ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Silencios para Paco Morales

Murió ayer lunes, día de la caminata de San Nicolás. Sus amigos lo despediremos hoy martes, día de las nueve visitas a Santa Marta en el convento de la Encarnación. Pongo este calendario en la muerte de don Francisco Morales Padrón porque él fue quien nos descubrió en su «Sevilla insólita» que aquí tenemos un santo para cada día de la semana. Como nos descubrió la Escuela de Cristo a la espalda de la parroquia de Santa Cruz, donde le dirá adiós una Sevilla que le pagó sus amores con su terrible moneda de oro: nada. Absolutamente nada. Mala mujer Sevilla para sus novios, y Paco Morales lo era. Podía haber repetido los versos de Romero Murube: «Señores, tengo una novia/en el aire de Sevilla».
A una Sevilla que acababa de celebrar el VII centenario de la Conquista fernandina llegó un día un joven licenciado canarión que andaba buscando a América y que en mejor sitio no la pudo hallar. Morales, al que sus discípulos llamaban Don Francisco y el resto de Sevilla le decía Paco, se quedó aquí tras ganar la cátedra de Historia de los Descubrimientos, vacante tras la marcha de Pérez Embid a la Complutense. Pronto hizo Paco Morales el mejor de sus descubrimientos geográficos: Sevilla. La mucha América que Sevilla llevaba dentro, hasta en las carátulas incaicas de los arcos de sol de la plaza de los toros. La obra de Paco Morales fue como un amoroso cante de ida y vuelta, de las Indias virreinales a su Sevilla del Quinientos. Con el paso del tiempo, con su túnica de nazareno de Las Penas de San Vicente, América se le fue quedando más lejos cada vez y Sevilla más cerca, más dentro. Este canario enamorado de Sevilla nos redescubrió nuestra ciudad con ojos apasionados. Su «Sevilla insólita» descubrió Sevilla a los sevillanos. ¿Cuántos libros de Paco Morales tienen la palabra «Sevilla» en el título? Pienso ahora en su «Visión de Sevilla», en su «Guía apasionada de Sevilla», en su antología de «Mi Sevilla», en su estudio sobre los corrales de vecinos, todo un documento de una época.
Pienso ahora en Paco Morales como director de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, o como decano de la Facultad de Letras, haciendo que la ciudad entrara en la Casa de los Pinelo y saltara el foso de la Fábrica de Tabacos. O poniendo en marcha Focus Abengoa en Los Venerables. Pienso en Morales como director del Colegio Mayor Hernando Colón, llevando allí a la naciente narrativa andaluza, a Grosso, a Barrios, a Requena, a Ferrand. Y pienso, ay, dolor de los silencios de Sevilla, en el pregón de la Semana Santa que dio en el teatro Álvarez Quintero, cuando el Lope de Vega estaba en restauración y aún no habían hecho la mudá de atril al Maestranza. Ha sido de los pocos pregones a los que he asistido, y en mi vida he pasado peor rato por culpa de la puñetera Sevilla. ¡Cuánta frialdad, cuánto silencio, cuanta crueldad en el auditorio, mientras aquel canario enamorado de Sevilla iba contando sus sentimientos como nazareno de ruán de la collación de San Vicente! ¿Cuánto tardó en romper el primer aplauso? Hablando de Historia de los Descubrimientos, yo creo que Colón llegó a América con las carabelas bastante antes que el primer aplauso del colmillo retorcido de los capillitas al pregón de Semana Santa de Paco Morales, cuánto tardó en sonar...
Sevilla, que debía haberlo nombrado Hijo Adoptivo, no le dedicó ni una mala calle de un nomenclator que últimamente han llenado de vainas, chuflas y resentimientos. Quizá ese fue el último descubrimiento geográfico de Paco Morales en su amada Sevilla: la ingratitud del silencio, el silencio de la ingratitud.

TAMBIEN SOBRE MORALES PADRON EN "EL RECUADRO": "Sevilla no es La Rábida"

 

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