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Sevilla con sevillanos

y Puntas del Diamante

 Antonio Burgos

El Mundo de Andalucía,  domingo 11 de julio de 1999

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José Menese, la dignidad antes y después de la democracia

El cantaor José Menese

El cantaor José Menese

 

Menese tiene segundo apellido de güisqui, del güisqui que adoptaron los flamencos como bebida oficial de la dignificación del cante cuando Ricardo Molina le hizo a don Antonio Mairena la llave de oro al minuto en el Mister Minitt de la crema de la intelectualidad. Menese se llama José Menese Scott, ¿y a mí que me importa, si canta desde hace muchos años con ese desgarro que muchos no descubrieron hasta que oyeron a Camarón? Otros se meten en años y Menese se ha metido en carnes. Al muchacho delgadito y tímido de La Puebla que cantaba aquellas letras terribles se le ha puesto planta de figura legendaria del cante. Pero sigue siendo tan nuevo como cuando fue a cantar al Bar Central de La Puebla, lo oyó Francisco Moreno Galván e inventó al instante a José Menese. Igual que Cenicienta encontró el zapato, Menese encontró el arte que llevaba dentro y que mostró a Mairena, a quien lo llevaron a ganar el jubileo de sus indulgencias plenarias. Cantes grandes, en la tierra morisca que había dado sólo aficionados a las melodías melosas del Niño Marchena o figuras fronterizas de la ópera flamenca como La Niña de la Puebla. Dicen que sin Moreno Galván no hubiera existido Menese. ¿No será más bien al revés? Si no hubiera sido por Menese, nadie sabría a estas alturas quién fue Moreno Galván... salvo los ex suscriptores de "Triunfo".

De no haber ido aquel día a cantar a casa de Fernando el del Central, probablemente el hijo de Menese el zapatero y de Remedios, la que iba a la Cuesta del Sotillo a lavar la ropa, estaría todavía con la lezna echando medias suelas, apuntando quizá un cante por saetas de La Puebla el Viernes Santo. Pero Menese llegó al sitio justo en el momento justo. Mairena (Don Antonio, vamos) había decretado la santa cruzada de la dignificación del cante, la Tertulia Flamenca de Radio Sevilla era a estos efectos Los 40 Principales, estaban en marcha los festivales y los cantaores de Ayuntamiento delimitaban la geografía que iba de Morón a Mairena y de Mairena a Utrera. Por allí arriba, por Cataluña, estaban los de la canción protesta, que aún no eran llamados cantautores. Estaba Franco en El Pardo, Carrillo en París, "Triunfo" en la plaza del Conde del Valle de Suchill y los presos políticos del Partido Comunista en Carabanchel. Menese unió, por mano y pluma de su Pigmalión, Moreno Galván, ambas cosas: la pureza del cante y la rebelión del arte flamenco contra la dictadura. Para los maireneros, era la figura nueva que había que apoyar, porque venía con toda la pureza y, además, se atrevía a cantarle Franco las cosas que ellos sentían, pero no podían desde su pedestal. Para los antifranquistas andaluces, Menese era el símbolo de que también aquí abajo se podía cantar "La Estaca" a compás de seguiriyas.

Y cómo nos ayudaban a tirar de la estaca de la dictadura los cantes de Menese. Ir a un recital de Menese era como ir a misa progre en día de precepto. Tuvo el zapaterito morisco la vista de renunciar a los dineros fáciles de los tablaos. Pedía la libertad para España, pero empezó consiguiéndola para sí mismo, quitándose de cantaor de cuadro en el "Zambra" de Madrid. Lo suyo era lo nuestro: que lo entrevistaran en "Triunfo" como el Paco Ibáñez de Andalucía que era, que cantara en el Olimpia de París. Menese, entre tanto, mantenía una difícil doble militancia. Contentaba a los flamencos oficiales (más que a los flamencólogos, que no lo tragaban) y nos entusiasmaba a los antifranquistas. Le daban el premio Tomás El Nitri en el más que oficial y franquista Concurso Nacional de Cante de Córdoba que organizaba Antonio Alarcón Constant, pero nosotros le dábamos el premio de ir a sus recitales como si fueran un mitin, en el Colegio Mayor San Juan Evangelista.

Ha tenido, además, el supremo buen gusto de no haber pasado factura de su lucha por la democracia. Los cantaores de bodeguilla fueron otros, otros los cantaores de ayuntamiento. Los que, ay, no lucharon contra la dictadura preguntando por soleá que cuándo querrá el Dios del cielo que la tortilla se vuelva...

 

------Puntas del Diamante----

 LA MOTO DE CHUMY.- Del 42, Menese tenía veinte años cuando Chumy Chúmez, que andaba de flamenquerías con Fernanda y Bernarda para el UHF de TVE (como entonces se decía a la Segunda Cadena), se lo llevó a Madrid en el transportín de su moto, para que la gran calle de Alcalá reluciera con el cante de quien iba decidido a hacerse profesional. Al obligado paso como jornalero del cante en un tablao, y a la liberación del primer disco. Tenía detrás a todo el Partido Comunista para apoyarlo, a "Triunfo", a Radio París. Ahora podemos saber que aunque no lo hubiera tenido, Menese hubiera sido Menese. Manolo Gerena también lo tenía, y ya ven...

LAS LETRAS.- Igual que en tiempos de Alfonso XIII todos los chistes andaluces eran atribuidos al Bizco Pardal de Ecija, en los últimos tiempos de Franco todas las letras rebeldes y denuncia pasaban por ser de Menese. Era como un cantautor con pluma ajena. Hacía "flamenco de autor", con las valientes letras de Moreno Galván. Pero hasta las albertianas "Coplas de Juan Panadero" eran atribuidas por muchos a Menese.

EL DOLOR DEL CANTE.- Dijo un día: "El cante bueno duele". Por eso ahora lo descubren muchos que han llegado al flamenco de la mano de la moda de Camarón y el camaronismo. De José Monge, ha dicho Menese: "Camarón era como todos los cantaores que nos desgarramos con el cante, lo que llama la gente "raro", que es esta locura que nos mete el cante".

LA REUNIÓN.- A Don Antonio Mairena le hicieron a su medida el Festival de su pueblo. Menese no iba a ser menos. En su estela se creó en 1967 la Reunión de Cante Jondo de La Puebla de Cazalla, festival que cuenta con la valiosa serie de carteles de Moreno Galván. Para que se hagan una idea del tirón que tenía desde el comienzo aquel niño morisco que cantaba letras contra Franco, he aquí el elenco de la primera Reunión: Antonio Mairena, Juan Talega, Chocolate, Fernanda y Bernarda, El Perrate, Paco Laberinto, Trini España y Diego del Gastor. Es como si en la Plaza del Arquillo, Mairena, desde su trono, ante el mairenismo militante, dijera: "Este es mi hijo artístico amado, en quien tengo puestas todas mis complacencias..."

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