Los de la Delegación de Movilidad tenían que levantarle un monumento al inventor de la maleta con ruedas.

—¿Otro monumento quiere usted? ¿No le parecen pocos los que hay, catálogo de mamarrachos dignos de un Museo Kitsch de los Horrores? Acuérdese de lo de San Fernando vestido de flamenco camino de la Feria, que dijo su nieta cuando pasaban ustedes por delante la plaza de los toros y vio la estatua de la madre del Rey.

Pues a pesar de esos pesares. Total, ¿no hay un escultor que hace sus obras a base de maletas, el que tiene una de ellas en la estación de Atocha? Se trataría de lo mismo, pero con ruedas. Movilidad, así, mostraría el agradecimiento de los sufridores de la peatonalización y de los que añoramos en Santa Justa a esos mozos que había antes en Plaza de Armas y en San Bernardo con un blusón azul mahón y una gorra, que te cogían el equipaje y hasta te lo subían al vagón y te lo colocaban en aquellas rejillas que había sobre los asientos.

—Por cierto: ¿cómo nos la aviábamos en el tren antes del Ave, que las maletas cabían perfectamente en el exprés, y no como ahora, que, una de dos, o sobran maletas o falta sitio para ponerlas, a pesar de tan alta velocidad?

Para mí que fueron los japoneses los que inventaron el huevo de Colón de las ruedas para la maleta. O sería que a los primeros que vimos con ellas fue a los turistas japoneses. Los mirábamos como a bichos raros: una mangada de japoneses arrastrando cada uno su maleta por el aeropuerto, todos iguales, los nipones y las maletas. Sin pensar que al cabo de los años andaríamos todos así, y encima dando las gracias al que inventó tal portento. ¡El peso que nos han quitado de encima, y nunca mejor dicho, las ruedecitas de las maletas!

Lo de la Movilidad que tanto pregona el Ayuntamiento no se entiende sin la maleta con ruedas. Yo no sé usted, pero yo cada vez veo a más gente arrastrando una maleta con ruedas no por Santa Justa o por San Pablo, sino por todas las calles de Sevilla y a todas horas. Cuando escribo acabo de volver de mi barrio y he visto por la calle Jimios, por donde estaba la taberna del Traga que en gloria esté (los dos, la taberna y Vicente El Traga), a unos turistas arrastrando unos enormes maletones con ruedas, probablemente hacia el hotel con encanto que pusieron donde antes estaban los tejidos del almacén de Alsesa, junto a uno de los callejones de nombre más mágico: Duende. Vas por la calle Tetuán y te encuentras a dos chavales arrastrando sendas maletas con ruedas. Por la Puerta Carmona, hacia San Esteban, te encuentras a gente con maletas con ruedas. Es el sino de la Movilidad en una ciudad turística que ha sido «aveneciada» a la fuerza, vedada a la circulación. Todos evocamos en Semana Santa la cara de angustia de esos dos turistas que han llegado el Martes Santo y van los pobres como pueden con sus maletas de ruedas entre los nazarenos de Santa Cruz por la calle Castelar, buscando el Hotel La Rábida mapa en mano. Pero es que eso ocurre ya todos los días del año. Y por toda Sevilla. Vecinos que viven donde no pueden entrar los coches o turistas recién llegados que buscan su hotel mientras arrastran las maletas, porque ni el taxi los puede dejar en la puerta ni hay transporte público. Total, como en Venecia, pero sin canales. Y sin vaporeto. En Venecia el vaporeto por lo menos te acerca a tu hotel. Aquí, ni eso.

Y nada digo del fin de semana por Reina Mercedes, quizá nuestro más vivo «campus» universitario de pisos de estudiantes. Un viernes por la tarde o un domingo por la noche es siempre por Reina Mercedes el Día de la Maleta con Ruedas de los estudiantes que se van a su casa o vienen de pasar en ella el fin de semana, con la ropa limpia que sus madres tan amorosamente les han lavado y planchado. ¡Igualito la Movilidad de la maleta con ruedas que la Sostenibilidad de tener que portearla a pulso en esta Sevilla que ha declarado la guerra al coche!