ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Estreno de alcalde

Ahora que el día 5 se despide en Capitanía del mando de la Fuerza Terrestre, no quiero que el teniente general don Virgi-lio Sañudo se me vaya sin felicitarle. ¿Por qué? Porque digan lo que digan las órdenes de esa catalana separatista y antimilitarista que padecemos como ministra de Defensa (de la que tenemos ciertamente que defendernos), aquí en Sevilla la música militar a la que seguimos llamando Soria 9 ha vuelto a tocar la Marcha Real a la Virgen y a Su Divina Majestad, que Sevilla no olvida que es el Dios de los Ejércitos. Cuando los romeros de Sevilla sacaban a la plaza del Salvador el Simpecado del Rocío y lo ponían en su carreta de plata, la banda militar volvió a tocar la Marcha Real, y no como en años anteriores, que tuvo que interpretarla el tamborilero de la hermandad, porque la música de la Fuerza Terrestre se puso a tocar poco menos que «Paquito el Chocolatero».

Y de plata a plata y tiro porque me toca (el alma). Cuando ayer el Santísimo salía en la plata de su Custodia por la Puerta de San Miguel, la música de la compañía de honores, tararí, tá, tatararará en el cornetín de órdenes: tocó la Marcha Real. Cortita con sifón. Lo menos que se despacha en Marcha Real, pues según el tiempo que se toca y se repite el chunda-ta-chunda, así son los honores. Pero le tocaron la Marcha Real a la Custodia. Como siempre en Sevilla. Si se la tocan a Dios cuando sale hecho Hombre en un paso de Semana Santa por la puerta de una iglesia, ¿por qué no ha de interpretares cuando se echa a Cuerpo a la calle para darse un garbeíto y una vueltecita por la gloria de esta mañana bajo la luz que creó?

Y nada más que sonó la Marcha Real, y salió la Custodia, y los clásicos se arrodillaron tal como aprendieron en el colegio, se oyó una fuerte ovación por toda la Avenida. Era a Zoido. Antes de que la gente aplaudiera a España, en el símbolo de la bandera y de las tropas que juraron defenderla, aplaudieron a Sevilla, representada por este alcalde que a la vista está que quiere serlo de todos, hasta del Mariscador, a quien sienta en su escena del sofá para que se repachingue allí el tío en mangas de camisa.

Ayer, día del Corpus (XXX aniversario por cierto del inolvidable Corpus Capicúa del 18-6-81 de Curro, Paula y Manolo Vázquez), aparte de la fiesta eucarística fue el estreno oficial de alcalde. A Zoido le entregaron el otro día la vara en el Salón Colón, pero cuando de verdad tomo posesión de la ciudad fue ayer. La corporación municipal bajo mazas (sin Jesús Maza) me recordó la Ronda del Jueves Santo y la frase de rúbrica que decía el Asistente a los canónigos en la Puerta de San Miguel: «La ciudad está sosegada y en calma, como corresponde a la festividad del día». Los sevillanos ayer, con sus aplausos, con sus sonrisas y caritas de alegría, hasta con el manoseo que le traían los que se salían de las sillas para felicitarlo, le estaban diciendo al nuevo Asistente: «La Sevilla de siempre está encantada contigo, Zoido, como corresponde al resultado de las elecciones». El Corpus fue ayer para Zoido la triunfal vuelta al ruedo de su Sevilla tras cortarle las dos orejas al toro de las elecciones. La Sevilla que quiere seguir siendo Sevilla y pareciéndose a Sevilla. Lo malo es que hay otras tropecientas Sevillas a las que todo esto del Corpus les trae sin cuidado y dicen que han ganado los fachas.

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