ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Torrijos-Español,Español-Torrijos

Será por la deformación profesional de mis estudios de Filología Románica, pero siempre me ha deslumbrado el lenguaje de Torrijos. ¿Cómo se puede hablar de un modo tan cursi y tan rebuscado? Las grabaciones de Sevilla Global con las amenazas a sus trabajadores contestan por sí solas a esta pregunta del millón. Así sólo se puede hablar con diccionario. Tiene que ser ciertamente apasionante este «Diccionario Torrijos-Español, Español-Torrijos». Que debe de estar publicado por uno de esos paniaguados y estabulados editores del régimen que la Junta de Andalucía infla a subvenciones y a compras de libros para las bibliotecas públicas.

Porque aparte de otras consideraciones que harán mentes más preparadas que yo, que soy del Postigo, las grabaciones de Sevilla Global me han tirado de espaldas por el lenguaje. Andá: resulta que igual que Aznar hablaba catalán en la intimidad, el primer teniente de alcalde (porque ahí donde lo tienen es primer teniente de alcalde, qué barbaridad) no habla en privado su característico lenguaje, el torrijos, ese idioma que vienen a estudiar especialistas en Filología de todo el mundo, quienes se llevan las manos a la cabeza cuando lo escuchan, a la voz de: «Pero este tío ¿qué dice que vende?».

Creía que Torrijos hablaba siempre en su propio lenguaje, con sus barrocos circunloquios. Que, por ejemplo, cuando por la noche iba a bajar a tirar la basura, le decía a su mujer:

—Voy a depositar la bolsa de residuos sólidos urbanos en el soporte receptor comunitario de los vertidos de la sostenibilidad del medio ambiente.

Y que cuando en su casa se salía la cisterna del cuarto de baño, le decía a su mujer:

—Tenemos que avisar al técnico en infraestructuras para la sostenibilidad del abastecimiento de recursos sanitarios de higienización, porque he detectado científicamente una pérdida de líquido elemento emasésico en el soporte de alimentación hídrica del receptáculo para la eliminación residual de los mojones sólidos urbanos.

Yo creía que siempre hablaba así, cursi, oscuro y difuso. Pero resulta que no: que es sólo cuando habla en público. En privado, y esas grabaciones lo demuestran, o bien habla como el común de los mortales o bien es que ese día se dejó el Diccionario en casa y rompió a expresarse como un señor normal y no como un iluminado de los recuelos del estalinismo. Y comento los textos de la grabación para demostrarlo. Le dijo a Ramírez:

—Tú y yo somos perras viejas, Pepe.

Eso es Torrijos sin Diccionario, en español. Con Diccionario, en lenguaje torrijos, eso se dice así:

—Tú y yo somos ejemplares femeninos de la raza canina en su tercera edad, José.

Diciendo lo de «perras viejas», ni Torrijos es Torrijos ni ná de ná. Como cuando dijo:

—Pepe, ¿a ti eso no te produce ninguna urticaria?

Quiso decir en realidad:

—¿A ti eso no se te origina ningún episodio patológico de la enfermedad eruptiva de la piel cuyo síntoma más notable es una comezón parecida a la que producen las picaduras de la ortiga?

¿Es serio que todo un Diplomado Universitario en Enfermería, vulgo practicante, se refiera así a la urticaria? Así, sin Diccionario, Torrijos pierde todo su encanto, su progresismo, su modernidad, su movilidad, su sostenibilidad y su por aquí te quiero ver. O algo peor. Porque si cuando ponen los vídeos de sus discursos por Sevilla TV no se le entiende nada y da risa, cuando se le entiende todo en las grabaciones de Sevilla Global da terror. Completamente de checa descrita por Agustín de Foxá.

 

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