquita: a las 5 de la tarde. Llegaba un taxi a la puerta y se bajaba aquel gran hombre del sombrero de ala ancha, con los recuerdos de España metidos dentro de su alma. Con la mayor puntualidad que nunca conocí. Si la puntualidad es la cortesía de los reyes, lo era ciertamente de este rey de la carretera del cante y de los caminos de la copla. Eso que dicen que Valderrama estaba en los camerinos de los teatros hora y media antes de que empezara la función lo vi yo cada tarde mientras preparábamos el libro. He dicho a las 5. A las 5 habíamos quedado, pero a las 5 no llegaba nunca, sino muchísimo antes. Isabel mi mujer decía cada tarde:

-- Deben de ser ya las cuatro y media, porque están llamando a la puerta y seguro que es Juanito Valderrama.

Este hombre cumplidor y puntual, que en su vida llegó tarde a ningún sitio, lo que son las cosas, llegó ayer tarde a su propio entierro. La capilla ardiente en una iglesia barroca y sevillana, al lado de Aquella Que Está en San Gil, iba a abrirse a las doce de la mañana y Valderrama, por primera vez en su vida, por primera vez en su muerte, llegó tarde. Me explicaron la causa de la tardanza: no podían sacar la caja de la casa, porque se había perdido la llave de la cancela. Yo sé que no eran las llaves de la cancela las que no encontraban. Eran las llaves del cante las que abrían esa cancela que ayer no podían franquear. Y no las encontraban porque esas llaves, las llaves del cante, se las ha llevado don Juan Valderrama dentro de una caja que hoy, entre olivares, recibirá la levedad de su romana tierra andaluza.

ABEL INFANZON/LA ESE 30, El Mundo de Andalucía, 14/3/2004

Hocicar

Como Jesucristo dijo a su discípulo que vendiera todo cuanto tuviese y lo siguiese, así hizo. La única diferencia es que fue Sevilla la que se lo dijo a Juanito Valderrama, cuando estaba en Madrid, rico, triunfante, poderoso. Quería vivir en Sevilla, cuna del cante, volver a la Alameda donde había aprendido tanto en la Casa de los Pavón con Pastora, con Tomás y con El Pinto. Volver a la ciudad de los sueños. Vendió todo cuanto tenía en Madrid. Hasta por cuatro perras gordas unas plazas de aparcamientos por las que ahora le hubieran dado millones. Y se vino a Sevilla. Ay, a Sevilla. Juanito Valderrama, que esperaba encontrar una ciudad con los brazos abiertos, halló una tierra cruel y esquiva, que lo ignoraba, que lo despreciaba. Una Sevilla cerrada que no le abrió sus puertas. El pueblo llano, que se sabía sus coplas de memoria, sí que se las abrió, como le llenaba los teatros y llenaba de dedicatorias los programas de discos del oyente en la radio. Pero esa Sevilla que usted sabe, ésa nunca la pudo conquistar Juanito Valderrama, arrojado del paraíso al olvido de una casa en el Aljarafe. Ayer, en esta Sevilla en la que hasta que no te has muerto no eres nadie, los mismos puristas, los mismos pontífices, los mismos intelectuales, los mismos satrapillas que le negaban el pan y la sal y decían que era un cancionero que hacía gorgoritos y prostituía el cante, esos mismos, que yo los vi y yo los escuché, tuvieron que hocicar ante Valderrama. Cuando ya estaban completamente seguros de que el hombre estaba muerto, pero que tenían que guarecerse ante la avalancha del mito que se les viene ahora encima.

 

Aquella España de Juanito Valderrama, (fragmento de sus memorias, por Antonio Burgos)

Juanito Valderrama, una vida de copla

Juanito Valderrama "Mi España querida"

Juanito Valderrama, verdadero viento del pueblo andaluz

Juanito Valderrama, cante y coplas

Don Juan Valderrama

 


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