ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


El esmoquin de mi Patrón

Si es por linaje, aventajaba a su Rey, a Don Juan de Borbón, al que sirvió con arrojada lealtad desde los tiempos duros de Estoril, jugándosela por España y su Monarquía desde las viejas linotipias de la calle Serrano. Si Don Juan era hijo de Rey y padre de Rey, Don Guillermo, mi Patrón, era nieto de periodista, hijo de periodista, periodista y padre de periodistas. En su nobleza, probada por la ejecutoria de una vida entregada a España, al liberalismo y a la Monarquía, no es que Don Guillermo tuviera sangre azul: le corría tinta de rotativa por la palma de sus grandes manos generosas, gesticulantes en su continua juvenil capacidad de asombro, valientes cuando sonaba la hora común de las cobardías, misericordes cuando llegaba la hora de la venganza, que siempre impuso su generosidad sobre los mal nacidos.

De Don Torcuato su abuelo, el Fundador de ABC, heredó directamente su amor por Sevilla. Su padre, Don Juan Ignacio, haciendo realidad la idea de Don Torcuato, fundó en 1929 el ABC en Sevilla. ¡Cómo cuidó Don Guillermo dentro de la Casa al periódico de su padre, en la tierra de su abuelo! A pie de obra, desde las viejas naves de La Enramadilla donde estaban las fábricas de agua de azahar, aceite y chocolate de la familia, engrandeció y modernizó su ABC de Sevilla. Igual que otros le ponían un piso a su querida, Don Guillermo le puso huecograbado propio a su periódico, del que fue gerente y director en los años más duros y cuya tirada triplicó, aunque nunca presumiera de ello.

Ahora que se me ha ido mi viejo Patrón, que ya no le podré gastar más bromas en alemán macarrónico, recuerdo de su amistad en un inolvidable viaje por Baviera con comunes amigos de su Sevilla, no se me enfadará porque cuente lo de su Virgen y lo de su esmoquin. Lo de su Virgen es que Don Guillermo le puso a su querida Sevilla los ojos de una Divina Mujer: la Virgen del Valle. Hay flechazos a lo divino. Como otros se prendan de una chavala en Semana Santa, un Jueves Santo, cuando era director de ABC de Sevilla, estaba viendo pasar la Hermandad del Valle y se enamoró de los ojos de su Virgen. Sin tener relación familiar alguna con la cofradía, que la de sus abuelos era Montesión, pidió hacerse hermano. Quizá vería en los ojos de su Virgen del Valle la idealización de la utopía de su ciudad amada. Y cuando Su Majestad lo creó Marqués del Valle de Tena, en nuestras bromas le dije:

—Patrón, eres único: a nadie ha hecho el Rey marqués de su propia cofradía, y mira a ti, qué detalle: te ha hecho Marqués del Valle. Del Valle de Tena, pero Del Valle al fin y al cabo. A tu título nada más que le falta la marcha de Vicente Gómez Zarzuela.

Y aunque miraba para otro lado, y con su modestia quería cambiar la conversación, yo sé que le encantaba cuando contaba a los amigos la historia del esmoquin de mi Patrón, patrón de oro puro de su entrega por ABC. Por mantener el espíritu de estas Tres Letras y su libertad, por servir a España y a su Rey, Don Guillermo lo pasó muy mal. Hasta hipotecó su piso para seguir sacando el periódico... y pagando a sus jubilados. Algunos sabíamos que estaba tieso, y a mucha honra, por ABC. No tenía ni para comprarse un esmoquin nuevo para la Cena de los Cavia. Iba cada año con el de siempre, que se le había quedado chico. Algunas amigas le censuraban su aliño indumentario. Otros sabíamos toda la verdad. Un año y otro, era un espectáculo el esmoquin estrechísimo de Don Guillermo en los Cavia. Hasta que una noche apareció con un esmoquin nuevo, de sastre, bien cortado, elegantísimo. Le dije en aquella cena a Alfonso Ussía, a quien mi Patrón me presentó en una cena inolvidable que organizó en Puerta de Hierro:

—Compadre, ABC se ha salvado. Mira, Don Guillermo ha podido hacerse un esmoquin nuevo.

Y con aquel esmoquin glorioso de la prosperidad, como antes con el de las estrecheces, levantando su copa, pronunció en el brindis sus tres palabras rituales, que vuelvo a escuchar ahora en su voz, como un resumen de la entrega de su vida: «¡Por El Rey!».

 

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