ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Conejo andaluz, conejo manchego

Como hoy es domingo de Carnaval, aclaro urgentemente que me refiero al conejo propiamente dicho, al mamífero del orden de los lagomorfos, de orejas tan largas como la cabeza y patas posteriores más largas que las anteriores, no vayamos a tenerla. Tras este Carnaval de la discusión de si son muflones o son ciervos los que cazan Bermejo y Garzón, y si hay separación de poderes o no la hay en lo que no es ni Cataluña, ni Galicia ni Vascongadas y a lo que le hemos puesto de mote Estado, los conejos que dicen que inicialmente dieron nombre a España tienen que ser inteligentísimos. Lo digo por la licencia de caza de Bermejo, este ministro que se ha demostrado que tenía, y nunca mejor dicho, menos papeles que una liebre.
Para echarse al monte con la escopeta y el perro en la muy burocrática y ecologista España, por lo visto, se necesitan dos papeles: el permiso de armas y la licencia de caza. Supongo que Bermejo tendrá permiso de armas, aunque todo puede ocurrir. Pero no tenía licencia de caza. Licencia en regla para cazar en Andalucía, se entiende. Porque sí tenía licencia para cazar en Castilla-La Mancha.
-- ¿Y no es lo mismo cazar en Andalucía que en Castilla-La Mancha?
De ninguna manera. El conejo manchego, como todos sabemos, no es lo mismo que el conejo andaluz. De ahí que se necesite una licencia distinta. De las perdices, ni te cuento. Las perdices manchegas salen en las novelas de García Pavón o en los versos de Eladio Cabañero y las andaluzas, en las novelas de Manuel Halcón y en la prosa de José Antonio Muñoz Rojas. Vamos, tú vas por La Mancha con una licencia de caza válida para Andalucía y cuando te ven los conejos de los cotos sociales, es que se parten de la risa. Porque saben que como te pille la Guardia, al que te aventan dos tiros es a ti.
-- Y un conejo ¿cómo sabe si está en La Mancha o si está en Andalucía?
Perfectamente. Cada conejo, gracias a los desvelos ecológicos del Ministerio de Medio Ambiente, que los ha dotado de ellas, tiene una guía Campsa para saber por dónde anda y con qué cazadores se juega los cuartos. ¿Que está el conejo, un poner, en Las Navas de la Concepción, en El Revuelo, el coto de Carlos Oriol, y ve que llegan unos de Madrid que sólo tienen licencia de caza, como Bermejo, para Castilla-La Mancha? Pues corren unas leguas de nada, traspasan la raya autonómica y se meten en Malcocinado, que está en la provincia de Badajoz. Y se parten las orejas de la risa.
Los ciervos que caza Bermejo tienen que ser torpísimos, y no deben de saber nada de burocracia española. Con razón sale luego el otro que tal baila, Garzón, ante lo menos cuarenta de ellos, pobrecitos, muertos allí sobre el terreno. ¿Pues no que los muy gilipollas se dejan matar en Andalucía por un tío que nada más que tiene licencia para cazarlos en La Mancha?
Pasa con la caza como con la fiesta de los toros. Como un toro bravo, evidentemente, no es lo mismo en Pamplona que en Bilbao, y como los capotes y las muletas de Sevilla, en cuanto cruzan Despeñaperros, se remontan como la manzanilla y adoptan extrañas formas picassianas, de ahí que este carnaval de absurdos que es la España de las autonomías haya dispuesto un Reglamento Taurino distinto para cada comunidad. Una banderilla de Valencia no tiene nada que ver con una banderilla de Madrid, de ahí la necesidad de reglamentos distintos, como las absurdas licencias de caza por cada autonomía. Al paso que vamos, no me extrañaría que dentro de nada le ocurra a José Tomás como al ministro Bermejo: que le armen la bronca porque ha matado un toro en Murcia teniendo sólo licencia para estoquearlo en Olivenza.
 

 

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