ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Con toda la barba

ESTO de que Rajoy vaya a ser el presidente del Gobierno de España... A propósito: a ver si entre los ahorros inmediatos que anuncia figura con toda urgencia la supresión de esa chorrada de venga publicidad del «Gobierno de España». El Gobierno que se cargó a la nación, que llevó a los terroristas separatistas a las instituciones y que volvió a dividir a los españoles desenterrando las fosas del odio de la guerra, ¡cómo presumía de España, a lo Bono, en el dineral que se gastaba en anuncios! Gobierno de España para arriba, Gobierno de España para abajo. Y además, con un fondo amarillo, con la mala suerte que da el amarillo. Así hay cinco millones de parados. ¿No va a haberlos, teniendo el amarillo como color del Gobierno que se cargó a España?
Venía diciendo, antes de que me hirviera el agua del radiador con la mamarrachada de «Gobierno de España», que esto de que Rajoy vaya a ser presidente tiene de bueno que muchos nos sentiremos sus colegas sin necesidad de ser registradores de la Propiedad. Me refiero a los españoles con barba. Los barbados y barbudos españoles hace casi un siglo que no teníamos a un colega de capilaridades faciales como presidente del Gobierno. La de Rajoy es la primera barba presidencial de la presente democracia. Es raro quela Transición, que la promovieron los barbudos progres frente a la afeitadísima UCD, no diera ningún presidente con barba. Claro, como no se optó por la Ruptura, que eran las barbas castristas dela tabla rasa con el pasado, y sí por la Reforma, que era afeitar la dictadura de bigotito imperial y las ansias de revolución de los progres del traje de pana, hicimos la Transición con presidentes que parecían anuncios de Filomatic. Suárez estaba siempre como recién afeitado. González fue el presidente lampiño de una izquierda barbuda. Nada digo de los que siguieron. Los únicos pelos faciales fueron los del bigote de Aznar, un presidente de bigotes.
Por eso me ha sorprendido que cuando ya nadie se acordaba de las barbas antifranquistas ni de las venerables barbas de los senadores de la Restauración, las últimas elecciones generales se hayan dirimido entre dos concepciones del poder encarnadas por dos modelos de barbas canosas: la barba de Rubalcaba y la barba de Rajoy. Ganase quien ganase, España estaba predestinada a tener un presidente barbudo. Que no es lo mismo que un presidente barbado. Rajoy no es un presidente barbudo, sino un señor con toda la barba, que no es lo mismo. Arajoy nadie se le subirá a las barbas como al afeitadísimo ZP se le subieron los etarras, los sindicatos, los empresarios, los banqueros, los indignados, los americanos, los alemanes y hasta los tigres blancos del Circo Mundial.
Rajoy rescata a las barbas del mal recuerdo de los progres Visa Oro que se afeitaron y rompieron en trincones, gañones y derrochones. ¿Se acuerdan de la foto de Alfonso Guerra con barbas? Bueno, pues la barba de Rajoy es justo lo contrario. La barba, en el siglo XIX y en los comienzos del XX, era signo de personas de orden. Con Rajoy vuelve a serlo. Desde don Antonio Maura no tenía España un presidente con barba, por no hablar de la barba de don Práxedes Mateo Sagasta. Una barba así es la de Rajoy, quizá la de Maura y la de Sagasta en una sola pieza: una barba al mismo tiempo liberal y conservadora como el pabellón multiusos ideológicos del PP. Pero sobre todo, la barba de Rajoy será ejemplar y necesaria para lo que nos espera. No me extrañaría que tras este tiempo de silencio, Rajoy, una vez abiertas las arcas públicas y comprobadas sus telarañas, salga por la tele y nos diga: «Señores, estos tíos manirrotos nos han dejado una deuda tal que los españoles cabemos a veinte trillones de euros por barba».

 

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