También es puntería. Con la de semanas que hay en el año, al PP no se le ocurre otra cosa que poner su congreso en pleno Carnaval: "Mascarita, mascarita, ¿a que no me conoces?". Pues la verdad que no. No conozco a este PP reunido en Sevilla veintidós años después de su congreso de la refundaciòn, cuando Fraga cogió la carta que le había escrito Aznar como anticipo a cuenta de su dimisión, la partió a cachitos con toda su airada energía de arrancar teléfonos y si no se la comió fue de puro milagro. Hoy nadie tiene que romper carta alguna en Sevilla en el congreso del PP. Ni incluso las marcadas, que me han dicho que haberlas, haylas, y con puñaladitas traperas incluidas. Pero como es Domingo de Carnaval, veo al PP felizmente disfrazado, comparado con aquel otro congreso de la refundación que evoco, celebrado "en el mismo sitio y a la misma hora", que diría Chiquetete.
A celebrar aquel congreso en Sevilla llegaron los entonces jóvenes dirigentes populares al viejo aeropuerto de San Pablo, al que tenía un betunero que vendía lotería y que, oh casualidad, le dio por dos veces el gordo a un consejero socialista y trincón de la Junta de Andalucía. Aquellos jóvenes de la calle Génova que llegaron a Sevilla contrastaban y de qué manera, con los asistentes al congreso. Montaron un futurista escenario como de película de marcianitos, blanco, impoluto, y sobre aquel estrado, Aznar, Arenas, Rato, Cascos, Gallardón... Los que eran la joven guardia que habría de darle la vuelta al partido. Pero frente a aquel escenario futurista no sólo por el diseño, sino por sus protagonistas, oradores e ideas, se sentaban en las gradas todos los recuelos y desechos de tienta y cerrado de las zurrapas del franquismo en todos los pueblos, especialmente los de la Andalucía Jonda, que ya está bien hablar de la Andalucía Profunda, vamos a llamarle Andalucía Jonda, que es más flamenquito. El contraste era terrible. Mirabas al escenario y era el futuro, la esperanza de que hubiera un gobierno liberal en España, perdonado el pecado de colaboración de la derecha con el franquismo. Pero te volvías en tu silla, mirabas atrás a la grada, y allí, menos camisas azules, estaban prietas las filas de todos los franquistas que con la descabellada aventura de Los Siete Magníficos de Alianza Popular habían perdido clamorosamente las primeras elecciones democráticas y, con ellas, la posibilidad de una normalización de las ideas conservadores y liberales en el poder, en la España a la que el Rey había devuelto las libertades.
Le dije entonces a Javier Arenas al terminar:
-- Hasta que no limpiéis todos esos recuelos de alcaldes y concejales franquistas en la estructura del partido en los pueblos y el público del congreso sea igual que los que habéis estado en el escenario, aquí en Andalucía por lo menos no vendéis una escoba.
Ni soñando podía creerse entonces que ese día fuese a llegar. Y ha llegado. No sólo a la identificación del tipo de personas y de ideas entre gradas y escenario en un congreso del PP en Sevilla, sino, lo que parecía mucho más increíble, a las encuestas, que dicen que Arenas puede acabar en Andalucía con el Régimen sociata, que ha durado casi tanto como el franquismo. El equivalente a los ex alcaldes del franquismo, a aquel público del congreso del PP de hace veintidós años, está ahora en el PSOE. Lo verdaderamente facha y reaccionario es ahora esa estructura del PSOE en los pueblos, heredera del franquismo sociológico rural y que se pega patás porque no hay patós. Quien ha conseguido este cambio ha sido Javier Arenas. No me extraña, por tanto, que, como es Domingo de Carnaval, digan que el que hoy se clausura en Sevilla es el congreso del PP, sí, pero disfrazado de congreso de Javier Arenas. No le han regalado nada. Bien que se lo ha trabajado desde aquellos entonces de hace veintidós años.