La pregunta del millón (del millón de euros despilfarrados) es: ¿cuántos recortes de sueldos de funcionarios y cuántas congelaciones de pensiones se podrían haber ahorrado si este tiparraco al que ayer le cantaron en el Congreso el «Lopera, vete ya» no hubiera tirado el dinero de esa forma? Con el Plan E mismo, que no sirvió para nada. España es el país de Europa más entrampado, con mayor déficit y mayor deuda pública, pero, eso sí, con las mejores aceras del mundo, levantadas y vueltas a enlosar.

En aplicación del tijeretazo del decretazo de quien con su insensatez y su incompetencia creó el problema y ahora quiere que se lo solucionen los currelantes, el Ayuntamiento va a recortar el sueldo a sus 5.459 funcionarios, lo que supondrá, dicen, un ahorro de 8 millones de euros. ¿Ahorro? Yo lo veo por otro lado. Por el lado de los 8 millones de euros que no llegarán a los bolsillos de 5.459 familias. Serán 8 millones de euros detraídos a la ya muy tiesa economía sevillana, al consumo en su comercio. Serán 8 millones de euros menos para los mercadonas y los carrefules; 8 millones de euros menos para los zapatos de los niños de los que vive mi hermana Fina; 8 millones de euros menos en ropa, en renovación de la casa, en comer fuera. Sobre la crisis que han liado, ahora organizan esta otra de dejar sin dinero a la gente para ellos poder pagar sus trampas del Plan E y de todas las locuras que improvisaron para tirar el dinero público creyendo que iban a acabar con el paro.

¿Usted sabe cuánto se gastaron los carnes mías sólo en carteles de las chapuzas con las que estaban tirando el dinero en el Plan E? Sí, aquellos carteles enoooooormes con una E como una casa y mucho «Gobierno de España» sobre fondo amarillo. Pues se gastaron 46 millones de euros en los carteles que obligatoriamente tenían que poner los ayuntamientos junto a cada calicata. ¿Cuántos miles de funcionarios podrían ahora cobrar íntegro su sueldo si no hubieran tirado esos 46 millones de euros en la demagogia faraónica de un cartel?

Ay, los carteles... Los pierden los nombres y los carteles. Hacía tiempo que no pasaba por el Hospital Maternal en la que fue la Ciudad Sanitaria, Corea, el García Morato, La Residencia y ahora el Virgen del Rocío. Y cuál no sería mi sorpresa cuando en la bella colina de álamos y jacarandas sobre la que se asienta, un cartel con costosísimas letras metálicas pregonaba reluciente el mote que le han puesto estos derrochones de la Junta al antiguo Maternal que creó el doctor Juan Bermudo de la Rosa: «Hospital de la Mujer». ¡Toma ya! Lo primero que pensé fue:

—Será que al Hospital General le han puesto Hospital del Hombre, por aquello de miembros y miembras de la innecesaria ministra de Igual Da que ese ministerio exista como que no...

Pero no. El Hospital General sigue con su nombre y al Infantil, oh milagro, no lo han bautizado a lo Bibiana Aido como «Hospital de Criaturas». ¿Por qué entonces quitar eso tan hermoso de «Maternal»? ¿Es que no les gusta la maternidad? ¿Es que no quieren que las mujeres sean madres? Eso de «la Mujer» es una ordinariez. Como la que el arquitecto Rafael Moneo, con toda su exquisitez, cometió en el aeropuerto de San Pablo, donde a los baños, en vez de lo clásico de «señoras» y «caballeros», les puso en la puerta «mujeres» y «hombres», qué moderno más cateto. Si no hay al lado un Hospital del Hombre, lo de Hospital de la Mujer es una solemne tontería, que quién sabe cuánto habrá costado sólo en letreros. ¿Cuántos miles de impresos nuevos habrán tenido que hacer con el membrete de «Hospital de la Mujer»? ¿Cuántas toneladas de papel habrán tirado a la basura con el membrete antiguo del Maternal? ¿Se imaginan? Sobres, cartas, partes, recetas, informes, hala, todo nuevo, ¡a gastar se ha dicho! ¿Por qué el Maternal no es ya el Maternal? Ah, claro, eso de Maternal es facha, ¡viva la barra libre del aborto de la Mujer!