Como lo
ahora tan evocado del "date prisa para ver a Juan Belmonte
antes que lo mate un toro", hay que aligerarse para conocer
el centro comercial de Sevilla antes de que lo mate el toro
de las franquicias. Nunca cerraron tantos negocios en tan
poco tiempo. No sólo ya tiendas tradicionales, como la
Joyería Reyes, ay, de la calle Tetuán... Es que hasta
cierran las franquicias abiertas hace cuatro meses. Pero hay
quienes resisten en Sierpes, en plan Últimos de Filipinas.
De los clásicos de toda la vida, resiste Maquedano, que cada
vez que paso por su esquina me dan ganas de comprarme otro
jipijapa más, sólo por ayudar a mantener abierto ese
refinado templo del sombrerismo. Resiste Ricardo Roldán en
su muy fernandina Joyería Ruiz. Resisten los herederos de
Casal el de los Bolsos. Resiste la centenaria Papelería
Ferrer. Resiste la tricentenaria Confitería La Campana. Y
aunque me olvide de alguno, creo que pare usted de contar.
Y resiste, como el Labradores, el Círculo Mercantil e
Industrial, tratando de mantener el esplendor de gloria de
otros días. El Mercantil se ha convertido en una
actualización 2.0 de lo que fue el Salón Colón para los
estrenos cofradieros. El Mercantil es la gran sala de
exposiciones cofradieras que el Consejo no tiene. Se
inauguraba la otra tarde en esa sala, donde estará abierta
hasta el día 27, una exposición (no cofradiera) que les
recomiendo: los trajes que sacaba a escena Antoñita Moreno
para cantar "Sortija de oro", de Ochaíta, Valerio y Solano o
"Carretera de Asturias", de Guerrero y Castellano; los
carteles de sus espectáculos y películas; sus cancioneros y
programas de mano; su vida. La ocasión, además, era señalada
para el Mercantil, pues debutaba con caballos su nuevo
presidente, Práxedes Sánchez, con la presentación del libro
"Antoñita Moreno, la voz que nunca muere", documentadísima
biografía, obra del actor y cantante Emilio García
Carretero, quien ha ido con ella en sus espectáculos desde
1966 y se nos revela como un más que sobrado historiador de
la canción española.
La presentación del libro, con Antoñita en el estrado, fue
de esas cosas mágicas que pasan en Sevilla y muchos se
pierden. Era como si el Teatro San Fernando no hubiera sido
derribado y Antoñita Moreno presentara su "Ronda de España".
Emilio García Carretero estuvo genial presentando a Antoñita.
Cuando la cita, todos le preguntan:
-- ¿Ah, pero Antoñita Moreno vive?
Claro que vive. Con toda su clase y su categoría. En
Alicante. Cosa que no le gustó a una voz clásica, de canasta
rota, que desde el fondo pegó un plumazo como de gallinero
del San Fernando: "¡Antoñita, hija, que Sevilla te quiere,
vente a Sevilla!". Y cuando empezó a hablar la que dio
tantos quilates a su "Sortija de oro", la que valoró el
folklore de todas las Españas cuando las autonomías no
estaban de moda, dijo con toda la gracia de La Puebla del
Río:
-- ¡Ea, pues ahora va a hablar la muerta!
Y habló. Y cantó. Salieron unos muchachos de la copla, y la
provocaron para que cantara "Puentecito de San Rafael".
Acabamos coreando todos la canción de Perelló y Monreal. Y
luego cantamos todos con ella "El cordón de mi corpiño" de
Guerrero y Castellano. Emilio Carretero cantó la primera
canción que compuso Juan Solano con letra de Antonio Aguilar
y Alejo León, "Tarde de otoño en Platerías", y con ella
Sierpes fue como la nostalgia de los viejos cafés de la
calle. Y a Antoñita, que es todo eso que se cuenta en el
libro y más, le pidieron que cerrara con una saeta. ¿Una
saeta en mayo? Claro que sí. Lo dijo Emilio: "En Sevilla
siempre es Semana Santa": "Hay un grito de doló/cuando
Sevilla contempla/la cara de padecé/y de rodillas le
canta/al Señor del Gran Poder". La vuelta de Antoñita Moreno
a la calle Sierpes fue un paseo por las delicias del tiempo.
Y allí sigue su vida, hecha exposiciòn. Dense prisa para
verla antes del día 27.
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