ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Olvidados 18 de Julio

Mañana, LXXV aniversario del 18 de Julio de 1936. Ojú. Que Clío, esa musa de la Historia con nombre de Renault, nos coja confesados. Me temo lo que nos espera: manipulación y exhumación de todos los odios que creíamos definitivamente enterrados, olvidados y perdonados con la concordia de la Constitución, hasta que vino este malvado e insensato nieto de su abuelo a desenterrarlos con la Memoria Histórica, como si en aquella guerra cainita no hubiera habido ningún otro asesinado. Me sorprende que nadie haya recordado que se ha cumplido también el LXXV aniversario del asesinato del diputado don José Calvo Sotelo por la Guardia de Asalto, que lo secuestró en su casa. Aquella aberración del orden constitucional fue como si ahora la Policía Nacional fuera de madrugada a detener sin orden judicial a Rajoy, lo sacara medio en pijama y se lo llevara en una coche zeta, en cuyo interior le descerrajasen cuatro tiros, arrojando luego su cadáver en el Cementerio del Este. De Calvo Sotelo no se ha acordado nadie en su cabo de tres cuartos de siglo, pero verá usted hoy mismo y sobre todo mañana lunes, aniversario de la leña marismeña, la que les espera a Franco, a Queipo y a Mola, ¡ahora sí que les van a ganar la guerra!

Pero tranquilos, yordis, que mis olvidados 18 de Julio no son de terror, muerte y sangre. Quiero evocar no este LXXV aniversario del Alzamiento, sino por ejemplo el XXV. Lo que era, por ejemplo, el 18 de Julio en 1961. Miren ustedes: a aquellas alturas del olvido de las fatiguitas, en los felices 60 del desarrollismo, el 18 de Julio no era ya una fecha de exaltación de camisas azules y uniformes caquis, ni de desfiles, inauguración de pantanos y pisos sindicales, y marchas militares por la radio. Lo que se inauguraba el 18 de Julio era el verano, paga extraordinaria en mano. El 18 de Julio era ya sólo el día de la paga. De la paga extra de verano en la España de las quince pagas. Que no era tan negra como nos la quieren pintar. La gente pasaba sus dificultades, pero amaba, soñaba, reía, pagaba letras, se compraba un pisito, se casaba, tenía hijos, ilusiones y esperanzas. Ya media España tenía un Seiscientos y alquilaba por quince días un apartamento en Benidorm o en Chipiona. Ya era la España de la televisión, la nevera, la lavadora, los yeyés, los pantalones de campana, los modernos, ¡entonces sí que había modernos y modernidad, y no ahora!

En aquellos 18 de Julio nadie pensaba ya en el Cuartel de la Montaña, ni maldecía el micrófono de Queipo, ni se acordaba de La Pasionaria. Eso ha sido lo desenterrado ahora, todo lo felizmente olvidado, cuando el malvado nieto de su abuelito ha venido a reabrir heridas cicatrizadas. En aquellos 18 de Julio de paga de verano y 600 que evoco, en lo que se pensaba era en echar el día de piscina en el Parque Sindical, en la terreza del cervezón y los platos de gambas. Sí, he dicho gambas: la gente se hartaba de gambas y de cerveza el 18 de Julio, con la paga extraordinaria. Cuando llega el 18 de Julio yo me acuerdo de El Chupa, el genial telefonista de ABC de Sevilla, bético a rabiar, gracioso, divertido, que se mentaba a sí mismo por su mote. El Chupa, cada 18 de Julio, enseñándome el sobre de la paga extraordinaria, me decía al despedirme de madrugada, tras el cierre del periódico:

—¿Usted no ve las gambas que hay en la terraza del Baturones, no? ¡Pues las mejores gambas de Sevilla se las va a comer mañana El Chupa con su familia!

Verá usted cómo de estos otros olvidados y más que verdaderos 18 de Julio de la paga extraordinaria del Chupa nadie se acuerda.

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