ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Vengan casas-palacios...

TIENE Juan Ramón Jiménez un hermosísimo poema en recuerdo de su infancia que parece que ha hecho últimamente mella en Sevilla. Empieza: «Cuando yo era el niñodios,/era Moguer, ese pueblo,/una blanca maravilla;/la luz con el tiempo dentro./cada casa era palacio/y catedral cada templo». Aparte de que a Sevilla le ocurre como al Moguer juanramoniano, que es exactamente eso, «la luz con el tiempo dentro», el poema ha hecho mucha mella en Sevilla porque, hijo, con los templos, no. Los templos siguen siendo lo que son, algunos hasta indignante símbolo del abandono de la ciudad por sus cosas, como la iglesia de Santa Catalina. Quizá por respeto a la Magna Hispalense, al Parque Temático Patriarcal y Metropolitano, al Museo de los Calonges, los sevillanos no quieren que sea «catedral cada templo». Pero como en J.R.J. cada casa es ya palacio. Y con guión: casa-palacio. ¡Lo que gusta en Sevilla últimamente inventarse una casa-palacio! Cualquier casa medio buenecita la hacen palacio.
La única casa-palacio que existía en Sevilla era la sede de la Diputación en la Plaza del Triunfo. Los funcionarios provinciales que trabajaban en otros centros, como el Real Hospital de San Lázaro, cuando tenían que resolver alguna burocracia en la sede central de la Plaza del Triunfo decían:
—Voy a la Casa-palacio.
Y todo el mundo sabía que iba a la Plaza del Triunfo. Bueno, pues la única casa-palacio clásica y homologada, que quizá hasta era tal casa-palacio, ha perdido ese nombre. La que fue casa-palacio de la Diputación es ahora casa a secas, como debe ser: la Casa de la Provincia. Por el contrario, aquí cada día te encuentras una nueva casa-palacio. Que no son tales. Que son casas normales y corrientes, bien mantenidas o restauradas. En la calle Cuna se han inventado el «Palacio de Lebrija», que noes otra cosa que la Casa de la Condesa de Lebrija de toda la vida. Algo más allá (frente al «Palacio de la Motilla», que no es otra cosa que la casa historicista interesantísima de los Solís-Beaumont Desmassières), un muy encomiable y esforzado empresario ha abierto un restaurante que por cierto les recomiendo, en una que llaman «Casa-palacio de Cuna, 2». Que no es tal, sino una casa unifamiliar grandecita, de las tantas que labró en Sevilla su arquitecto, Aníbal González. Así que en la calle Cuna, donde había casas, resulta que nos hemos encontrado de golpe nada menos que 3 palacios, 3.
Deben de crecer como los hongos los palacios en Sevilla, porque veo que una hermandad rociera ha organizado un loable rastrillo benéfico navideño en...¡otra casa-palacio! ¿Saben dónde? En la calle Cabeza del Rey Don Pedro. Donde no hay casa palacio alguna. Me parece que es la casa de la hornacina de la cabeza del Rey Justiciero. Pero eso no es una casa-palacio, joé. ¡Eso era la casa de un médico, una de tantas casas buenecitas de médico que había por todo el centro y especialmente por San Vicente y por El Museo!

Apunten los inventores de palacios: en Sevilla sólo hay dos palacios, el Arzobispal y el de San Telmo. Todas las demás son casas, y no esta cursilería con pretensiones de las casas-palacios. La mejor de Sevilla, Pilatos, es la Casa de Pilatos, nunca fue Palacio de Pilatos. Como Dueñas es la Casa de las Dueñas, y no eso del «Palacio de Dueñas» que han inventado. En cuanto a casas-palacios propiamente dichas, no conozco otra que Casa Palacios, en Progreso,7, en El Porvenir. Donde hay un tapeo y un copeo que sí que es verdaderamente palaciego, no el roneo de los cúrsiles y de los tiesos que alquilan sus casas para «eventos».

 

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