ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Época vergüenza

La mañana va de gas. Cuando estamos desayunando y leyendo el ABC, suena el teléfono. Una de esas llamadas extrañas que mandan a tomar por saco la Ley de Protección de Datos. Una señorita a la que no conozco absolutamente de nada pregunta por mí con nombre y dos apellidos. Hablan del «correo basura», ¿no? ¡Pues anda que las llamadas-basura por el teléfono! En esta llamada-basura, una señorita con acento sudamericano dice que vende un abono para garantizar la reparación de las averías del gas ciudad.
—Si el gas nunca se estropea, si no hay ni siquiera apagones de gas, ¿para qué quiero yo ese abono?
—Es obligatorio.
—¿Obligatorio de qué y de cuándo?
—¿Usted no ha recibido una carta de la compañía?
—No, mire usted, aquí no hemos recibido nada. Y si tiene que ofrecernos algo, ya que tiene usted nuestros datos, nos lo envía por correo. ¡Adiós, muy buenas!
Y colgamos. Y al rato, en el hueco de la mañana, llaman a la puerta. No al telefonillo, no: a la puerta. Alguien que se le ha colado al portero. Vemos por la mirilla a dos señoritas y preguntamos quién es. Nos dicen:
—¡El gaaaaas!
—¿Cómo que el gas?
—¿Ustedes tienen gas ciudad? ¿Puede enseñarnos la factura?
Y sin abrir la puerta, les decimos:
—Si ustedes fueran de verdad el gas, sabrían si tenemos gas ciudad o no lo tenemos, y desde luego tendrían copia de la factura. Así que vayan a otro lado con el timo...
Pero es que no ha terminado todavía la mañana cuando otra vez llaman, arriba, a la puerta, no al telefonillo. Y soy tan carajote que abro sin mirar. Y me encuentro a dos chavales muy trajeados y encorbatados, con pinta de mormones en proselitismo domiciliario. Me enseñan las credenciales de cierta compañía energética que colgadas al cuello traen con sendas cintas verdes, como medallas de rocieros haciendo el camino. Uno de los dos pregunta:
—¿Están contentos con la compañía del gas?
—Mire usted, contentísimos, no nos da el coñazo en absoluto. ¡Porque vaya mañanita que nos están dando ustedes con el dichoso gas!
Y portazo que te crió. Y me acuerdo entonces de lo que me puso un lector en un mensaje: «¿Usted sabe por qué han subido el gas y la luz? ¡Para pagar los sueldazos que Gas Natural Fenosa le ha puesto a González y Endesa a Aznar!». Debe de ser por eso esta mañana a gas que nos obligan a echar. Espero que hoy no ocurra igual con la luz, Jaime Ybarra: no me vayas a mandar al tío de los alicates de Sevillana para cortármela si no me hago socio de lo tuyo.
Qué nación. Con cuatro millones y pico de parados, con un déficit público para cazar elefantes, los sueldos de los funcionarios rebajados y las pensiones congeladas, y donde acaban de subir la luz y el gas, van y la luz anuncia que le paga 200.000 euros al año a Aznar (que son 33 millones de pesetas) y el gas que le paga 126.500 euros al año a González (que son 21 millones de pesetas), más los 80.000 euros anuales que cobra cada uno de estos dos excelentísimos nolacos como ex presidentes del Gobierno, y que les pagamos usted y yo. Esto es como los cafelitos de Mienmano: la institucionalización del tráfico de influencias. Como dije ayer: de época. De Época Vergüenza, como se llamaba la chirigota del Yuyu.
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