ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Gorigori por Maleni

Si en aquel silencio por un torero que cantaba Juanita Reina por Gelves venía el río teñío con sangre de los Ortega, hoy, en memoria de Maleni, van por el Guadalquivir navegando hacia su mar de Vistahermosa los recuerdos de los Loreto: de Manuel Torre, de Juana la Feonga, de José Charamusco, de Joaquín Lacherna, de Luis el de la Chicharrona, de Pepa de Utrera, de José el Trompeta. En el paso del Cristo de la Sentencia hay un llamador con crespón de luto, y me parece que al pasar bajo el Arco se ha ennegrecido alguna blanca pluma de un armao cantaor y pescaero al que llaman Manolete. Silencio por una bailaora. Silencio por una mujer de torero y madre de torero. Como la Giralda del romance de Fernando Villalón, Maleni Loreto era un molde de fundir toreros, que aún me estoy acordando de su Julito Aparicio en la plaza de Las Ventas con aquel toro de Alcurrucén, en el esplendor de gloria de otros días.
Si Malena es un nombre de tango o de sevillana del Pali, que La Toña y La Malena ya están bailando, Maleni es un nombre de duende si es Loreto. Guapa como ella sola. Ahora que Maleni se ha ido, veo el retrato que acompaña a la semblanza que le ha escrito su amigo Antonio D. Olano y compruebo que la sobrina de La Malena resumía la belleza de todas las gitanas guapas que pintó Alfonso Grosso. Su Julito toreaba de cartel de toros, la madre que lo parió tenía una belleza de cartel de feria antigua. --
Y duende para reventar claveles reventones. Iba a decir, con Lorca, que tardará mucho tiempo, pero no. No volverá nunca el tiempo de una pareja de baile con el duende, el arte y el compás de Maleni Loreto y Alejandro Vega, con quien actuó muchos años, muchas carreteras y muchos teatros en el espectáculo de Doña Concha. Piquer por supuesto. Yo no vi bailar a Pastora Imperio más que en el bronce de la estatua que la Duquesa de Alba consiguió que le pusieran delante del Kursaal de Sevilla, donde enamoró a Rafael el Gallo. Pero quienes la vieron me aseguran que esa armonía de brazos no abarcando el mundo, sino creando muchos mundos de arte, era la que tenía Maleni Loreto. Así que como me cupo la gracia de ver bailar a Maleni Loreto, puedo decir que vi a Pastora Imperio. Al duende. Pastora acogió a Maleni de mil amores en el tablao madrileño El Duende de su yerno Gitanillo de Triana. Yo creo que Pastora, tan lista, con aquellos profundos ojos verdes como hemisferios, comprendió que El Duende no iba a ser tal Duende hasta que llegara el de Maleni Loreto con Alejandro Vega. --
Y en ese Madrid de Cuchilleros, de Villa Romana y de bailaoras hermosotas en la portada del "Pueblo" de Emilio Romero, un amor de romance y copla. El amor con un Julio Aparicio que formando pareja con El Litri había llenado los tendidos que el gran público dejó vacíos tras la muerte de Manolete. El Litri pegaba el litrazo y Julio Aparicio sacaba su toreo hondo, tan sevillano e incluso tan macareno como aquella bailaora guapa y perfecta de la que se enamoró. Se acabó lo que se daba en los tablaos y los teatros para Maleni, digo, para la señora de Aparicio, para mal del arte. En aquellos años de pontificado de la pureza del flamenco en que todos buscaban las raíces de La Macarrona, resulta que estaban en un piso de Madrid, dándole el biberón a un niño torero que le había nacido y que se llamaba Julito.
Hoy va el río teñío de un silencio funeral en memoria de una gran bailaora con duende, sobrada de gracia y de compás para la vida y par el arte. Si Malena es un nombre de tango, Maleni era un nombre de duende.

 

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