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Como
otros se van a Barraquer o acuden a la clínica del Doctor
Piñero, Alfonso el Sabio se fue a Santa Ana. Estaba que
rabiaba con un mal en los ojos. «Dolor de clavo» le llamaba la
medicina popular. Diagnostico hermosísimo, por cierto. «Dolor
de clavo» suena a canción de Rafael de León. Tú le pones un
poquito de menta y ajonjolí al dolor de clavo y te sale una
copla para que la rescate Falete, icono de la modernidad. Aquí
hemos dejado de hablar de los iconos rusos que traían de
bóbilis, bóbilis, sacándolos de matute por la frontera los que
iban al habitual crucero a San Petersburgo (ex Leningrado),
para estar todo el santo día con el icono de la modernidad
para arriba y el icono de la modernidad para abajo. Tanto es
así, que cuando sale uno de estos personajes, le quito la
tilde a mi sistema interjeccional y me pregunto:
-¿Otro icono, cono?
¿Por dónde íbamos, que me he hecho con el icono un lío? Ah,
sí, por ese dolor de clavo que le arrebataba el sentío a
Alfonso el Sabio: Quintero, León y Quiroga puro. Alfonso el
Sabio fue el primero que dijo que a la Giralda ni tocarla
cuando todavía era el niño sabio de San Fernando. Alfonso X
era como Paco Camino (a quien mando mis mejores ánimos) pero
en clase de hijo de San Fernando: Niño Sabio. El entonces
Infante Don Alonso dijo que pasaba a cuchillo al moro que le
tocara a un ladrillo de la torre.
-Eso es que endiquelaría por allí al moro Al Pavón con la
piqueta. Tú le pones a Enrique Pavón una chilaba y es
enteramente el moro Al Pavón, el derribista de la Gerencia de
Almotamid.
Y de tanto mirar amorosamente a la torre mayor, le salió al
Rey un dolor de clavo que le nublaba el sentío. Rabiaba. Y se
encomendó a Santa Ana. No a Santa Lucía, porque aún no estaba
puesto el azulejo en Santa Catalina. Santa Ana lo curó. Pero
entonces se dio cuenta el Rey Sabio que Santa Ana no tenía
iglesia en Sevilla. Encargó un ex voto en forma de iglesia.
¿Dónde? ¿Pues dónde va a ser? Como era poeta de cantigas y se
hartó de dar pregones en loor de Santa María de la Rocina,
pensó en sus futuros colegas. Decidió que Santa Ana estuviera
en Triana para facilidad de rima. Dijo:
-Echemos una manita a Juan de Dios Pareja Obregón: que los
autores de sevillanas y los pregoneros de los siglos venideros
lo tengan chupado...
Y por aquello del NO8DO, Alfonso el Sabio no me ha dejado
tampoco a Triana sin Catedral. No fizo una parroquia, sino la
Catedral de Triana. Triana podía ponerlo en sus armas chicas,
que ya es hora de inventarlas: «Alfonso el Sabio NO8DO sin
Catedral: Santa Ana». Pero esta Santa Ana de sus gozos y
veladas, de sus cucañas y avellanas verdes, sale feísima en la
iconografía. Hay que reivindicar la belleza de Santa Ana, que
me la pintan y esculpen a la pobre como si fuera la Vieja del
Candilejo, Inserso total, hogar del pensionista de la corte
celestial, con nariz de judío de Castillo Lastrucci. Triana
tiene que reivindicar la hermosura de Santa Ana:
-¡Santa Aaaaaaaaaaaana! ¡Guapa, guapa y guapa!
Porque, vamos a ver: de una madre tan horrorosa, ¿cómo va a
nacer algo tan bonito, hermoso y perfecto como la Esperanza
marinera, su Hija? ¡Eso es imposible! Santa Ana probablemente
estaba muy trabajada, de tanto barrer la carpintería de su
yerno José, que no era nada curioso y lo dejaba todo perdido
de virutas. O de tanto buscar al puñetero nieto en el templo
entre los doctores, los disgustos que me da este niño,
María... Pero de mocita Santa Ana tuvo que ser muy guapa.
Triana tiene que reivindicarla. Si Sevilla es la Tierra de
María Santísima, Triana es la tierra de la bendita madre que
parió a María Santísima. Lo siento, Juan Ruiz Cárdenas, pero
en Triana, como en Cádiz, hay que mamar: la Madre de la
Macarena es de Triana. La abuela del Señor de Sevilla, de
Triana. Si Dios es perfecto, ¿cómo se iba a privar de tener
una abuela trianera y guapetona?
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