La frase
es larguita, pero merece la pena ser transcrita
textualmente. En comparecencia ante la Comisión de Gobierno
Interior y Peticiones, un señor les ha dicho a los políticos
del Parlamento de la Señorita Pepis, digo, del Parlamento
Andaluz: "La gente está muy cabreada con ustedes, no sé si
lo saben. Están muy enfadados porque los ven todo el día en
plena peleíta. La gente está hasta el gorro de todos
ustedes. No sé si puedo decirlo con todo el cariño del
mundo. Por favor, por favor, un ejercicio de buena voluntad
y avanzar realmente para resolver los problemas del
personal".
Quien tal dijo es el inquietante cura Chamizo. José Chamizo
de la Rubia, nacido en Los Barrios (Cádiz) en 1949,
sacardote, licenciado en Historia de la Iglesia por la
Universidad Gregoriana de Roma, en Historia Contemporánea
por la Universidad de Granada y diplomado en Biblioteconomía
por la Ciudad del Vaticano. Chamizo fue fraile antes que
cocinero Defensor del Pueblo Andaluz. Ejerció su ministerio
sacerdotal en Algeciras de 1978 a 1982, y luego fue párroco
de Estación-Taraguilla-Miraflores en San Roque. Su labor
contra las drogas, la marginación y la pobreza en el Campo
de Gibraltar le hizo crear y dirigir durante años
asociaciones dignas de todo elogio. Se hizo famoso y ganó
muchísimas simpatías, alentando a las familias contra la
droga. Chamizo se me aparecía como una especie de promotor
de Madres de Mayo contra la heroína y la yerba marroquina.
En 1994, la Junta le concedió la Medalla de Andalucía por
esta labor de lucha contra la droga. Pero con la medalla
colgada, ay, saltó a la política. Y empezó como el
banderillero de Belmonte: a degenar en su ministerio
sacerdotal para meterse en política, como un cura castrista
o un Ernesto Cardenal. En 1996 fue designado Defensor del
Pueblo Andaluz por el Parlamento de Andalucía, y reelegido
en 2001 y 2007. Perdimos al magnífico Cura Chamizo de las
Madres de la Droga y ganamos a lo que en la práctica y visto
desde fuera es un político más, que lleva en el mismo cargo
dieciséis años nada menos, que se dice pronto. Chamizo es
tan político como los políticos a los que denuncia. Chamizo,
lo quiera él o no lo quiera, forma parte del sistema. No es
precisamente un perroflauta o un indignado. Chamizo tiene su
sede oficial en la calle Reyes Católicos (cerca de El
Cairo), su despacho, su cargo, su sueldo y hasta sus
adjuntos. No sé cuánto nos cuesta Chamizo al año, pero
calculen.
Cierto que todo lo que ha dicho Chamizo es verdad. Y más
verdad todavía cuando dice las cosas con el orgullo de su
habla gaditana, que me recuerda la de Fernando Quiñones o la
de Juan José Téllez. O la de los políticos gibraltareños.
Chamizo tiene la preciosa habla andaluza campogibraltareña
de los ministros principales del Peñón, de Bossano, de
Caruana, de Sir Joshua Hassan. Todo lo que ha dicho es
verdad. Pero Chamizo es el menos indicado para decirlo. Sus
frases las coge un telediario alemán, le pone vídeos de la
guerrilla minera cortando carreteras, haciendo candelás y
disparando bazucas caseros contra la Guardia Civil, ¡y ya
está!: otra imagen más que le demuestra a la Merkel que
España es como Grecia. Con el mismo desprestigio de la clase
política que en Grecia. ¿No va a subir la prima de riesgo,
si hasta los que pertenecen a la pomada política como
Chamizo braman contra los políticos? Yo le daría la vuelta a
sus frases: "La gente está muy cabreada con usted, Cura
Chamizo, no sé si lo sabe. Están muy enfadados porque lo ven
todo el día en plena peleíta con los mismos que lo han
nombrado y le pagan su sueldo. La gente está hasta el gorro
de que en España haya 17 Defensores del Pueblo, 17, señor
cura Chamizo. Por favor, por favor, a ver si empezamos a
recortar cargos inútiles, que con un solo Defensor del
Pueblo en Madrid nos basta y nos sobra".
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