ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Llámeme, lectora

A los que escriben libros les encanta acudir a las firmas de ejemplares, porque así conocen a sus lectores y les ponen cara. Escribir en ABC es mucho mejor que publicar libros, porque conoces a tus lectores, a tus maravillosos lectores, sin tener que sentarte en el espanto de una caseta de la Feria del Libro o del chambaíllo o chiringuito comercial en la planta baja de unos grandes almacenes, junto a la perfumería o donde venden los colchones, allí de plantón, boli en ristre, ante una reproducción asistida y ampliada de la cubierta de tu obra y con tu nombre puesto en letras así de grandes, aunque esté feo el señalar, al aguardo del lector. El que escribe libros encuentra a su lector al aguardo, en las firmas de ejemplares. Los que escribimos en ABC los hallamos al ojeo, en los sitios más insospechados. Y, si me apuran, mucho más amables; vamos, que te encuentras a los lectores y te da un subidón de ego y de autoestima que tienes que ir al médico para que te lo mire. Yo que he escrito unos cuantos libros, dónde va a parar lo agradecidos que son los lectores de periódicos, sobre todo los de ABC.

A los que, a modo de agradecimiento, les dedico este artículo de hoy. Aquí en este recuadro donde sale tanta gente, para mal y para bien, ya era hora de que les hiciera un panegírico y un ditirambo a mis lectores.

Y, sobre todo, a mis lectoras.

Desde que empecé en este duro pero gratificante oficio de sacarse de la manga el artículo nuestro cada día, dánosle hoy, he comprobado que las lectoras son mucho más agradecidas que los lectores. Menos reservonas. Más, si me apuran, militantes. Llevo observado que si una señora te lee todos los días, el marido acaba también leyéndote. No por nada, sino por comodidad, para que su mujer deje de darle la carga y la tabarra:

—Pepe, ¿has leído el artículo de Burgos?

—No, María.

—Pues deberías leerlo, Pepe, porque es divertidísimo y a ti ve va a gustar mucho.

Sé que los maridos de mis lectoras más partidarias me tendrán cogida una tirria tremenda. Lo siento. Porque debe de ser terrible que te den todos los días la vara, de si has leído a Burgos o no has leído a Burgos, que le den por saco a Burgos, pero a ver si esta mujer me deja tranquilo, ea, vamos a leerlo.

Por eso no tengo más que palabras de gracias para las lectoras de tantos y tantos años. Las que te encuentras en un acto, o tomando café, o en restaurante, o te paran por la calle, y te dan el alegrón del día:

—Ay, Burgos, si pudiera, te llamaría todos los días, porque no puedo estar más de acuerdo contigo. Últimamente es que estás sembrado...

Y para que no se me ponga cara de simiente de trigo duro, por aquello del sembrado, le digo:

—Pues llámame, te voy a dar mi teléfono, porque no sabes los ánimos que me das, frente a tantos mamones como hay que padecer. Ah, y muchas gracias sobre todo por tu «últimamente». Me rejuvenece tela. En materia de escribir artículos, no todo tiempo pasado fue mejor.

Así que, lectora, no me molesta, sino todo lo contrario. Llámeme, me encanta. Y si es todos los días, mejor. Sobre todo, para que repita eso tan gratificante que le dice a su marido:

—Es que este hombre parece que me adivina el pensamiento, pone todo lo que pienso yo...

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