A modo de la antañona tarjeta de aguilando del cartero que comenté, quiero enviarle hoy, oh lector, mi felicitación de Pascuas con una fingida cesta de Navidad. Con gloria bendita dentro. Y con su décimo de lotería, a ver si mañana le toca. Así que el frito variado del verano es hoy cesta navideña.

¿Juega usted el 25.772?.- Mi apoderado Moeckel, que casi todo lo consigue, me dijo que me iba a mandar un décimo de lotería con este número, guarismo que en Sevilla da muchísima suerte. Pero ésta es la hora en que los niños de San Ildefonso van a empezar a sacar bolas del bombo, como si estuvieran sorteando VPO, y no me lo ha mandado. Conocerán el número. Es el que en el sorteo electoral municipal de 2007 jugaba Torrijos. Y le tocó. Le tocó el gordo de negociar sus 25.772 ridículos votos. Con el 25.772 en la mano, Torrijos se acercó a la administración (local) y cobró la primera tenencia de alcaldía, puestos de maravilla para sus dos concejales, empleos a pelón para sus correligionarios, mamelas infinitas para sus brigadistas, manteca colorá para sus camaradas de Cuba y las otras dictaduras sudacas, y qué te voy a contar yo que tú no sepas. Así que yo quiero jugar también el 25.772. El de los millones. El que siempre toca. (Toca joderse de que una minoría así tenga al alcalde cogido por los ya me entiendes y se haya cargado a Sevilla.)

Cardenal de ida y vuelta.- Hablando del Ayuntamiento. Cuando el cardenal Amigo fue a despedirse, la Banda Municipal, en plan Ancá Anselma, le tocó el «No te vayas todavía». Sevillana que Amigo Vallejo se tomó al pie de la letra. Tenemos emérito de ida y vuelta. Cada lunes y cada martes lo tenemos aquí, presidiendo algo. ¿Dónde está nuestro arzobispo? No «el nuevo», sino el arzobispo a secas. Lo de «nuevo arzobispo» es un solecismo como «las antiguas pesetas». Las pesetas eran y el arzobispo es. Y punto. No olvidemos que cardenal es un título de la Iglesia, no un cargo. Los ex alcaldes no vuelven al Ayuntamiento para presidir cosas. Y menos para repetir en el entierro del Cura Javierre lo mismo que en el de don José Alvarez Allende, el párroco de San Bernardo, ese humor negro de «no le di permiso para morirse; me fui, me descuidé un poco y se me muere». Seguramente estaré equivocado (como en tantas cosas) pero todo esto me parece como si quien apareciera para salir en la foto en las cosas importantes del Ayuntamiento fuera Manuel del Valle.

La viuda de Lorca.- Muy bien Griñán apoyando la Fiesta Nacional. Aunque aquí no hay el menor peligro de que ocurra como en Cataluña. Aquí no tenemos ninguna necesidad de que venga José Tomás a salvar la Fiesta... o a salvar su cuenta corriente. Los enemigos de la Fiesta, como decía Martín Ferrand, están dentro de ella. Y si quieren, digo nombres. Por eso yo instaba a Griñán a que prohibiera a Gibson. Para mí Gibson tiene la misma autoridad que Pepe el Escocés. ¡Cuidado que fundar su teoría de la tumba de Lorca sobre un botellódromo donde sólo han aparecido «latas y algún tapón de litrona»! Hay que prohibir a Gibson porque este tipo de guiris sueltos tiene mucho peligro. Tras su fracaso con Lorca, que ni está ni se le espera, es capaz de decir que sabe dónde está enterrado Blas Infante y que hay que buscar sus restos. Punto en el cual quiero alabar la discreta y firme postura de las hijas de Infante, María, Alegría y la difunta Luisa, su ejemplar silencio al acudir cada 11 de agosto a poner unas flores en la fosa común del cementerio de Sevilla. ¿Se imaginan que Gibson hubiera metido la cuchara y le hubiera dado por decir que hay que encontrar los restos del autor de «El Ideal Andaluz»? Y como tantos cientos de miles de personas viven ahora en la Junta a costa de un Blas Infante en el que no creen, no te quiero ni contar la que hubieran organizado con fervor de conversos. Después de todo, mejor que el guiri chuflón sentara plaza de viuda de Lorca y dejara tranquilo a don Blas Infante.