ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


El oso de las 200 palabras

Los articulistas deberíamos levantarle un monumento al Circo Mundial, cosa que hago en este mismo momento, a modo de la portada de la Feria, sin aeroplano, pero con oso. El Circo Mundial nos da, desde hace 35 años, la otra dimensión de la Feria, la que tiene casi tanta literatura como el Real, los enganches, los caballistas y las muchachas metidas dentro de esos trajes de flamenca cada vez más estrechos, que yo no sé no ya cómo pueden entrar en ellos y subirse con ellos a un coche de caballos, sino cómo pueden siquiera andar, tan ceñidos, juntándoles tanto las rodillas que les tienen que hacer sobaduras.
—Y no vea usted cuando tienen que ir al cuarto de baño en una caseta...
—Yo no veo esas cosas, señora, ¿por quién me ha tomado usted, por un satirón morsegón de flamencas en los baños de las casetas?
—No, es que las pobres, con esos vestidos tan ceñidísimos, no se los pueden subir para lo que usted se imagina, y se tienen que quitar allí completamente el traje de flamenca, con lo estrechos que son los cuartos de baño de las casetas.
—Pues chispa más o menos de estrechos como estos trajes de flamenca que se llevan ahora...
—¿No estaba usted hablando del circo? Pues esos vestidos tan estrechos sí que son de circo...
No, hablaba del circo por la parte de la literatura tragicómica que nos da hecha. El circo como la otra cara de la Feria. No el circo deslumbrante, maravilloso, mágico, sino su parte tristona y mugrienta. La legendaria del payaso que se le ha muerto la mujer y ha de salir a hacer reír en tres funciones al día. La que exhibe (que no es el caso del Circo Mundial) personas deformes, mujeres barbudas, enanos, la mujer cordero, la mujer serpiente o el monstruo de Guatemala, ala, ala, ala, que citaba Luismi Martín Rubio en su Pregón de los Enganches.
Sin el circo, la Feria no sería Feria. ¿No decimos que no huele a Semana Santa mientras no ponen de fachada a fachada en la Puerta Carmona la pancarta de los capirotes? Pues no huele a Feria hasta que no ponen los carteles del circo por las farolas. Con Miss Aurori. Miss Aurori es ella sola como un pregón de la Feria. Aunque este año, no sé por qué, ha perdido en los carteles su tratamiento de Miss y es simplemente Aurori, amazona en su elefante. ¿O será que Miss Aurori tiene ya una edad, y es Lady Aurori?
Trae el Circo Mundial este año una atracción por la que los articulistas tenemos que levantarle un monumento: el oso humano, que responde a más de 200 palabras. ¿Responde o dice? Hay que ir al Circo Mundial a ver eso del oso. Si dice solamente 200 palabras, eso no es un oso, tío: eso es un cani, de los que llaman a la Vane o a la Yeni y van con el Isra y el Moi, que tienen un vocabulario al que de las 200 palabras le sobran por lo menos 100. Si ese oso dice solamente 200 palabras, eso no es un oso, eso es un alumno de la Logse, de los que sufrieron la negación de las Humanidades en los planes de estudio, de los que se educaron bajo el supremo principio docente del todo vale, y si no vale, es que tiene la culpa el maestro, vamos a expedientarlo, se le va a caer el pelo. Si ese oso dice solamente 200 palabras puede ser cualquier cosa, ¿qué sé yo? Un consejero de la Junta, un concejal, un director de empresa pública, un dirigente sindical, un baranda de la patronal. Cualquier cosa menos un oso.
¿Y qué palabras son esas 200 que dice el oso? Nada, hay que ir al Circo Mundial a verlo. Porque como las 200 palabras que diga ese oso sean modernidad, cohesión social, desaceleración, implementación, concertación, viabilidad, sostenibilidad, repunte y camelancias por el estilo, ese oso no es un oso. Él no lo sabe, pero es el marido de Sonsoles.
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