Igual que Rafael Alberti le puso Cádiz a todo lo dichoso, a Barack Hussein Obama le sale bastante el Hussein, y como buen descendiente de moros, identifica a Andalucía con el paraíso mahometano de los ríos de miel, los rascamientos de barriga en los harenes y las huríes bailando la danza del salamalecún, la mojama del atún te la vas a jamar tú, que yo jamo jalufó. Y dentro de Andalucía, tiene fijación con Córdoba. Obama le llama Córdoba a todo lo dichoso. Cuando quiere llevar a América por la senda ferroviaria de la modernidad, se acuerda del Ave a su paso por Córdoba. Y cuando en El Cairo echa su cuarto a espadas en la chorrada máxima de la alianza de civilizaciones, se acuerda de Córdoba, en frase ya tan famosa como la de Leire Pajín sobre la conjunción planetaria (de Planeta Agostini, por supuesto):

«El Islam tiene una orgullosa tradición de tolerancia. Lo vemos en la historia de Andalucía y Córdoba durante la Inquisición».

Pues que Santa Lucía le conserve la vista a Morenito de Chicago, porque por mucho que miro en la Historia de Andalucía, durante la Inquisición, lo que se dice la Inquisición, no veo nada del Islam. Cuando en 1478 se estableció la Inquisición, hacía ya 242 años que San Fernando había conquistado Córdoba y no quedaba allí un moro. Pues el moro que menos corrió ante la espá esnúa de San Fernando llegó tajelando hasta el ferry de Algeciras. Y está por ver que durante el Califato fuera Córdoba un modelo de tolerancia. El mártir San Eulogio, que era el arzobispo de Córdoba, no murió precisamente de infarto de miocardio. Y Abderramàn II se hartó de cortar cabezas cristianas. A todo el que hablara en público de Cristo lo usaban para pinchitos morunos. Fue como lo de Santiago Matamoros, pero el revés: Matacristianos. Así que no me vengan con la gaita de la tolerancia y el timo de las tres cartitas de las tres culturas. Lo mismo podía Obama haber dicho que Andalucía dio un gran ejemplo de tolerancia con el Islam en la batalla de Las Navas de Tolosa, y se hubiera quedado tan pancho (López).

Yo sé lo que le pasa a Obama con Andalucía y con Córdoba: que ha leído mucho a Antonio Gala. Demasiado. Pero eso se quita. Leyendo. Por ejemplo, a Manuel González Jiménez y su biografía de San Fernando. Obama está contagiado de la maurofilia que les encanta a los progres, e inoculado por la monserga de los historiadores a la carta que han construido la amañada leyenda de la tolerancia, cuando todos sabemos lo intransigentes que siguen siendo los mahometanos, y al papel de la mujer en las actuales sociedades islámicas me remito, y a los derechos humanos al otro lado del Estrecho mismo, por no tener que ir tan lejos como a El Cairo.

—Pero si El Cairo está en Pastor y Landero esquina a Reyes Católicos, ¿por qué dice usted que está lejos? Pues anda que no para gente del toro allí...

Está lejos de la verdad de la Historia todo este tópico de Al Andalus como Arcadia feliz que Obama se ha tragado. Y eso que Obama no conoce las verdaderas excelencias de Córdoba. Ha dicho todo eso sin conocer Bodegas Campos, que tiene más mérito. Y sin haber puesto un pie en El Churrasco o en El Caballo Rojo. Y sin haber probado los boquerones en vinagre de La Mezquita o la cola de toro de Pepe el de la Judería.

Y eso que Obama no ha visto a los beduinos de la Cabalgata. Este viene a la Cabalgata y es que se vuelve loco con los beduinos. Enrique Barrero: igual que Córdoba lo ha invitado a que visite la ciudad, ¿por qué el Ateneo no lo convida a la Cabalgata? Para salir de beduino, claro. ¿A que Obama tiene cara de beduino de la Cabalgata? No, no es negro de la base de Rota: es beduino de la Cabalgata total. A los moros, de momento, se está hartando de tirarles caramelos.