ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Todos nos personamos por Marta

Me di un garbeo por el centro la otra tarde de esta bendita Cuaresma en la que faltan cuarenta días y cuarenta noches, pero qué cuarenta días y qué cuarenta noches, que te encuentras por una calle silenciosa los trajes oscuros de los hermanos que llevan a hombros a su Cristo en Vía Crucis, racheando los pies como minutero ansioso y ritual del tiempo que se acerca.

Y en ese garbeo de las tardes cada vez más largas por esta Sevilla que huele gloriosamente a incienso mezclado con el adobo de Blanco Cerrillo en la esquina de José de Velilla, lo sagrado y lo profano de los olores de las vísperas, la penitencia y los latigazos, llegué a La Campana y me encontré una bendita bulla. Una bulla en torno a una mesa. Una mesa de campimplaya, como la del tío que vende el incienso, igual, pero que despachaba aromas de coraje, de civismo, de protesta, de solidaridad, de iniciativa bendita en esta tierra del Aquí Me Las Den Todas y del No Passsa Nada. Delante del Macdónal, una pancarta recordaba el nombre de Marta del Castillo. Y delante de la pancarta, en la mesa, amigas y familiares de la muchacha que aquella mañana había ido a comprar incienso para su pebetero recogían firmas en los pliegos dispuestos para pedir el cumplimiento íntegro de las penas por parte de los criminales asesinos que mataron a la muchacha de la barriada Tartessos e hicieron desaparecer su cadáver, ay, yayayay, cómo se la lleva el río.

Firmé. Claro que firmé. ¿Quién no firma? Esa petición del cumplimiento íntegro de las penas por el crimen de Marta es de las de preguntar: «¿Dónde hay que firmar?». Porque las penas en España no son de pena, son de risa. Vemos como lo más normal del mundo que se pida el cumplimiento íntegro de las penas. Es decir, que se imponen sabiendo que no se cumplen. Por muchas fechorías y salvajadas que haya cometido un criminal, se sobreentiende que la pena es «un suponer», a título indicativo. Pero que cumplir, cumplir, lo que se dice cumplir, no la cumple nadie. ¿Por qué le cascan entonces 20 o 30 años a un tío, si se sabe de antemano que no va a cumplir esa condena en la cárcel, y que a los dos o tres años va a estar fuera?

Vemos como lo más normal del mundo que se pida el cumplimiento íntegro de las penas. Es tan paradójico como si solicitáramos el pago íntegro de las multas de circulación, porque su cobro fuese un cachondeo como el sistema penitenciario. Que no sólo la Justicia es un cachondeo, como dijo Pacheco: anda que el sistema penitenciario... A nadie se le ocurre pensar que si te cascan una multa de 300 euros por ir por la autopista de Cádiz echando leches, por buena conducta y por reinserción en la velocidad permitida la sanción se va a quedar reducida a 50 euritos. Y en el mismo sistema penal, si un juez te impone como pena una multa de 1.000 euros, los tienes que apoquinar a tocateja o te embargan el piso. El mismo juez que si le mete 20 años a un asesino sabe que no va a cumplirlos sí que te cobra la tela íntegramente. ¿Por qué entonces pago total del dinero de las multas, que no reinsertan nada, y no cumplimiento íntegro de la privación de libertad?

—Vamos, que las únicas penas que se cumplen aquí íntegramente son Las Penas de San Vicente.

Por eso firmé en el pliego de La Campana. Y vuelvo a firmar hoy, que Antonio del Castillo se persona como acusación particular en la causa de su hija. Todos nos personamos hoy en esa causa como acusación. Como cantó la comparsa de Antonio Martín en el remate del emocionante pasodoble que le valió el primer premio del Carnaval de Cádiz, «todos somos el padre de Marta» en esta España donde el cumplimento de las penas es de risa.

 

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