ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Carro sin Escobar y con Raphael

LA crisis ha entrado en su fase Samaniego. Ahora es cuando hay que temblar, y no cuando el cenizo de turno dice que «lo peor está por llegar», que dan ganas de pegarles dos bofetadas. Estamos en manos de los fabulistas. Fabulistas oficiales del Reino que llegan hasta las más altas instancias. Hemos asistido a un cuento navideño por entregas, en forma de fábula: «El carro, el caballo y el barco». Con la crisis, a todos les ha dado narrativa y fabuladora, con moraleja naturalmente, porque si una fábula no tiene moraleja, ni es fábula ni es nada. Una moraleja sin Paseo Conde de los Gaitanes es obligatoria en toda fábula que se precie. El Rey, en su mensaje navideño delante del retrato de Luis Aragonés (que también son ganas de tener a un tío tan feo en casa, en un marco de plata), dijo que hay que tirar del carro. Mucha gente va en lo alto del carro, Majestad, como para que tengamos que tirar. Y no se baja ninguno. Tiremos del carro, aguantando carros y carretas, nos dijo el Rey. Menos mal que quien luego cantaba en la tele no era Manolo Escobar, sino Raphael, ninot indultado del franquismo y de sus funciones benéfico-navideñas con Ángel de Andrés como presentador, organizadas por Doña Carmen Polo en el Teatro Calderón. Hubiera sido terrorífico que después que el Rey dijera que hay que tirar del carro, hubiese salido Manolo Escobar: «¿Dónde estará mi carro?». El mensaje regio estaba ciertamente pidiendo a gritos la pregunta escobariana: «Sí, Señor, hay que tirar del carro», como bien dice Vuestra Majestad, ¿pero dónde estará mi carro? Porque mi carro me lo robaron anoche cuando dormía; me dicen que le quitaron los clavos que relucían, creyendo que eran de oro, de limpios que los tenía: un superávit en las cuentas públicas que daba gloria verlo.

A falta de Manolo Escobar con la sociología y fenomenología del carro, vino Rajoy, que está en todo. Rajoy escuchó el mensaje del Rey y dio su solución para tirar del carro.

-¡La gallina!

-No, el caballo.

Lo de Rajoy es elemental, querido Watson. Dice el Rey que hay que tirar del carro, ¿no? Pues llega Rajoy y nos explica que tenemos una crisis de caballo. ¡Eureka! ¿Pero cómo no se le ha ocurrido al Gobierno unir lo que dice el Rey con lo que dice Rajoy, que ahí está la solución? O mejor que unir: uncir. ¿Qué mejor para un carro del que hay que tirar que el caballo del Apocalipsis de la crisis de Rajoy? Enganchemos el caballo de Rajoy al carro del Rey y verán cómo esto va como la jaca de Estrellita Castro, galopa y corta el viento caminí...to de Jerez. Para el carro, carretero, que cantaba Concha Piquer, que verás cómo ahora sí vamos a tirar de él.

Y cuando más felices nos las prometíamos, tirando del carro no una mula resabiada, sino un caballo de pura raza española, candidato al primer premio de enganches en Jerez y en Sevilla, que podíamos enjaezar a la inglesa o mejor a la calesera, que es más nuestro, viene ZP, y en vez de continuar con la fábula de la tracción animal, con la que medio íbamos sacando al carro del atolladero, va el tío y vuelve a la manida imaginería náutica de los asuntos del Estado. ¿No quedamos en que España, Rex dixit, era el desaparecido carro de Manolo Escobar? Pues nada, ZP se ha empeñado en continuar con la fábula náutica del topicazo de la nave del Estado. Y como si fuera el capitán del «Titanic», pero sin orquesta tocando (porque a los profesores de la orquesta les han hecho un ERE y los han despedido), va el tío como el capitán pirata de Espronceda, Asia a un lado, al otro Europa, y allá en su frente Estambul con la Alianza de Civilizaciones, y larga: «La tempestad es fuerte, pero tenemos un barco muy sólido».

No sé ustedes, pero yo estoy hecho un lío con las fábulas de esta Navidad. Si tenemos que tirar del carro, ¿cómo vamos a tirar de él desde un barco, y en plena tempestad además? Por favor, señores fabulistas de las altas instancias: pónganse primero de acuerdo entre ustedes en cuestiones metafóricas y después nos lo cuentan. Porque yo ya no sé si hay que embarcar el carro en el barco o coger el caballo y ponernos a galopar hasta enterrarlos en la mar, o qué. Aclárense, por favor, y el año que viene me lo cuentan. Pero sin fábulas. Con soluciones.

 

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