ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


La Sevilla Irreparable

Tomo el adjetivo prestado de Rafael Montesinos. De su libro fundamental sobre Sevilla, de «Los años irreparables». Montesinos sacó ese adjetivo de la esfera de un reloj de pared familiar. Quizá un reloj de Enrique Sanchís, donde ponía: «Fugit irreparabile tempus», «huye el tiempo irrecuperable». Para Montesinos, la irrecuperable era su infancia, la casa familiar en la calle Santa Clara, el colegio de las Carmelitas con la Hermana Corazón, Villasís con las clases de Preceptiva Literaria de Sánchez Castañer y los naranjos del patio, los primeros amores, los primeros tiros en las calles del 18 de julio, que fueron como la trágica función de fuegos artificiales que pusieron fin a la larga fiesta de la niñez y adolescencia del poeta.

Tomando el adjetivo de Montesinos, como en sus «Diálogos en la acera izquierda de la Avenida», hablamos de la Sevilla Irreparable. Ay, Rafael Montesinos: Sevilla es tan Irreparable que en la Avenida no hay ya acera izquierda. Ni acera derecha. En la Avenida ya no hay aceras. Y en Sevilla no hay vergüenza. Y menos amor por la ciudad del que por la primavera cantan las sevillanas y proclaman los pregones. Los sevillanos lo consienten todo, lo aguantan todo, transigen con todo. Tragan. Y muy pocos nos atrevemos a abrir la boca contra esta sistemática destrucción de la ciudad, la más dañina de cuantas se han perpetrado hasta ahora, mucho peor que la de los derribos de los franceses o de la Septembrina; mucho peor que la del Alcalde Palanqueta; mucho peor que la del franquismo; mucho peor que la del PRICA de la Transición. Lo de La Encarnación es mucho peor que lo de la Plaza del Duque. Y lo más curioso es que los sevillanos que callan y otorgan, cuando te ven te dicen:

—Muy bien, déles usted más caña...

¿Y usted, qué caña les da, si a lo mejor luego hasta va a votarlos, para que su niña de usted no pierda ese puesto de trabajo tan bueno que le han dado en la Junta? Sevilla, ay, es irreparable, porque los sevillanos quizá somos irrecuperables. A lo mejor esto de Sevilla sólo se arreglaba como hizo Olavide en las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena: importando suizos y alemanes. Con un trasvase de población. Si Sevilla estuviera llena de ingleses, ¿hubieran consentido que se cargaran todo lo que han destruido? Una sociedad culta ¿hubiera permitido que plantaran las Setas en la Encarnación, que desfiguraran tantísimas plazas, que convirtieran el centro en una Disneylandia para turistas churretosos y zarrapastrosos de chanclas y botella de agua mineral? ¿Qué ciudad que no sea la Irreparable Sevilla consentiría el absoluto disparate del Plan Centro, el cierre total a la libre circulación de las personas del mismísimo corazón de la ciudad?

Zoido dice que en cuanto sea alcalde derogará inmediatamente el Plan Centro, en el primer pleno. Es lo menos que me espero de usted, don Juan Ignacio. Y que corrija muchos desaguisados de estos señores que se han cargado lo que entendíamos por Sevilla... que es lo mismo que entienden los turistas, por eso mismo vienen aquí y no a Albacete. Lo malo no es el Plan Centro. Lo peor es el resto de la Sevilla Irreparable, la que no puede volver a ser como era. ¿Va a dinamitar usted las Setas de la Encarnación, que es lo que, como dice Rafael Manzano, se merece ese mamarracho, Goma Dos? Eso es lo triste, la cantidad de barbaridades que se han hecho y que no tienen vuelta atrás posible: la Sevilla Irreparable que ya nunca volverá a ser como siempre fue.

 

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