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                a su diaria cita con el horizonte, el sol se iba poniendo por 
                detrás del Baluarte de Capuchinos. Acababa de llegar al paraíso. 
                Traduzco: a Cádiz. Iba para acompañar a
                
                Antonio Martín en la entrega del Baluarte del Carnaval que 
                le daban por la belleza de décadas de coplas. El Baluarte es al 
                Carnaval lo que el Compás del Cante al flamenco, títulos que 
                concede un jurado de expertos que reúne la Fundación Cruzcampo. 
                Por así decirlo, son los premios Príncipes de Asturias del 
                flamenco y del Carnaval. 
                A lo que iba y adonde iba: a Cádiz. Caía la 
                tarde, serena, con poniente fuerte. La mar empezaba a llenar la 
                marea vacía. Cañas de pescadores en el Campo de Sur, ese Malecón 
                habanero que se disfraza de gaditano a los pies de la Catedral 
                más bonita y marinera de Andalucía. Las otras catedrales de 
                Andalucía son solemnes, grandiosas. La de Cádiz es bonita.
                
                Y pasada la Catedral, por el malecón marinero 
                del Campo del Sur, salidos de sus bloques, de sus mareas, de sus 
                gaviotas, de sus aguajes, esperaba ver, como siempre, a
                los 
                ilustres gatos callejeros de Cádiz, a los gatos blancos y 
                naranjas, atigrados, solemnes, heracleos, del Campo del Sur. 
                Los gatos libres que mejor se lo pasan del mundo. Nada más 
                apropiado que un gato libre y callejero para la Cuna de la 
                Libertad. En Cádiz hay dos monumentos a la Constitución. Uno es 
                de piedra y sí se nota. Está en la Plaza de España, con la 
                Matrona Hispania y los padres constituyentes doceañistas. Hay 
                otro que no es de piedra. Es el monumento a la libertad que 
                representan los gatos callejeros del Campo del Sur. Se lo pasan 
                en grande. Tienen toda la mar para ellos, todo el aire, toda la 
                comida que le traen las marías del barrio de la Viña, toda el 
                agua que les llevan para beber. En Cádiz hay varias colonias de 
                gatos libres y callejeros. Colonias como fundadas por Julio 
                César cuando vino a echarse la siestecita del sueño imperial. 
                Hay gatos libres en el Parque Genovés, los hay en la Punta de 
                San Felipe, los hay en la Plaza de España, monumento a la 
                Libertad al pie del monumento a La Pepa. De todas, la del Campo 
                del Sur es la más gaditana, viñera y caletera. Tan carnavalesca, 
                que son los leones de Hércules fundador disfrazados de gatos.
                Pero esta vez, ay, no vi un solo orondo, 
                libre, dominador gato en el Campo del Sur. Ahora sé la causa. El 
                Ayuntamiento de Cádiz no tiene otra cosa más importante que 
                hacer que dedicarse a organizar matanzas de gatos callejeros. La 
                sociedad protectora Kimba y la asociación ecologista Agaden 
                tratan de impedir, sin éxito, la matanza. ¿Por qué esta inquina 
                antigatuna de tu Ayuntamiento, Teófila querida? Si los gatos 
                callejeros de Cádiz, aunque libres, no son del PSOE, no los 
                persigas de esta manera... Si son gatos de orden. En vez de 
                matar a los gatos, ¿por qué no declararlos imagen de la ciudad, 
                como ha hecho el refinadísimo Ayuntamiento de Roma, donde los 
                gatos forman parte del patrimonio sentimental de la ciudad? Y 
                además, que los andaluces vamos a quedar ante Europa como lo que 
                no somos. Asociaciones protectoras inglesas mandaban cada año a 
                Cádiz unos cuidadores que se encargaban de revisar 
                veterinariamente, vacunar y esterilizar en su caso a estos gatos 
                de las colonias libres callejeras. Amantes ingleses de los gatos 
                daban su dinero para esta misión en España. No quiero ni pensar 
                que cuando la próxima vez vengan a su benemérita tarea, no 
                encuentren un solo gato. ¿Qué pensaran de nosotros? Cuando los 
                ingleses pregunten a una señora gatera viñera, probablemente le 
                dirá:
                -- ¿Que qué ha pasado con los gatos del Campo 
                del Sur? Ná, que Teófila, emberrechinada porque no puede acabar 
                con el PSOE, la ha pagado con los pobres gatos... Como Santiago 
                Matamoros, usted, pero en plan Teófila Matagatos.