ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Protocolo Puyol, protocolo Banderas

Cuando España había eliminado a Alemania en el Mundial y la Reina bajó al vestuario para felicitar al equipo, dije que Puyol inventó un nuevo protocolo regio, al salir a saludarla en cueritatis, sólo con una toalla—taparrabos. Igual que los grandes de España eran caballeros cubiertos ante el Rey (como los seises ante Su Divina Majestad) y podían permanecer ante el soberano con el sombrero encasquetado, Puyol había creado un nuevo protocolo regio, que concede a los triunfadores de la selección el privilegio de aparecer ante la Reina como caballeros despelotados, en toalla—taparrabos. La felicitación de Doña Sofía tenía muchísimo mérito. No por exponerse al Protocolo Puyol, sino porque España acababa de derrotar a Alemania. Y la Reina es medio alemana. No se olvide que aunque se ha puesto «Grecia» de apellido, el suyo verdadero es Slewing-Holstein, que suena por la parte de Holstein a escalope elegante. Digo lo del mérito que una medio alemana felicite a España tras eliminar a su selección porque mi nuera, que es alemana entera, casi me retira el saludo cuando la mal llamada Roja eliminó a sus germánicos paisanos.

Yo creía que en esta España zarrapastrosa, donde la gente va por calle en bañador, los jubilados en bermudas y chanclas, los turistas con el torso desnudo, y las chavalas con el ombligo fuera por delante y el tirachinas viéndosele por detrás del vaquero... Yo creía que en esta España de los sanculós, el «hasta aquí llegó el agua» en degradación indumentaria lo había puesto Puyol ante la Reina. Me equivocaba. Antonio Banderas lo ha mejorado, y bastante, ante Griñán. Banderas, como verían en la foto, vino desde su Málaga de hombres de trono vestidos como figurantes de «Aída», expresamente a ver a Griñán. Me imagino para qué: para pegar el mangazo de subvención. A Banderas, que ha triunfado en los Jolivuses, de lo que me alegro, quiere de mayor ser director de cine, y hace el hombre sus pinitos. Y como no gana ningún dinero y su mujer, la Mélani, se busca la vida limpiando escaleras en Los Ángeles, pues quiere que la Junta le subvencione su genialidad de director, porque está tieso. Así que vino a ver a Griñán para exponerle sus proyectos cinematográficos. Traduzco: para lucir sus habilidades como licenciado por la Facultad de Ciencias del Mangazo, de la que es decano uno que usted conoce.

¿Y cómo vino a ver a Griñán, o sea, al presidente de la Junta de Andalucía, este vecino de Los Ángeles que me imagino paga sus impuestos en los Estados Unidos? Pues de máxima etiqueta: en vaqueros y camiseta, como si en la Casa Rosa hubiera playa. Camiseta de gala, naturalmente, inmaculadamente blanca, sin letrero alguno de Armani o Calvin Klein ni retrato del Che. El Protocolo Banderas supera en poca vergüenza al de Puyol. A Puyol lo pilló de sorpresa la llegada de la Reina al vestuario, pero Banderas venía expresamente desde Málaga a pegarle el mangazo a Griñán. No digo ya que se pusiera un trajecito, hombre, como el chiste del lepero del «opá, paéje que vá já Güerva». Ni siquiera se presentó en mangas de camisa, de una buena camisa de seda, protocolo estival de Marbella, no. ¡Hala, en camiseta y en vaqueros! Aunque ahora que lo pienso, demasiada etiqueta me parece, para la que se merece un señor que los andaluces no elegimos y nos lo puso el dedo de Madrid.

 

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