ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Griñán y el varillero

Cuando el Hermano Pascual nos preguntaba algo en sus clases de Latín en Portaceli y un compañero nos soplaba por detrás el genitivo plural o el infinitivo en cuestión, repetía un viejo refrán, supongo que de su natal Lora del Río: «Con la ayuda de un vecino mató mi abuela un cochino». Y con ayuda de los lectores suelo hacer nutricias matanzas cuando surge un tema recurrente. Tal sucede ahora con el Diccionario que Griñán inauguró con sus «oferentes de empleo» y enriqueció luego con «máquina», al decir que el PSOE es «un máquina», no «una» máquina (de ganar elecciones y de quitar ministros), sino «un» máquina. Pepegriñán: tú sí que eres un máquina creando lenguaje.

Con precedentes clásicos, y aquí viene lo de «con la ayuda del vecino». Eso de poner motes rimbombantes a los oficios, como llamar «oferente de empleo» al parado, me dice doña Paula Herrero Diz que más clásico no puede ser: «Este verano compré en la librería de viejo Raimundo de Cai, un ejemplar de “El Buscón” de Quevedo. Releyendo este clásico me acordé de su Diccionario porque en la primera hoja en la que describe a la familia o “unidad familiar desestructurada” (como se dice ahora) del protagonista, dice que el padre de El Buscón “era de oficio barbero, aunque eran tan altos sus pensamientos, que se corría de que le llamasen así, diciendo que él era Tundidor de Mejillas y Sastre de Barbas”».

Tan altos serían los pensamientos del barbero quevedesco como la guasa del varillero sevillano que nos recuerda don Antonio Rueda: «Entre los años 70 y fines de la década de los 90 trabajaba en Sevilla, para más señas por el barrio de la Feria, un tal Antonio, varillero que acudía a todos los vecinos cuando se le requería, muchas veces de urgencia, con prontitud y eficacia. Solía entregar una tarjeta de imprenta que siempre llevaba consigo y que yo le daría al señor Griñán porque considero que le viene al pelo. En su tarjeta Antonio el Varillero “embarrocaba” su oficio, denominándolo como “Ingeniero Técnico en Mojones”. Sacaba la caca de los bajantes con una habilidad manifiesta.»

Y con el mismo sentido del humor que nos transmite mi leído colega Fernando Carrasco: «Un amigo mío, en su tarjeta de visita, pone lo siguiente: “Ingeniero de Ventas de Productos del Mar”. Es pescadero.»

Todo esto me recuerda, por poner precedentes históricos del griñanismo ilustrado, a Celeste, la tata de Anita León, la ocurrentísima hermana del poeta Rafael de León y Arias de Saavedra. Anita era una gran señora, sin hijos, conocidísima en la sociedad sevillana, con infinidad de amigas, ¿verdad, Maribel Moreno de la Cova? Tenía una criada que se llamaba Celedonia, que un día le dijo:

—Ay, señora, qué envidia me dan las amigas que la llaman por teléfono. Todas tienen unos nombres la mar de bonitos y por lo menos tres o cuatro apellidos. Y yo en cambio, señora, me llamo Celedonia Pérez Díaz.

Y la buena de Anita, que tenía tanto talento y gracia como su hermano Rafael, le dijo:

—Pues no te preocupes, que desde ahora mismo tú no vas a ser más Celedonia Pérez Díaz: tú vas a llamarte Celeste Pérez de Vargas y Díaz de Vivar...

Y se fue derechita a Casa Padura y le encargó a Celeste unas maravillosas tarjetas de visita con su nombre y su profesión. La guasa de Anita León puso: «Celeste Pérez de Vargas y Díaz de Vivar - Ingeniera Técnica en Tareas del Hogar».

Sólo faltó que el Maestro Quiroga le hubiera puesto música al ingenio y la gracia de la picuda letra de la hermana de Rafael de León.

SOBRE EL DICCIONARIO GRIÑÁN, EN EL RECUADRO:

 

 

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