Tengo una
fórmula definitiva para acabar con el déficit público en
Andalucía. Trátase, como todos los bálsamos de Fierabrás
contra el déficit, de un impuesto. Un peaje. Un peaje
verbal, ya que por la boca muere el pez. Sería el Impuesto
contra la Destrucción del Castellano. Hay que hacer
ecologismo lingüístico. ¿No se protege al lince, no se
protegen los humedales, no se protege al pato malvasía y al
flamenco, tanto en su especie de flamenco rosa de Doñana
como en la subespecie de flamenco rojo de mentirijillas y de
plantilla, nolaco total, agradador de los señoritos de la
Junta y receptor de subvenciones? ¿Pues por qué no se ha de
proteger también a la lengua española, especialmente en su
rica, variada y creadora modalidad del habla andaluza?
¡Menudo agujero de ozono tiene la lengua incluso en
Andalucía, y nadie trata de remediarlo!
Mi propuesta de tasa ecológica para la preservación de la
lengua, pues, va contra ese atentado antigramatical al que
llaman "lenguaje no sexista". La Real Academia Española ya
se ha pronunciado a favor del masculino plural genérico de
siempre, y contra esa modita horrorosa de "españoles y
españolas", "ciudadanos y ciudadanas", "sevillanos y
sevillanas", "jóvenes y jóvenas", que decía Carmen Romero, y
"miembros y miembras", que decía Bibiana Aido, que por
cierto no sabemos dónde ha ido, aunque seguro que la habrán
recolocado en cualquier buen pesebre público.
La tasa que propongo para poner el castellano a salvo de
cursilerías es disponer que se cobre una determinada
cantidad, 10 euros por ejemplo, al imbécil que repita como
un lorito o escriba lo de "andaluces y andaluzas". Por el
momento, nos quedaríamos sólo con lo de "andaluces y
andaluzas", para pasar luego al "ciudadanos y ciudadanas",
etcétera. ¿Cuántas veces se dijo la memez de "andaluces y
andaluzas" en el debate de investidura de Tío Pepe Griñán?
¿Cuántas lo dijo el propio Griñán? Como en las cuentas de
Maira Gómez Kemp en el "Un, dos, tres": "Cincuenta y siete
"andaluces y andaluzas", a 10 euros cada mención, son 570
euros". Y así, tacita a tacita, ora cobrando a los oradores
del Parlamento de la Señorita Pepis, digo, del Parlamento
Andaluz; ora exigiendo el canon a los locutores de Canal
Sur, de Radio Nacional y de una emisora que yo me ser (no es
"sé", no es errata); ora recaudándolo a los imbéciles
exquisitos y divinos cretinetes que escriben en los papeles
oficiales del pensamiento único, en poco tiempo recaudábamos
lo suficiente como para acabar con el déficit.
¿Cómo llamar a este impuesto sobre el patrimonio de la
riqueza de la lengua española? Tengo un proyecto de nombre:
Impuesto sobre las Miembras. Naturalmente, en homenaje a
Bibiana Aido. Aquello de "miembros y miembras" tiene una
función deíctica que debemos aprovechar. Tú dices lo de
"miembros y miembras" y es que estás viendo al tipo de
fémina feminista que lo pronuncia. Una gran señora de
Sevilla de cuyo nombre no debo acordarme utiliza ese bodrio
nominal para calificar a un tipo de mujer de las que se
dedican a la política y a la agitación social en nuestra
tierra: las llama a todas "miembras". Bibiana Aido se
calificó a sí misma: Bibiana Aído está hecha una miembra
buena. Pero es que hay partidos e instituciones llenos de
miembras. Las están viendo, ¿no?: las feministas hembristas,
radicales, que viven del carné, que van de progres y se
gastan un pastón en ropa, Izquierda Caviar pura, con el
pañuelo palestino de Loewe que dice Fernando Santiago...
¿Cuántas miembras hay en el nuevo Gobierno andaluz? Hay
sobre todo una, muy encumbrada por el Principio de Peter,
cuyo nombre no me atrevo a poner. ¡Menudas son las miembras,
radicales hembristas que califican inmediatamente de
machismo todo pensamiento libre...!
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