Me conforta que hasta El Más Influyente (que me citó en La Raza, y se lo agradezco) suscriba lo que vengo aquí sosteniendo, dando la cara desde hace mucho tiempo y exponiéndome a que me la partan en esta ciudad donde Nunca Passsa Nada, y si pasa, es en Triana. Lo que vengo sosteniendo es, a saber, apunta nene:

Que Sevilla es una dictadura en manos de un estalinista sectario, «ninot indultat» de la caída del Muro de Berlín y de la desintegración de la Unión Soviética, un resentido revanchista que sólo tiene 25.772 votos... y al alcalde cogido por la mismísima entrepierna.

Que parece que el objetivo político, ético y estético de estos señores del Ayuntamiento del Pacto de Perdedores, vulgo de Progreso, es que Sevilla se parezca a Sevilla lo menos posible y que hasta que no se la carguen no van a parar.

Que las Setas son más feas que Paquirrín.

Que la Torre Pelli no hace ninguna falta.

Que Sevilla va como el cangrejo y que, Palmas Altas al margen, Persan a un lado y tres o cuatro excepciones más así, aquí lo que hay cada vez es más paro, más ruina, más gentuza, más niñatos, más botellonas, más cochambre, más turistas zarrapastrosos, más mamoneo y menos vergüenza.

Y que de todo esto parece que tiene la culpa el primer teniente de alcalde, ilustrísimo señor don Antonio Rodrigo Torrijos. Esto sí que es grave: que el primer teniente de alcalde de una ciudad como Sevilla sea un tío como el de la pipa, con su discurso barroco a lo Antonio Bustos, pero pasado por Marx y por Lenin.

Y estas ideas son ya de común circulación por la ciudad cabreada, cercada por las vallas de obras, copada por las máquinas de estrechar calles y quitar aparcamientos, máquinas todas amarillas, con la mala suerte que da el amarillo. Y van calando en los damnificados por el Ayuntamiento: los comerciantes, los trianeros de San Jacinto, los vecinos del centro, los de Asunción, los arrollados por los ciclistas. (Inciso sobre ciclistas: ni los antiguos señoritos de Sevilla en la Feria, cuando no estaba prohibido que los jinetes se subieran en las aceras para llegar a la barandilla de la caseta del Aero, te echaban el caballo encima con la prepotencia con la que los ciclistas te arrollan cuando vas tranquilamente por la Avenida y, plas, como no andes listo, te pillan. ¿Por qué los señoritos caballistas no se pueden subir ya en las aceras en la Feria y los señoritos ciclistas sí se pueden subir en todas las aceras que les dé la gana, todo el año? Pues porque los ciclistas, los progres de almanaque, los paniaguados de la Junta, los comunistas Dolce Gabana y los empresarios colaboracionistas del Régimen sí que son los nuevos señoritos de Sevilla; los del Aero están ya todos tiesos.)

Que íbamos diciendo que va calando la idea de que de todos los males de Sevilla tiene la culpa la dictadura de la cachimba. Y quizá haya que revisar urgentemente tal idea. Ya lo he visto escrito en la competencia. Lamento no recordar si se lo he leído a Javier Rubio, a Juan Miguel Vega o a Manuel Jesús Florencio, uno de mis clásicos. ¿Qué he leído? Pues que mucho ojo, que Torrijos quizá sea una coartada del alcalde, para que con vistas a las elecciones le echemos a la pipa la culpa de cuanto malo que ocurre en Sevilla, y que Don Alfredo vaya de reina madre. Aparte de todo lo que Torrijos es, puede ocurrir que constituya, además, una coartada. Coartada perfecta y sibilina: el malo de esta película de terror que es Sevilla, para que el alcalde aparezca no como el máximo responsable de este desastre, sino como el bueno... Y no precisamente el Bueno Monreal, que menuda le van a liar en su calle con el dichoso túnel de La Palmera. ¡Ese sí que va a acolapsar La Palmera, Donmanué, pero de criaturitas en coche!