ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


La Nobelesa

Gane usted el premio Nobel de Literatura, querido y admirado Mario Vargas Llosa, para que quede usted a los ojos de los consumidores de televisión y de prensa del corazón como el padre del novio de Genoveva Casanova. Por lo visto, sus obras completas, don Mario, no son nada. Ni aquella primera edición en Seix Barral de «Conversación en La Catedral» que nos firmó usted en una lejana Feria del Libro en Sevilla. ¿Salen acaso esas obras en el Sálvame, en DEC o en una exclusiva del Hola? Entonces, ¿de qué nos quejamos? Las obras del Nobel no importan en esta España que sigue teniendo aversión por lo negro, especialmente si es sobre un blanco papel en forma de hermosa prosa cargada con las palabras de una vida al servicio de la libertad.
El Nobel de Vargas Llosa ya se ha olvidado, pero seguimos hablando de las obras completas de la novia de su hijo Alvaro, en edición del Círculo de Espectadores. Cuenten las fotos, cronometren los minutos en televisión en torno a la ceremonia de entrega del Nobel y a las tornabodas de sus bailes, sus saraos y sus viajes de vuelta. ¿Usted ha visto al Nobel de vuelta en el aeropuerto? ¿A que no? ¿Pero a que sí ha visto a la Nobelesa llegando a Barajas cargada de maletas y de novio, y con dos muletas en vez de la montera de Curro Romero? ¿De quién han hablado más, quién ha salido más retratado? ¿El Nobel o la Nobelesa? La Nobelesa debería haber sido la señora de Vargas Llosa, la prudente e inteligente doña Patricia. Olvídense. Aunque el escritor dijera en su memorable discurso que «Patricia es el Perú», la Nobelesa no es Patricia. La Nobelesa es Genoveva. Si Patricia es el Perú, Genoveva es España, México, Perú y el globo terráqueo enterito, qué señora más trepa. Vino, vio a un hijo de Cayetana y venció. Y cuando la Casa de Alba se le quedó pequeña, hala, ¡a por el Nobel!
Igual que el padre del novio de Genoveva ha ganado el Nobel de Literatura, ella se ha autoconcedido el Nobel de la Señora Pesada, Pesada, Pesada y completamente fuera de lugar. Ha confundido la Academia Sueca con la Pasarela Cibeles. ¡Anda que la moza iba machadianamente ligera de equipaje para eclipsar a don Mario! ¿Se acuerdan del famoso Baúl de la Piquer? Bueno, pues el baúl de la Piquer es un maletín de la Operación Malaya al lado de los maletones vuitones de la Nobelesa. Todo bueno, bueno, bueno. Prestado, pero bueno. ¿Usted sabe cuántas maletas hacen falta para llevarse a Estocolmo 200.000 euros en ropas y en pieles, ora de Armani, ora de Dior? Se ha ganado el título de Nobelesa al peso: en la balanza aeroportuaria del exceso de equipaje. Y si sólo fuera exceso de equipaje... Ha sido exceso de todo. Como lo que se contaba de Rafael el Gallo cuando anunció que iba a ir al Vaticano, que la gente se preguntaría en Roma:
—Oye, ¿quién es ése de la sotana blanca que está el lado de Rafael el Gallo?
Lo triste es que las marías se preguntan:
—Oye, ¿quién ese señor de frac tan resultón que está al lado de Genoveva?
Hay que ser una virtuosa en la Gaya Ciencia del Trepar para sentar directamente plaza de Nobelesa tras haber dejado de ser condesa.
Yo creía que la gente iba a hablar de la montera de Vargas Llosa, pero lo más comentado ha sido la muleta de Genoveva. Después de todo, también es una forma de defender la Fiesta Nacional. Aunque yo me sigo preguntando: ¿dónde están las obras completas de la Nobelesa?
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