En
el suplemento dominical del periódico viene un informe sobre
cómo somos los españoles a través de cien datos
estadísticos. Los ilustrados del siglo XVIII lo hubieran
titulado "Los españoles medios vistos por sí mismos a
través de la estadísticas". Aunque no creo mucho en las
encuestas, las audiencias televisivas, las listas de "best
sellers" o los discos del "top ten", como los
datos del informe proceden del Instituto Nacional de
Estadística y del Centro de Investigaciones Sociológicas entre
otras solventes entidades, me los creo, aunque sea por una sola
vez y sin que sirva de precedente. Reflejan la prosperidad que
hemos alcanzado. El español medio tiene piso en propiedad, un
coche para él y otro para su mujer, teléfono móvil, un
vídeo, dos televisores, sueña ser su propio jefe y se
considera de clase media. Y dan en el informe un dato sobre
nuestra prosperidad que considero más importante que el consumo
de kilowatios-hora "per capita", que era hasta ahora
el indicador de las sociedades plenamente desarrolladas. En
España cada vez hay más mascotas domésticas. Seis de cada
diez hogares españoles albergan como mínimo un animal de
compañía. En las casas y los pisos de España hay trece
millones de perros, cinco millones y medio de gatos y más de
cuatro millones de pájaros. Cada español se gasta 499 euros al
año en el mantenimiento de su mascota.
¿Se ha dicho que esto de los
animales de compañía es un signo de sociedad avanzada? Pues se
debería decir. Siempre me sorprendía que en los supermercados
de Europa, por pequeños y de barrio que fuesen, hubiera siempre
un espacio importante dedicado a las comidas de perros, gatos,
pájaros, peces, conejos, y a todos los complementos para
mantenerlos en casa. Ya estamos aquí en ese estadio del
desarrollo. En cualquier gran superficie hay un pasillo entero
dedicado a perros y gatos, con todas las comidas y artículos
imaginables. Lo afirmo con toda propiedad porque, para no ser
menos que los europeos más avanzados, acabo de entrar en esa
mayoría del español con mascota doméstica, gato en mi caso.
Siempre quise tener un gato en casa. De niño tuve uno del que
aún me sigo acordando: el "Mil Rayas". El "Mil
Rayas", como su mismo nombre indicaba, era un atigrado gato
callejero que llevó mi madre un día a casa. Cuando jugaba
conmigo, escondía las uñas de sus garras de cazador de los
tejados. Hasta que un día, en el celo de la luna de enero, el
"Mil Rayas" desapareció en sus salidas amorosas.
Desde entonces lo eché de menos.
Hasta la otra mañana, fría,
húmeda, en que Isabel entró en el escritorio con su bolso
enorme del gimnasio y me dijo: "Mira lo que te traigo
aquí". Creí que era un regalo. Era, en verdad, el mejor
regalo: un gato. Por el bolso asomaba un gatito maravilloso,
exactamente igual que mi recordado "Mil Rayas". Un
gato común, callejero y atigrado, con una cara de pillo
bastante considerable:
-- Mira, es que estaba
abandonado abajo en los jardines de la casa, maullando el pobre,
tiritando de frío y me ha dado tanta pena... Y como tú siempre
has querido tener un gato...
Era una maravilla de pelo
suave, pequeñito, callejero y desamparado, de no más de dos
meses, como recién destetado. Maullaba de hambre, de frío, de
desvalimiento. Como era mediodía y todo estaba cerrado para
comprarle comida, le dimos leche (aunque luego nos enteramos que
es malísima para los gatos) y lo más apropiado que encontramos
en la nevera: jamón de York. Lo pusimos en el lavadero, con una
caja de zapatos a modo de cajón higiénico, donde el pobre hizo
ordenadamente sus primeras cosas e intentó cubrirlas sin poder
lograrlo. Nos creímos que era hembra, ya que no le vimos sus
atributos masculinos, y le pusimos "Roma", como gata
de pelaje romano del Coliseo. Luego nos dijeron que no, que no
era gata, sino gato, tan infantil que no le habían bajado aún
los testículos. De "Roma", aquella misma tarde pasó
a ser "Remo", por no salir de la ciudad imperial de su
pelaje. En veterinario y comidas nos lleva ya costados casi los
499 euros de la estadística. Los doy por bien empleados. Cuando
estoy escribiendo, "Remo" se me sube en la mesa a
jugar con el cursor del ratón digital sobre la pantalla del
ordenador. He comprendido, como cinco millones y medio de
españoles, que no es que tenga un gato en casa, sino que
"Remo" es tan generoso que nos deja a vivir en este
hogar del que hace tres meses que se ha hecho el dueño.