En esta Sevilla que cada día se inventa una tradición de ayer por la mañana, el presente no es un artículo: digamos que es también una tradición. Cada año por estas fechas, en vísperas de la temporada taurina, cuando la Real Maestranza de Caballería presenta su habitual mamarracho en forma de cartel o cartel en forma de mamarracho, yo le pego un palo. Palo tradicional. Una vez hice excepción. Estaba aquel año muy malito el teniente de hermano mayor, mi querido y recordado Manuel Roca de Togores, conde de Luna. Y mirando por su salud y pronto restablecimiento, le hice la gracia de una mentira piadosa: cuando presentó el cartel taurino dije que era poco menos que una obra de arte inigualable. Pasado el tiempo, Manolo Roca se recuperó en su enfermedad y volvió sin temores a ser vecino de la calle Vida. Entonces le confesé:
-- Manolo, ¿te acuerdas que escribí que me encantaba el cartel de los toros? Pues era para no darte el disgusto, por lo malito que estabas. Pero ahora que ya estás bien te lo puedo decir con libertad: el cartel era una mierda pinchá en un palo, como todos los anteriores.
Y como los que habrían de venir. Como el de la mosca en el yogur o el del pinchito de toro. Y como el de este año, en que los maestrantes eligieron a un pintor muy conocido...en Nueva York: Manuel Valdés. Este Valdés que ni se ha dignado venir a Sevilla a presentarlo, dice por boca de su apoderado que el cartel es un homenaje a Joselito el Gallo en el centenario de su alternativa, que se la dio su hermano Rafael en la Feria de San Miguel de 1912. El cartel, como el de Manuel Jesús El Cid, como el del casco de Vicky el Vikingo, es lo que suelen usar para aliviarse y trincar estos prendas que vienen a llevarse la tela maestrante: un collage. Vamos, como un trabajito escolar de recorte, tijera y tarro de pegamento. Valdés ha recortado en silueta la foto de un brindis de Joselito y la ha floreado con unos rotuladores de colores, pintando al fondo (lo que dice él que es) la plaza de los toros y la Giralda. Y como si fuera el cartel del Carnaval de Cádiz más que de la temporada taurina de Sevilla, Manolo Valdés ha llenado al pobre de Joselito de papelillos y serpentinas. Una lluvia de papelillos envuelve la figura del torero de Gelves, de la cabeza a los pies. ¿Qué tienen que ver con los toros los papelillos, salvo los que tiran los mozospás para ver dónde hace menos aire? Ah, misterios del arte contemporáneo, donde los maestrantes se gastan millonadas en contratar a estos monstruos de la pintura que les sirven como coartada progre, para que no les digan lo carcas que son, y que cobran por venir a perdonarnos la vida a los aficionados que pagamos.
Sólo me alegra del cartel la reivindicación de Joselito el Gallo. Cuentan que Juan Belmonte, un día que venía de Coria con su biógrafo y exégeta, el notario don Luis Bollan, le dijo al pasar por Gelves y ver el monumento de Joselito:
-- José me ganó la partía en Talavera.
Lo dudo. Al final quien ha ganado la partía en la Historia del Toreo ha sido Juan. Siendo Joselito lo que fue, le faltó su Chaves Nogales, le faltó su corte de intelectuales de entrambas generaciones del 98 y del 27. De Joselito no se acuerda nadie, ni de lo que fue en Sevilla, y Belmonte cada vez está más cercano. Es lo único positivo de la mierda de cartel de este año: que en Cádiz dicen en 2012 "Viva la Pepa" por el 1812 de su Constitución y en Sevilla decimos "Viva José" por el 1912 de su alternativa. En cuanto a Valdés, qué Manolo ni Manolo: Juan Valdés sí que lo hubiera pintado siete mil millones de veces mejor. Pintado de verdad, no un recortable con serpentinas.