ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Veladores con microclima

Hijo, estaremos en una democracia y habrá libertad, pero ni en la dictadura había tanto intervencionismo ni te organizaban la vida de esta forma. Dentro de nada se meterán en salita de tu casa y te dirán cómo te tienes que sentar en el butacón para ver la tele. Estamos a cinco minutos de andar ya como en Alemania o en Suiza, donde lo que no está reglamentado de momento está prohibido y después ya veremos. La autoridad competente te prohibe fumar. Te cambia la televisión de toda la vida por la TDT, sin que nadie explique por qué. Si tienes una finquita en el campo, no se te ocurra cortar ni un árbol, porque vas a la cárcel. Tienes que poner en tu comercio una rampa para minusválidos aunque el local sea un cuchitril. La autoridad, entrometida y fisgona como una Señorita Rotenmeier de los reglamentos, cada vez se mete en más cosas de nuestra vida privada. Y en las playas ahora, ni te cuento. ¿Han escuchado la megafonía municipal de muchas playas? Es una letanía de prohibiciones. Hay algunas donde, menos respirar, todo está prohibido.

Sevilla no es excepción en la regla intervencionista general. El Ayuntamiento va a uniformar los veladores de los siete mil millones de terrazas que ha autorizado por todo el centro. Quiere poner a los veladores como a los municipales o a los bomberos: de uniforme. ¿No hablan tanto de la sostenibilidad de la biodiversidad? ¿Por qué entonces no quieren que los veladores sean diversos, cada uno de su padre y de su madre, que es lo bonito y libre? Por el intervencionismo de esta democracia que te reglamenta la vida mucho más que te la amargaba la dictadura, muchísimo más.

Mejor que tanto reglamentar los veladores para que sean todos iguales (y a saber de qué modelo Ikea o Makro, horroroso), sería que no los permitieran poner a troche y moche por esas aceras donde no dejan sitio para pasar, como ocurre por tantos lugares del Barrio de Santa Cruz. Que es ya el Barrio de la Santa Terraza, de la Santa Camiseta, de la Santa Paella y de la Santa Sangría. Un espanto degradado por un turismo zarrapastroso al que, horror, llaman primera industria. ¿Tanto le saca el Ayuntamiento a las licencias de terrazas que a este paso van a dejar que pongan una en el atrio de la Macarena y otra en la rampita de la Puerta de San Miguel por donde entran las cofradías en la Catedral?

Y eso que el Ayuntamiento no se ha enterado todavía de los chorritos de las terrazas. No sé qué nombre oficial tendrá el artilugio. Son esos tubitos aéreos con unos pulverizadores de agua que es moda poner en las terrazas con veladores. ¿Usted se acuerda del microclima famoso de las pérgolas de la Expo? Pues lo mismo, pero en la Puerta de Triana, en la calle General Polavieja, en el Parque, o en todas partes. Estás sentado tranquilamente en tu velador con tu cervecita y tu tapa de ensaladilla y de pronto, friiiiiiis, ¡coño, que está lloviendo! No, no está lloviendo. Es que los chorritos del microclima están pegando el programado zurriagazo de agua pulverizada, que para que haga más fresquito. Aquello te pone las gafas llenas de agüilla, pero no alivia nada la calor.

Dénse prisa si les gusta estar sentado en esta artificial Santiago de Compostela, bajo la fingida lluvia o neblina de los chorritos de agua pulverizada del pretendido microclima de las terrazas. Este Ayuntamiento, tan intervencionista como todo el Estado, seguro que de aquí a nada los prohibe. Para alegría que esas señoras que están negras con estos zurriagazos de agua pulverizada, porque cuando están sentadas en los veladores les ponen los pelos hechos unos zorros:

—Sí protesto, Pepe, ¿no voy a protestar? Es que acabo de venir de la peluquería y a esto no hay derecho.

 

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