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El Recuadro   

 Antonio Burgos

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


El señorito, deuda histórica

En la transición los llamaban poderes fácticos. Núcleos duros de influencia en las Sevillas. Sí, en plural: en las muchas Sevillas que existen, cada una de las cuales se cree la única. ¿Cuántas Sevillas hay? Tantas como sevillanos. Cuando una docena de sevillanitos se unen en una afición que practicar, unos intereses que defender, unas creencias que profesar, una influencia que ejercer, se erigen en una Sevilla unívoca que quiere imponer a las restantes sus criterios, sus esquemas, sus ideas y, si los tiene y no ha hecho almoneda de ellos, su sistema de valores. (Aquí el absolutismo no acabó con Fernando VII, ni la dictadura con Franco.)

Está la Sevilla del comercio, la Sevilla de la empresa, la Sevilla de los toros, la Sevilla del Betis, la Sevilla del Sevilla, la Sevilla de Triana, la Sevilla del Cerroláguila, la Sevilla de las cofradías, la Sevilla de las asociaciones de vecinos, la Sevilla de Pineda, la Sevilla del Pumarejo, la Sevilla del Mercantil, la Sevilla antiglobalización, la Sevilla de los ecologistas, la Sevilla del Rocío de Sevilla Sur, la Sevilla del Rocío de Triana, la Sevilla de los botellones, la Sevilla de los mangones, la Sevilla de Antares, la Sevilla de los sindicatos, la Sevilla de la CEA, la Sevilla de Los Remedios, la Sevilla de la Plaza de Cuba, la Sevilla de los tiesos, la Sevilla de Sevilla Este, la Sevilla de Los Bermejales, la Sevilla de los pisos del Prado, la Sevilla de los adosados del Aljarafe. Y sigan poniendo Sevillas, que no las agotarán. Son tantas Sevillas las que hay dentro de Sevilla... Como muñecas rusas. Ni peores ni mejores unas que otras. Distintas. Tan nuestras unas como otras. Personas distintas para una sola ciudad verdadera.

A un candidato a alcalde lo convidaron el otro día a almorzar, con postre de coloquio, en una de estas Sevillas. De las que pretenden ser más que nadie la única Sevilla posible. Cada Sevilla quiere ser madre y maestra de todas las demás. Vara de platino iridiado que dé la justa medida de las restantes. El candidato fue a una de estas Sevillas que miran por encima del hombro a todas las otras, perdonándoles la vida. La de quienes creyéndoselo todo sin causa justificada, dicen de los demás:

--¿Pero qué se ha creído ése?

Fue el candidato a una de estas Sevillas que nos preguntan a cada momento si no sabe usted con quién está hablando. Le fueron perdonando la vida, unos con estilito, otros con guasa. Quien menos es, más orgullo tiene. Cuanto más venido a menos esté y más tieso, más soberbia. Del esplendor de gloria de otros días tendrían mucho que aprender. Y que hacerse perdonar. Hay algunas de estas Sevillas que tienen la culpa histórica de que ideas tan nobles como el liberalismo no puedan nunca triunfar democráticamente aquí. Hablamos de la deuda histórica de Andalucía, pero ¿y la deuda histórica de los señoritos con Sevilla, dónde me la dejan? La deuda de una cierta derecha sociológica. A esa Sevilla lamentable le debe la derecha política que no pueda ganar nunca. Hay apellidos, casas, castas, actitudes, enclaves que imposibilitan per secula que las honrosas ideas liberales puedan ganar nunca. La ciudad que avanza sobre tortugas, como la Matrona Híspalis de la Fuente de los Meones en la Puerta Jerez. ¿Cuánto daño hizo el histórico señorito de Sevilla a la posibilidad de que posturas conservadoras puedan ser defendidas en democracia sin rubor y con posibilidades de éxito? Ahora hay señoritos emprendedores, empresarios, que crean riqueza y empleo, activos, que multiplicaron la fortuna de sus padres. Hay nuevos señoritos en el socialismo y en la Junta, señoritos de izquierda que heredaron lo peor de la derecha. Y quedan los de siempre. Los que sin ser nada ni nadie se siguen creyendo ombligo del mundo. Los que no la han doblado en su vida y no salen de la montería y las alcurnias. La Fábrica de Tubos: mamá tuvo, papá tuvo... Ellos no tienen nada. Más que orgullo y pobreza, todo en una pieza, cuando le dicen al candidato, como perdonándole la vida por no pertenecer a su Sevilla de ellos:

-- Ten en cuenta que en esta mesa se nombraban antes los alcaldes.

Y el candidato responde:

-- Eso, eso: antes. Ahora, gracias a Dios, se nombran en las urnas.

 

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