En vista
de que no me como una rosca entre los divinos exquisitos de
la pomada que te perdonan la vida mirándote por encima del
hombro porque se creen genios, estoy yendo por las tardes a
una academia donde enseñan a hablar Tertulianés. Y no pueden
imaginarse los progresos que estoy haciendo, de modo y
manera que ya casi he roto a hablar en Tertulianés. Y sin
diccionario. Ya sé decir, por ejemplo, venga o no a cuento,
lo de "Con la que está cayendo". Miren, miren qué ejercicio
practico más bonito le llevo hoy al profe: "Con la que está
cayendo, y yo aquí hablando del tertulianés como lengua de
cultura".
Y no quedan ahí mis conocimientos. Ya sé introducir
perfectamente en el discurso (en el discurso de la nada) el
remoquete "dicho lo cual". Y sigo con los ejercicios: dicho
lo cual, añado que también he aprendido lo de "poner negro
sobre blanco". "Poner negro sobre blanco para que cace
ratones", escribí en el último examen parcial liberatorio y
me catearon, porque los blancos y negros que cazaban ratones
eran los gatos que tenía Felipe González en la barriga, en
aquellos tiempos en que sólo se hablaba un rudimentario
Tertulianés Arcaico.
Pero lo que mejor me sale tras mis vespertinos estudios de
Filología Tertulianística es lo de "hondo calado". Ya sé
diferenciar entre "un tema de mucho calado" y "un asunto de
hondo calado". Ahora bien, lo que me sorprende es que en la
metáfora política del barco todo se les queda en el calado:
nadie habla de la eslora ni de la manga, precisamente en el
país de los mangazos y los mangones, donde hay autonomías,
como la mía andaluza, que son la Real Academia del Mangazo.
Todo esto del calado, tema de mucha eslora en el país de la
manga, es por la socorrida Nave del Estado de los discursos
políticos. Jó, qué marinera se nos ha vuelto la tropa
política y su artillería de acompañamiento de tertulianos y
columnistas de la pomada. Aquí todo es enderezar el rumbo de
la economía, sortear la tormenta de la crisis, llegar al
buen puerto de la superación del déficit. Y todo, claro,
tras las vacaciones en el mar que se pegaron Zapatero y los
gobiernos socialistas, que no dieron palo al agua para
remediar el desastre. En el sistema metafórico del lenguaje
de la política, hemos pasado del Ejército del Aire a la
Armada. Antes, los temas eran de gran envergadura, como las
alas de las aeronaves. Y los asuntos, de altos vuelos, lo
menos de 33.000 pies. Con gran contradicción. Porque antes,
en económica materia, nada estaba en el aire, a pesar de lo
cual todas las comparaciones eran de Aviación. Y ahora, que
de verdad está todo en el aire, cogido con alfileres, nos
alistamos en la Marina para las comparaciones, ¡tertuliano a
bordo! Será que como vamos al charco de cabeza, por eso todo
es nave del Estado y rumbo del Gobierno. "Las mujeres y los
niños primero" se traduce algo así como "Bankia y la
autonomía asturiana primero", a la hora de los botes
salvavidas. Que mucho me equivoco, o pronto las metáforas
náuticas de los que usan el "hondo calado" pasarán al símil
de los botes salvavidas. De aquí, probablemente, la lección
que me ha puesto mi profe y que tengo que estudiarme para
mañana en mi curso de Primero de Tertulianés. Ese tema, que
va a examen, se titula "El "Titanic" como Nave del Estado".
Jopá, el avío que está dando el "Titanic" a los tertulianos,
dadas las actuales circunstancias. ¿Y dónde me dejan a la
orquesta del Titanic?
Los tengo, pues, perfectamente calados a los del "hondo
calado". Calados de pedantería hasta los huesos. Ahora, que
si es por calar, su vacuidad me recuerda la del valentòn del
estrambote del soneto de Cervantes: "Caló el chapeo,
requirió la espada, miró al soslayo, fuese y no hubo nada."
Pero absolutamente nada de nada.
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