ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Riiiiiiiiiiing

VOY en el Ave camino de Madrid y suena un teléfono móvil. Un descendiente de la tribu de los indios motorolos que inauguró esa Alta Velocidad Española que en las Vascongadas no quieren que sea ni alta ni velocidad y mucho menos española, y Adif y Renfe han tenido que hocicar en plan Tribunal Constitucional poniéndole como se llamó el Ave inicialmente, en las vísperas del 92: TAV, tren de alta velocidad.
Suena un teléfono en el Ave y me acuerdo de Pemán. La verdad es que yo me acuerdo mucho de Pemán, porque en su magisterio de las Terceras de ABC aprendí a contemplar el mundo, que sabrán se divide en dos grandes partes: Sevilla y Cádiz. Pemán escribió una vez que en San Fernando, si vas por la Calle Real y en la acera de La Mallorquina dices «Adiós, almirante»... lo menos catorce señores vuelven la cabeza y te devuelven el saludo. En el Ave, igual que los almirantes entorchados y enchampelados de La Isla. Suena un teléfono móvil con el sonido a la moda, de timbre antiguo, riiiiiing, y se echan mano al bolsillo para responder la llamada casi tantos señores como almirantes le contestaban el adiós a Pemán en San Fernando.
Hay siete mil clases y marcas de teléfonos móviles, cuarenta mil compañías operadoras, dos millones de sistemas operativos, como ese Android que tiene nombre de creación diabólica del Doctor Jeckyll, ¿no? Bueno, pues no sé lo que ha ocurrido, que todo el mundo, a pesar de tan diversas confesiones dela fe telefónica, le tiene puesto a su móvil el sonidode un teléfono antiguo, riiiiiing, de timbre de viejo teatro que llama para la segunda parte, de hijo de La Pantoja: Paqui-riiiiing. Todosl o traen incorporado, con diversos nombres para elegirlo: Old Telephone, Teléfono Antiguo, Nostalgia. Debede ser eso: la nostalgia del teléfono fijo, del teléfono de disco para marcar los números, con su cable, como Dios manda. Aquellos teléfonos negros como uniformados, tan distintos de los teléfonos blancos americanos que hasta dieron nombre a un tipo de comedias de amor y lujo. España no estaba para amores ni lujos de teléfonos blancos y todos los aparatos negros eran más serios que el fiscal de «Morena Clara», que aquello sí que era un fiscal, y no como otros de ahora cuyo nombre recordar no quiero, por cómo hacen hocicar al Estado de Derecho ante los caprichos del Gobierno. El único teléfono negro que conocía aquella vieja gaditana del barrio de Santa María que cuando vio a su nieto con uno de los primeros teléfonos móviles que llegaron a la Tacita, le comento a sus vecinas:
—Mi nieto está majara perdido. ¿Pues no que se pone en la calle a hablar con un teléfono que ni tiene cables ni ná?
Ya todos estamos locos, hablamos por teléfonos que ni tienen cables ni nada. Y lejos de dejarles a las terminales los sonidos originales de Movistar o Nokia, como esa melodía que suena a concierto de Paco de Lucía, hala, todos les ponemos a los móvilesel timbre antiguo. Y suena un riiiiiing como de anticuario en el Ave, en el restaurante, en el bar, en la oficina, en el autobús, en la calle, y siete mil tíos se echan mano al bolsillo porque se creen que es su teléfono móvil el que está llamando. Desde la diversidad de las nuevas tecnologías, desde la libertad de apuntarte a Movistar, a Orange, a Vodafone, o Yoigo, al menos a efectos de timbre hemos conseguido volver a la uniformidad monopolística de la Compañía Telefónica Nacional de España (y no de Merimée). Yo creo que es un homenaje a aquellos tiempos en que el teléfono servía sólo para hablar por teléfono. No como ahora, que hay algunos que incluso sirven para hablar por teléfono y para dar por saco con el dichoso riiiiiing que tiene todo el mundo.

 

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