ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Nova Roma renace

Marcó una época en Los Remedios de la Granja Marisanch, la discoteca Turín, el Don Gonzalo de García Pelayo, el cine Los Remedios, el Lunch Party frente a la parroquia de Don Otilio, el sastre chino de la calle Asunción, el primitivo Sloppy Joes donde llegaba con la sirena puesta el jeep de la Policía Militar yanqui y sacaba a golpes de porra a los americanos borrachos de la base de Morón que se estaban peleando con los de Rota. La época de Los Remedios en la que un grupo de emprendedores con Filomeno de Aspe, Llopis y Cristóbal Sánchez a la cabeza levantaron media calle Asunción, mientras Gabriel Rojas llenaba de casitas unifamiliares Virgen del Valle y Monte Carmelo.

Hablo de Nova Roma. Nova Roma era una refinadísima confitería con salón de té, como las que ya habían desaparecido en Sevilla. Era como La Española de la calle Tetuán o una Confitería La Campana de la nueva Sevilla del otro lado del río. Tenía Nova Roma algo de confitería catalana y un mostradorcito de bombonería como trasplantado desde Barcelona. Quizá por eso estuviera en sus cerámicas decorativas una Virgen de Montserrat que nunca supe qué pintaba en aquellos Remedios donde se acababa de trasladar la Virgen de la Victoria a la nueva Fábrica de Tabacos.

Y dentro, dando a Virgen de Luján, el salón de té. Con sus sillas como de «saloon» de película del Oeste. Con las fotos dedicadas de las hermandades. Con la placa en recuerdo del fundador de Los Ángeles. El salón donde se echaba la tarde con el té, los brioches y los periódicos de Madrid. Provinciano saloncito de té donde conté cómo Plácido Fernández Viagas puso en pie aquel sueño al que llamábamos Andalucía, mientras en su silla de inválido el muy culto quiosquero Antonio Ferrera Comesaña estaba siempre leyendo a un novelista francés de moda.

Cerró Nova Roma en su local en ele, que dejaba en la esquina una perfumería. Tapiaron sus escaparates de la calle Asunción y su puerta de Virgen de Luján. Estuvo así años y años. Hasta lo pilló la paralización de la peatonalización. Los sevillanos que han pasado este año por allí camino de la Feria han podido ver que vuelve a abrir la vieja Nova Roma, la que tenía nombre como de libro de Vicente Lleó sobre la Sevilla del Renacimiento. Renace Nova Roma, ahora de lo que está acabando media Sevilla y parte de la otra media: como de bar. No hay calle en Sevilla donde Los 100 Montaditos no hayan abierto una sucursal. En Asunción, dos: una, en la esquina de Virgen de Loreto, el local precursor, en el proceso de conversión de la antes refinada calle en un inmenso bar con muuuuuuchos veladores; ahora, otra en Nova Roma. Donde dice el cajón de obras que abren con otra marca del Imperio 100 Montaditos: cervecería La Sureña. El renacimiento de Nova Roma como Los 100 Montaditos es la gran metáfora del cambio de uso de la calle Asunción, que acabará con más bares y veladores que General Polavieja. Y rindo con Nova Roma homenaje a un emprendedor sevillano que no sale en los papeles, ni engancha en Feria, ni pinta la mona. Se llama José María Fernández Capitán. Es el creador de la cadena de Los 100 Montaditos. Empezó en el 2001 con un chiringuito en Islantilla y ya tiene 240 locales, hasta en Francia, en México y en Estados Unidos, y factura 80 millones de euros al año. Si los gatos tienen siete vidas, los locales de Asunción, diez o doce. Nova Roma renace como Los 100 Montaditos. El mío, que sea de nostalgia con petisús de Nova Roma.

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