ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Tres grúas en Tablada

Cuando en Marbella funcionaba a todo gas el gilismo de sahariana con el ombligo fuera, servidor tenía un entretenimiento veraniego que he echado muchísimo en falta cuando últimamente he ido a incosolear. Ya saben qué es incosolear: pasar unos días maravillosos en Incosol, gracias a la hospitalidad de José Antonio López Esteras y su equipo, en aquel veterano buque-insignia hotelero. Mi diversión consistía en asomarme a la terraza del cuarto y contar grúas de obras. Empezaba por Levante, por el Hospital de la Costa del Sol, y cuando iba a la altura del puerto pesquero, ya había perdido la cuenta. En aquella Marbella de Gil, y luego de Muñoz, el bosque de grúas de obras no te dejaba ver los árboles de la poca vergüenza que se traían, recalificando hasta los arriates de los jardines para hacer bloques de apartamentos. En Marbella ya no hay grúas, sólo Obamesas.

En Sevilla pasaba en aquellos entonces algo parecido. Subías a la Giralda, o contemplabas la ciudad bajando por la Cuesta de Castilleja, y un bosque de grúas de obras emergía sobre el caserío. La grúa era el símbolo del pelotazo, de lo que luego, cuando se pinchó, habría de ser llamado burbuja inmobiliaria, pero también de la pujanza económica.

Con la crisis, las grúas de obras han pasado a la historia. Son piezas de arqueología industrial, como los elementos de viejas almazaras que en muchos pueblos ponen a modo de monumentos decorativos en las rotondas de los puñeteros badenes. El actual Indice Cero de Grúas por Kilómetro Cuadrado nos da idea de la crisis de palaustres caídos que padecemos, tras la criminalización política y económica del gremio de la construcción y del sector inmobiliario.

Por eso el otro día, yendo hacia Matalascañas por la avenida de la Calle del Infierno (vulgo Juan Pablo II), me dio una alegría enorme ver en Tablada, en los terrenos donde estuvo la Venta Pilín, delante de Construcciones Aeronáuticas... ¡tres grúas de obras, tres! ¡Qué maravilla! Allí están construyendo bloques a la antigua usanza anterior a la crisis: pisos (¡sí, pisos!), con sus carteles de promoción y venta y todo. Una antigüedad. Seguro que cuando los niños pasen en el coche de sus padres y vean las grúas, preguntarán:

—¿Eso qué es, papá? ¿Unos cacharritos que están poniendo ya para la Feria?

—No, son grúas de obras.

—¿Y para qué sirven?

—Para inflar la burbuja inmobiliaria, hijo...

Las criaturas no han visto en su vida una grúa. Por eso propongo que se aproveche la collada y en Tablada monten algo muy propio de la progresía: un Centro de Interpretación. Con esas tres grúas podemos hacer el Centro de Interpretación de la Burbuja Inmobiliaria, y explicar a los chavales, que irían de visita con sus colegios, qué es un bloque de pisos, qué una promoción, qué una hipoteca, qué son primeras calidades, qué garaje y trastero. Todo lo que ha pasado a la Historia con la crisis y el pinchazo de la burbuja. ¿Te acuerdas cuando contábamos grúas en el cielo de Sevilla? Sería todo lo burbuja que quieran, pero cuando los cielos estaban llenos de grúas, no había un alma en los comedores de Cáritas. Y fíjate ahora, que hay lista de espera.

 

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