Aventuré que el Metro se sevillanizaría en un periquete. La realidad no me ha dejado por embustero. Tan sevillano es que arrancó con una bulla tela de buena. Bulla de Domingo de Ramos, en la que no faltaron ni los cochecitos de niños chicos, ésos que le pegan a uno el viaje en todo el tobillo y se ven las estrellas. Las estrellas sublimes, naturalmente.

Para su total sevillanización, al Metro le faltan todavía tres cosas:

1.- La prueba de fuego de la Madrugada y de la Feria: el Metro con chocolate y calentitos, vamos.

2.- Un buen mote, de los que sólo los sevillanos saben poner.

3.- Media docena de chistes.

Pero todo se andará. Le ha faltado, eso sí, el cartel anunciador. Hubiera sido un punto, ese cartel del Metro puesto en el barro de los inmensos bocoyes de Valdepeñas de la magníficamente restaurada Casa Morales, óle el gusto por conservar nuestras cosas. Fotógrafos de la escalerita no habrían faltado. Porque el Metro tuvo más fotógrafos aficionados en su estreno que la del Porvenir por el Parque.

Y la puesta en marcha no me negarán que más sevillana no pudo ser. ¿Qué digo sevillana? Cofradiera pura. ¿Vieron el escenario del Lope de Vega? ¿A que parecía el Pregón del Metro? Sólo faltaban el cardenal y el capitán general, y los dos guardias municipales de gala para que fuese el escenario del Pregón con sillones blancos. Y con un atril que debería copiar el Consejo. Un atril como de la del Porvenir, un atril blanco de capa, y no el que usa el Consejo, que parece un ataúd vertical, que lo acaban de traer de un saldo del tanatorio y lo han puesto de pie.

El pregonero del Metro en el Lope de Vega fue el alcalde.

— ¿Ah, no fue Chaves?

No, Chaves iba de Alejandro Ollero, de capataz. Eso fue lo creativo, debe de ser la Segunda Modernización famosa, pues del Pregón se pasó directamente a la primera levantá, que ésa sí la dio Chaves. Lo normal. Las primeras levantás suelen darlas los benefactores de la hermandad, léase los que han soltado la tela para la restauración del palio o para los nuevos faldones. Y como Chaves es quien ha soltado la morterá del Metro, pues le correspondía la primera levantá. Vimos antes a la patera, a Lourdes Sánchez, la conductora, pues en la cuadrilla de profesionales del Metro, grandes profesionales, hay igualdad de género. Y luego Chaves dijo unas palabras que, vamos, me pareció que me las había copiado del arranque de mi pregonati del bacalati con tomati:

— ¿Estáis puestos, ascensores de la estación de la Plaza de Cuba y validadores de billetes de Mayo y Nervión?

Como suele ocurrir en las primeras levantás honoríficas, tomó el mando inmediatamente el verdadero capataz, que fue quien dijo ya lo de «Lourdes, que ví a llamá», y el que tocó el martillo, digo, el micro, con lo de: «Llamada general desde el puesto central, queda inaugurado el Metro de Sevilla». Y a Chaves, entonces, viendo la levantá, le salió su natal Ceuta, porque en vez de decir lo clásico de «Óle ahí la gente güena», soltó lo del «Vamos allá». Una malajá.

A partir de ahí, los sevillanos tomaron el Metro como se expresa la ciudad: con la bulla. Y con una novelería que les voy a decir a ustedes exactamente de qué es: de cofradía de vísperas. Si lo piensan, hasta las estaciones del Metro tienen nombre de cofradías de vísperas. O viceversa, las cofradías de vísperas tienen nombre de estaciones de Metro: Heliópolis, Bellavista, Torreblanca, Palmete, Pino Montano, Alcosa. Ojalá. Ojalá el Metro no fuera sólo esta Línea 1 de vísperas, sino que estuviera ya construida toda la nómina de la red y llegara a la Catedral, nunca mejor dicho, en estación. Que tuviéramos un Metro por el centro, como las cofradías de ruán y esparto, y pudiéramos cogerlo hoy en el Duque para ir a ver las cofradías de vísperas.