ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Una discoteca en el mejor cahíz

Eso es lo que cualquiera puede pensar que quieren poner en el Patio de Banderas, cuando hayan leído que pretenden hacer allí un Antiquarium.

—¿Pero Antiquarium no es una discoteca de Rosauro Varo, donde volverá a ir mucho Vicky Martín Berrocal en cuanto pase el luto de su padre? Que por cierto hay que ver el bueno de José Luis Martín Berrocal, qué mala pata ha tenido de cara a la posteridad. Sea usted dueño de los autobuses de Damas y de La Sepulvedana; sea usted revitalizador del Recre; funde usted el Trofeo Colombino; compre usted la ganadería de Concha y Sierra; saque usted como torero a Manili; sea usted promotor de boxeo y empresario de Las Ventas, para pasar a la historia como... ¡el padre de Vicky Martín Berrocal!

Pues aunque parezca lo contrario, Antiquarium no es una discoteca de Rosauro Varo donde van los famosillos del corazoneo sevillano, y donde siempre hay un paparazzi de guardia en la puerta esperando a Rivera Ordóñez con la novia nueva, sino una barbaridad que quieren hacer en el Patio de Banderas. No conformes con haber echado a todos los vecinos que eran los inquilinos de los pisos del Patrimonio de la Real Casa, y con haber convertido aquello en un enorme centro oficial de organismos inútiles de la Junta, ahora la quieren emprender contra el Patio de Banderas en sí mismo, contra su configuración y esencia. Contra una de las pocas plazas de albero que nos quedan, con su fuente simpática rodeada de columnas con las cadenas de fuero, la que enmarca uno de los encuadres más fotografiados de la Giralda y de la Catedral, que es la visión única con la que se dan literalmente de cara los turistas cuando salen del callejón de la Judería y dicen todos lo mismo:

—¡Oooooooooooooooooh!

Lo ha dicho alguien tan poco sospechoso como Vázquez Consuegra: «En Sevilla se está imponiendo una estética propia de otras ciudades». Contra el Patio de Banderas quieren hacer las mismas perrerías que han extendido por Sevilla entera. Lo quieren poner moderno y montar allí eso con nombre de discoteca, un Antiquarium. Excavarlo enterito, para sacar cuatro ruinas locas que por anteriores catas de los arqueólogos Bendala y Tabales se sabe que existen allí abajo: una basílica paleocristiana y unos restos romanos. Y dicen que eso hay que sacarlo a la luz, para que los turistas se den tortas (de Castilleja) por venir a verlo. Tararí. ¿Qué van a venir los turistas ni van a venir a ver cuatro piedras viejas? Los turistas lo que vienen a ver es la maravilla del Patio de Banderas tal como está ahora, con su albero y con sus naranjos en flor, con su impagable telón de fondo de la Giralda, ¿qué ruinas romanas ni qué leche Pascual?

Esas ruinas como están bien es tal como están: enterradas. Enterradas es como no corren ningún peligro. Así han estado las ruinas romanas desde tiempos de «Julio César me cercó», y la basílica paleocristiana, desde el siglo IV. Y no han sufrido ningún daño. Si excavan el Patio de Banderas, y lo ponen aquello todo patas arriba, y le colocan un suelo de cristal para que se vean las piedras viejas, esos restos, total, estarán igual que los del Mercado de Triana, como los de la Plaza de la Pescadería, como los de la Encarnación. Muertos de risa, sin que los visite nadie, ni nadie les eche cuenta. ¿Vale la pena cargarse el ambiente único del Patio de Banderas para esto? Y puede aún ser peor. Amenazan con un «centro de interpretación».

—Un centro de interpretación, ¿qué es? ¿Una academia como la de Adelita Domingo, donde van las niñas que quieren ser artistas y aprenden a cantar por Marifé para superar el cástin de «Se llama copla»?

—No, un centro de interpretación son cuatro paneles locos, siete fotografías ampliadas y diez o doce paniaguados con el carné en la boca, colocados allí con un sueldazo, sin dar palo al agua.

—¿Pues qué mejor centro de interpretación del Alcázar, de Sevilla, de su historia, que salir al Patio de Banderas por el callejón de la Judería y encontrarse allí con la maravilla del mejor cahíz?

—Pues nada, estos tíos, aparte de cargarse a Sevilla como dice hasta Consuegra, ahora encima quieren tocarnos los cahíces...

 

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