ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


¿Qué Pachi ni Patxi? ¡Francisco!

UN ya lejano 13 de mayo muchos españoles sentimos una gran frustración e incluso algunos cursamos en depre. Me acuerdo de la fecha perfectamente porque sonaba a copla de Rafael de León cantada por la Piquer: «Ay, 13, 13 de mayo, cuando me encontré contigo». Lo que ocurrió fue que aquel 13 de mayo no nos encontramos con nadie. Pues era la fecha histórica en que Mayor Oreja y Redondo Terreros, de consuno, tenían la oportunidad electoral de desalojar a los nacionalistas en la gobernación de la comunidad autónoma vasca, lo que no se consiguió, con lo que el terrorismo separatista volvió a tener su habitual balón de oxígeno, las libertades volvieron a quedar en su lugar descanso y qué le voy a contar que usted no sepa.

Por eso me parece un sueño que ahora hayan ganado en las Vascongadas los partidos que defienden la Constitución y el Estatuto, esto es, la libertad y la democracia y el ser y esencia de España. Y un sueño me parece que hayan llegado a un acuerdo esos dos partidos, especialmente tras la desconfianza que inicialmente nos ofrecía un determinado sector del socialismo vascongado que hasta ayer por la mañana estaba a papitos con los etarras en el mal llamado proceso de paz.

Lo que no consiguieron ni Mayor Oreja ni Redondo Terreros lo van a lograr Basagoiti y López. Dios quiera que López llegue a la presidencia de la comunidad autónoma vasca. Entre otras cosas, para que aunque allí en el Norte el vascuence sea respetabilísima y noble lengua cooficial, no nos la impongan como coartada de progresía y democracia en el resto de territorios de la nación española. Ahora no sólo los padres vascongados no pueden mandar a sus hijos a una escuela donde aprendan la lengua española; es que a lo tonto, a lo tonto, a todos nos han dado obligatoriamente una inmersión en vascuence. ¿Qué digo inmersión? ¡Ahogadilla!

Espero que López sea el presidente autonómico de todos los vascos para que allí arriba en el Norte le llamen Pachi, e incluso lo escriban Patxi, conforme a su ortografía de ellos. Pero también para que tras el vuelco del poder democrático y el desalojo de los nacionalistas, cuando hablemos en castellano podamos decir en nuestra lengua los topónimos y nombres propios de las Vascongadas y nos enteremos todos.

Comprobaré que las cosas han cambiado en la norteña gobernación el día que cuando se escriba o se hable en castellano el presidente de la comunidad autónoma vasca sea eso, el presidente de la comunidad autónoma vasca, ¿qué lehendakari ni lendakari ni qué letxes? Y de Pachi o de Patxi, nada. Será un signo evidente de la reconquista de las libertades, entre ellas la de hablar en castellano, el día que en Bilbao y en Vitoria le digan como les salga de la chapela, pero en Madrid y en Sevilla al presidente vasco lo llamemos por su nombre, sin diminutivos y en castellano: Francisco. ¿Qué familiaridad es ésa de Patxi ni Pachi? Y si lo mentamos con todos los avíos de su nombre completo y sus dos apellidos, pues mejor. Apunten: Francisco Javier López Álvarez. Esta es la grandeza de la democracia y del Estado de las Autonomías: que un señor de las Encartaciones que se llama Francisco Javier López Álvarez, y a mucha honra, no sólo llegue a la presidencia del gobierno de Vitoria, sino que pueda ser llamado así por el resto de los españoles que no tenemos la dicha de saber vascuence y que reclamamos, igualmente, que en este respiro de libertades podamos, por ejemplo, volver a decir Fuenterrabía y no Ondabirria, Ondarribia o como sea en vascuence, y que Pasajes sea Pasajes y que etcétera sea etcétera.

Mi enhorabuena anticipada, pues, a don Francisco Javier López Álvarez por este triunfo de la libertad y de la democracia. Ay, lo que hubiera dado el señor López por llamarse, como su socio, Basagoiti, que es un apellido con la chapela puesta...

 

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