ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Esperanza en sepia

La hermandad de las Tres Caídas y de la Esperanza, con una priostía que sigue los pasos del inolvidable Fernando Morillo Lasso, el vestidor inigualable de la calle Pureza, ha hecho este año una raya en el agua, en el agua del río de la cucaña, de los barbos en adobo, del río de la lancha de Peana, con la estética antigua del besamanos de su Virgen en la Catedral de Triana, vulgo parroquia de Santa Ana, arrabal donde cada mañana de Viernes Santo se opera el milagro de que hable un Mudo, cantando las glorias de la Madre de Dios.

Trianero: óle ese buen gusto por lo antiguo de su hermandad, con las lámparas haciendo Corte de San Telmo en la evocación de la iglesia donde el dominico fray Bienvenido Arenas revolucionó a Sevilla desde Triana; con las flores sobre las doradas columnas; con unos blandones que compiten con los bizarrones de la otra Catedral, la de Sevilla. Óle esa nostalgia de lo no vivido. Conozco a estos priostes por cierto privilegio del «Bendita en calle Pureza» que me otorgaron el año pasado. Sé que son todos jóvenes, que en aquellos años que ha evocado su celestial escenografía de Santa Ana no sólo no habían nacido, y no es que sus padres aún no fueran novios, sino que estaban todavía en el Colegio Reina Victoria. Óle esa delectación en sepia por las grandezas de tiempo ido, que se escapa como agua en una canasta de rifas en el mercado de Triana, como decía Leal de Camas que era su rasgada voz.

Julio Domínguez Arjona ha virado al sepia sus fotos del deslumbrante color del besamanos de la Esperanza, y nos ha devuelto a ese soñado tiempo antiguo, que me hace pensar en un ay, yayayay, cómo se la lleva el río esta antigua estética. ¿Por qué, admirados hermanos trianeros de la Esperanza y oficiales de las juntas de todas las cofradías de Sevilla, os quedáis ahí, en la maravillosa estética del besamanos de la nostalgia, en la recuperación de la verdad de la belleza y de la belleza de la verdad? ¿Por qué os quedáis en el besamanos, en el altar de quinario, en los ramos cónicos, en la recuperación de las antiguas sayas, de los viejos mantos o de aquellos respiraderos tan buenos que se vendieron a un pueblo cuando entró la fiebre de la exposición de estrenos en el Salón Colón, en la competencia de emulaciones de la vanidad, el gran motor de la Semana Santa?

¿Por qué, cofrades de Sevilla, no lleváis vuestro plausible gusto por lo antiguo al tuétano de la razón de vuestra existencia, que es el culto público a Cristo y a la Virgen en la estación de penitencia? Yo quisiera ahora ver una voluntad de virar al sepia de la verdad todo el falso chafarrinón de colorines chillones de esta Semana Santa sacada de canon, sacada de medida, sacada de quicio, fuera de escala, donde lo secundario se ha convertido en lo principal y lo esencial se olvida.

Contemplando el tiempo antiguo detenido en las manos de la Esperanza con la rosa de plata de Bobby Deglané, símbolo de una época, yo quisiera ahora imaginar que volvemos a una Semana Santa donde los pasos son más gozados que los costaleros que los llevan. Donde los Cristos son más importantes que los siete mil músicos disfrazados de mamarracho militar de opereta que le tocan una marcha absolutamente rebuscada y exhibicionista. (Una voz desde el gallinero: «¡Sinvergüenza!»). Donde se hace verdadera estación de penitencia a la Santa, Matropolitana y Patriarcal Iglesia Catedral, y no entrada de roneo y de «enhorabuena, Manolo» en la Vanidosa Campana. Donde van los nazarenos que tienen que ir, los justos, ni uno más ni uno menos, y ninguna nazarena, y no siete mil millones de parejas con cirio y cincuenta mil tramos de cruces de tres en fondo. Donde van a ver las cofradías los que verdaderamente tienen devoción por sus imágenes y respeto por la tradición, y no los que acuden porque hay que ir, por moda, a aplaudir al Santísimo Cristo del Izquierdo por Delante y a Nuestra Señora de la Marcha de Paco Lola.

Contemplando las besadas manos de la Esperanza, le pido al Señor de las Tres Caídas que alguien, algún día, piense que no hay que ampliar la carrera oficial, sino que ahondarla en su verdad antigua. No hay que ir hacia Fray Ceferino, sino hacia lo hondo, hacia lo antiguo, hacia lo verdadero. Ojalá la Esperanza medie y su Hijo nos lo conceda.

FOTOS DEL BESAMANOS DE LA ESPERANZA DE TRIANA, POR JULIO DOMINGUEZ ARJONA    Fotos de besamanos antiguos en San Jacinto
 

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