ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


De Mónaco a Triana

Entramos en un tiempo que me encanta: el de las páginas del verano en los periódicos, con muchas fotos de gente a pie de playa, tomadas al ojeo o al aguardo por los paparazis y los papafritis que se dedican a robarlas. Así, con la foto de Leire Pajín en bikini y en una playa de Menorca hemos podido constatar que estábamos en lo cierto: que esta señora cada día se parece más a La Veneno o que La Veneno cada día se parece más a la ministra, vaya usted a saber.

Pero, tal como le habrá pasado a usted, con lo que más me he divertido en estos días inaugurales del verano ha sido con la boda de esa opereta llamada Principado de Mónaco, donde las princesas parecen Hermanas Ordóñez y donde el difunto Rainiero tenía planta de crupier. En un paraíso fiscal que vive del casino, al Príncipe se le acaba poniendo pinta de crupier.

Ahora, que no sabía yo la afición de Alberto de Mónaco por la Esperanza de Triana. No lo han descubierto los aguilillas de la prensa del corazón y los parguelones de guardia en los programas de cotilleo, pero Alberto de Mónaco se ha casado vestido de músico de la banda de la Esperanza de Triana en Viernes Santo. No, no iba de uniforme de gala del Cuerpo de Carabineros de Mónaco, como se ha dicho sin fundamento: iba de músico de la Banda de las Tres Caídas, con el uniforme blanco Persán que usan solamente para la Madrugada. Veías la foto de Albertito de Mónaco diciendo el «sí quiero» a la nadadora sudafricana y te parecía que ese «sí quiero» era, en realidad, la voz del capataz de las Tres Caídas, diciendo «más paso quiero» a los costaleros del que llaman Caballo de Triana. ¡Te daban unas ganas de echar el izquierdo por delante!

¿Fichó la banda de la Esperanza de Triana a Alberto de Mónaco sin que lo supiéramos? Es más que probable. En la banda estaba vacante la plaza de famoso, desde que la dejó Paquirrín, al que no sé por qué ahora llaman Kiko. Fue precisamente el recuerdo de Paquirrín vestido de músico de la Esperanza de Triana el que me dio la clave del uniforme del novio. Alberto de Mónaco vestido de blanco de la cabeza a los pies para casarse era talmente como Paquirrín cuando lo sacaban los programas del corazón en la calle Pureza, hartándose de llorar. Ahora, que me queda la duda. Profunda duda. ¿Qué toca Alberto de Mónaco en la banda de las Tres Caídas, el tambor o la corneta? Creo que ninguna de las dos cosas. Alberto de Mónaco tiene planta de los que van al final de los tambores, que siempre son los más gordos y retotollúos, nada de baquetas, ni de palillos, ni de caja china, ni de tambor, sino dándole con una maza que es como la maja del gazpacho a la tambora grande: pumba, pumba, catumba, que decía El Beni cuando imitaba el sonido de la banda del verdadero Imperio Romano. Me quedo con la tesis de la tambora gorda, pumba, pumba, catumba, y desestimo lo que dicen las malas lenguas, que lo que le gusta a Alberto de Mónaco es tocar la trompeta en sentido figurado. No, no es cierto lo que dicen: que la foto del beso del gachó a la novia tenía un aire de boda gay que no se podía aguantar.

Ahora, por mí, con tal de que se quede en Mónaco y no venga a Sevilla, como si quiere vestirse de bombero en el día de la Patrona. Como se entere que lo suyo es de banda de la Esperanza de Triana, mucho me temo que tengamos a Alberto de Mónaco de tal guisa en el próximo Corpus, en la sección de fantasmones vestidos de uniformes inventados por ellos mismos para salir en la procesión. Mamarrachos más grandes de uniforme van en el Corpus y No Passssa Nada.

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