ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Victorio y Los Chinos

Vuelvo a los chinos. Los tenemos aquí como tuvieron a los Japón en Coria, pero en peor. Nos tienen rodeados. Tiendas de los desavíos y bazares de los veinte duros aparte, los chinos son los que mandan en nuestra economía. De depender de los americanos hemos pasado a protectorado chino. Del Circo Americano al Teatro Chino de Manolita Chen. Entre el Banco Central Europeo y los chinos comprando deuda española, aviados vamos. Los chinos compran deuda española en la tienda de los veinte duros de ZP, que, derrochando el dinero que no tenía y pidió prestado, ha convertido nuestra economía en un bazar para los chinos. La visita a España del viceprimer ministro chino, Li Keqiang, ha tenido mucho de «Bienvenido, Mister Marshall», pero sin Pepe Isbert. De Su Majestad a Felipe Benjumea, hala, todos allí, hocicando, a complacer al chino tela importante que nos llegó de la tierra de donde antes sólo venía el gorro del Flan Chino El Mandarín que regalaban en la Feria de Muestras.
Me sume en una total perplejidad la invasión comercial amarilla y la visita de este chino tela importante que ha asegurado que están dispuestos a comprar toda la deuda zapaterista que sea menester. En Sevilla, los comerciantes se quejan de los chinos, que tiran los precios y arruinan a muchos con su competencia ilícita. En Madrid, por el contrario, las altas esferas gubernamentales de la economía y la cúpula empresarial están encantadas con los chinos de la visita oficial. Mi perplejidad aumenta todavía más cuando pienso que China es una dictadura donde no se respetan los derechos humanos. Un Estado policial. Como aquí lo de la invitación a chivarse de los que fuman, pero en plan estalinista. Allí por micción de un perro pequinés ahorcan a los tíos de tres en fondo en cuanto ven que han metido la mano en el cajón. Y que se lo pregunten, si no, a Carlos Telmo, que vino de la Expo de Shanghai maravillado de la China, pero horrorizado con la opresión de su dictadura. Y, nada, aquí recibimos a los mandarines de esa dictadura, Reserva Biológica del Comunismo, como si allí estuvieran reconocidos todos los derechos y respetadas todas las libertades.
En Sevilla teníamos hasta ahora nada más que chinos de los veinte duros, de los bazares de los desavíos, los que están de sol a sol los 365 días del año al pie de la registradora, vigilando todos los rincones del local con las cámaras que ellos mismos instalan. Eran los chinos que iban de chinos, con sus rótulos en chino y sus nombres sonando a pelota de ping pong. Esos chinos no son nada al lado de la nueva moda: los chinos por lo fino y costeado, los de las tiendas de ropa tela elegantes a las que ponen nombres europeos. Hablo del chino enorme frente a la Cruz Roja de Triana; del chino de Modas París en Santa María la Blanca que cité el otro día, zona donde ya hay otro chino donde estaba el BBVA. Hablo del chino de Felipe II. Que hacen la competencia directamente a Zara y a Man-go. Entre el dinero que le vamos a tener que pagar a los chinos en intereses por quedarse con el mochuelo de la deuda de ZP y estos chinos de mostrador quedándose con el mercado por arriba y por abajo, por la tienda de los desavíos del barrio y por Las Siete Puertas, vemos que con razón estudian chino los niños empollones del San Francisco de Paula. Esto es lo que hay: Shanghai. Tanto, que las funcionarias de la Diputación que se dejan medio sueldo en las gangas que vende el chino fi-no de las modas de la Puerta de la Carne le han puesto a aquello... ¿Saben cómo? Pues... ¡Victorio y Los Chinos!
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