ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


¿Cuántas medias Sevillas hay?

Están organizando para comienzos de mes un acto que habrá de ser sonado y alguien me comenta con mucho misterio de estar en el ajo:
—Están invitando a media Sevilla.
Qué antigüedad eso de media Sevilla. Frase tópica donde la aritmética falla y la parte es mayor que el todo. Si le invitan a uno a un chutipingo, copetín, bodón, banquete, sarao o cuchipanda donde vaya media Sevilla, es más importante y exclusivo que si fuese Sevilla entera. ¿Saben por qué? Porque si va Sevilla entera, no hay media ciudad cabreada porque no la hayan invitado, que es de lo que se trata. Un amigo mío muy cínico suele decir que da festolines en su casa no para invitar a los amigos, sino para dejar de invitar a los conocidos y tener la completa seguridad de que se van a agarrar un cabreo importante. Una lista de invitados es a veces un ajuste de cuentas. Señora sevillana hay a la que le encanta depurar las listas de invitados a las bodas de sus nietos. Como es muy generosa en dádivas y equipamientos de piso con los nietos que se casan, se pide el privilegio de revisar las listas antes de mandar los partes de boda. Y va tachando:
—A éstos no los puedes invitar de ninguna manera, Cristina. Cuando murió tu abuelo ni fueron al funeral ni me dieron siquiera el pésame.
Esta señora, probablemente, también dirá que a las bodas de sus nietos va media Sevilla. Es lo que la supuesta media Sevilla suele decir en provecho propio. Mal andamos de medidas. ¿Cuántas medias Sevillas hay? Lo que suele entenderse por media Sevilla no llega en la mayoría de las veces ni a la mitad del cuarto, por decirlo en el sistema de pesas y medidas de las freidurías. Es lo mismo que anotaba Ortega y Gasset, que la que en el Madrid de entreguerras se llamaba a sí misma «la sociedad» apenas era una mínima representación estamental y arbitraria de la sociedad toda.
¿De cuántos sevillanos se compone esta media Sevilla que se siente privilegiada por ser convocada a un determinado sitio? Los que te dicen luego: «Estaba allí media Sevilla». Pues tirando largo, media Sevilla son todo lo más mil, dos mil personas. Pongamos tres mil. Y teniendo Sevilla más de 600.000 habitantes, pues ya me contarán el pequeñísimo porcentaje que se atribuye ser nada menos que la mitad de la población. No habría salón de actos, comedor de banquete, iglesia de boda o funeral, auditorio de conferencia ni pabellón de deportes o campo de fútbol donde pudiera de verdad entrar esa media Sevilla cuyo privilegio dicen detentar (que no ostentar) los que se sienten pertenecientes a ella.
Esa media Sevilla tan pregonada y de la que tanto presumen los que creen integrarla no existe. Sevilla es muy diversa, muy varia, muy extensa, muy complicadita, como para que se puedan seguir admitiendo estas simplificaciones. Hay una Sevilla que no sabe dónde están Los Pajaritos y en Los Pajaritos hay otra Sevilla que no sabe dónde está República Argentina. La Sevilla de la Peña Bética de la Puertalacarne no tiene nada que ver con la Sevilla de Pineda, y viceversa. Y cada una se cree media Sevilla. Hay miles de Sevillas. Y de medias Sevillas, ni te cuento. Con la particularidad de que cada cual está convencido de que la suya es la única Sevilla posible y verdadera. Por eso cuando me comentaron que a ese acto va a ir media Sevilla, me dieron ganas de contestar:
—¿Y en qué local vais a meter a los trescientos mil invitados? Si va media Sevilla, tienen que ser por lo menos trescientos mil.
Porque la media Sevilla es siempre una media verdad. O una mentira entera y plena.

 

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